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El poscapitalismo desafía al presente

Lejos del fin de la historia las sociedades siguen cambiando permanentemente; siendo el paso de un modo de producción a otro el cambio que más afecta a la organización social vigente.

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Pepe. "Sueño con multiplicar la riqueza. No es lo mismo que multiplicar la igualdad". | cedoc
Lejos del fin de la historia las sociedades siguen cambiando permanentemente; siendo el paso de un modo de producción a otro el cambio que más afecta a la organización social vigente. En esa perspectiva, los avances tecnológicos que prescinden cada vez más del trabajo humano denuncian la presencia incipiente de uno de esos cambios: sin clase asalariada y sin apropiación de plusvalía el capitalismo dejará la escena para que la ocupe una nueva organización social. Cambio que exigirá, entre otras cosas, encontrar un nuevo sistema de distribución de la riqueza para atender las necesidades materiales y culturales de una mayoría que ya no tendrá ingresos por la venta de su fuerza de trabajo. Tarea del futuro que por su complejidad requiere enfrentar, desde el presente, una serie de desafíos.

El mayor de esos desafíos consiste en crear las condiciones para que la transición hacia el poscapitalismo sea lo menos conflictiva y más exitosa posible. Esto exige la comprensión de que el capitalismo no morirá por la lucha de clases o por nuevas formas de “ludismo” que obstaculicen su funcionamiento, sino por el desarrollo de todas sus potencialidades productivas. Así lo entendió el Marx posGrundrisse, cuando en el Prefacio de Contribución a la crítica de la economía política afirmaba que “Ninguna formación social desaparece antes de haber desarrollado todas las fuerzas productivas que caben en su seno”.

El capitalismo, que desaparecerá por evolución y no por revolución, tiene aún mucha fuerza productiva por desarrollar. Así lo reconocen dirigentes de izquierda como Pepe Mujica, quien en el 2011 declaraba que “El capitalismo tiene que cumplir un ciclo importante, multiplicar los medios, multiplicar el conocimiento y la cultura... sueño con multiplicar la riqueza, lo que no es equivalente a multiplicar la igualdad. Va a seguir habiendo injusticia… pero tiene una energía formidable”.  

Es en contra de esas injusticias que deben organizarse las luchas sociales, haciendo uso del derecho de huelga y de toda otra herramienta compatible con la organización democrática y republicana; como por ejemplo, la búsqueda de consensos a través de pactos sociales. Cuidando de no obstaculizar esa “energía formidable”; sin oponerse al movimiento de la historia retrasando el proceso de desarrollo productivo y la creación de riquezas.

Junto a este desafío inmediato aparecen otros que tienen el carácter de tareas preparatorias para que la organización social que sucederá al capitalismo pueda funcionar adecuadamente. En primer lugar una revisión profunda del funcionamiento del Estado que, con su desempeño actual, está muy lejos de garantizar un accionar ágil y transparente para recaudar los enormes recursos necesarios para atender aquellas necesidades materiales y culturales de la mayoría sin inserción en el proceso productivo altamente tecnificado. Pero la tarea más compleja, y para la cual no hay experiencias históricas a las que recurrir, es la de encontrar nuevas formas de distribución de la riqueza sin caer en el asistencialismo, del que la “renta básica universal” no sería más que una de sus formas. Asistencialismo que sólo ha servido para que una dirigencia política populista someta a una población “beneficiaria” que enajena su dignidad para sobrevivir.

Complementando la búsqueda de esa nueva forma de distribución, se requiere también un cambio cultural que lleve a modificar cualitativamente nuestro sistema de valores para alcanzar una mayor cohesión social y la supremacía de los principios de solidaridad frente a un individualismo egocéntrico enemigo de las relaciones de cooperación. Sin la pretensión de llegar a la utopía de “a cada cual según sus necesidades y de cada cual según sus posibilidades” se debe alcanzar una organización social que evite el ocio rentado, y que sea capaz de fomentar las motivaciones para que cada individuo cumpla una función al servicio del bienestar general.

*Sociólogo.