Después del controvertido texto de Hernán Brienza en el diario Tiempo Argentino el fin de semana pasado, explicando la función que cumple la corrupción para que puedan hacer política quienes no son ricos, el ex director del mismo diario Roberto Caballero, en su programa de Radio América y en diálogo con Ari Lijalad, criticó el premio que le otorgó la Freedom House de Estados Unidos al CEO de Clarín, Héctor Magnetto. Los argumentos fueron que lo premiaron por “entregarles la patria” porque entre los financistas de Freedom House están, además del propio gobierno norteamericano, decenas de empresas multinacionales norteamericanas: “Premian a alguien propio, quien por su rol como jefe del principal medio de la Argentina logró colocar a Mauricio Macri de presidente, teniendo un papel fundamental en deteriorar la imagen del gobierno anterior y en cuidar, en maquillar y ocultar incluso todo lo que tenía que ver con el actual gobierno y su presidente”.
Entre las empresas norteamericanas que son sponsors del Freedom House se distinguen Google, Disney, Facebook, Caterpillar, Twitter, Yahoo, Delta, AT&T, la Fundación Ford y el banco de inversión Goldman Sachs, oportunamente socio de Clarín. El argumento para desacreditar el premio por sus sponsors es tan básico que, de ser correcto, invalidaría a todas las ONG y organizaciones no gubernamentales como el propio CELS, conducido por Horacio Verbitsky, que también tiene como sponsor a la Fundación Ford.
La revista digital Choripán & Vino, entre cuyas múltiples opiniones hay decenas contra Magnetto y Clarín, tiene como header de su página en Facebook la ilustración que se reproduce en esta columna, donde indios dan alegre bienvenida a las carabelas de los conquistadores españoles diciendo: “Llegaron las inversiones”. Es la misma mirada de la realidad de quienes construyeron contraspots a la campaña de lanzamiento del auto Cruze II de General Motors, titulada Meritócratas, mencionada ayer en esta contratapa (ver: e.perfil.com/Macri-ricos).
Obviamente, Freedom House no es una institución periodística ni académica sino política, pero tiene entre sus integrantes al ex presidente James Carter, quien más luchó en defensa de los derechos humanos contra la dictadura. Y entre quienes fueron a saludar a Magnetto estuvo Nancy Pelosi, considerada la política más poderosa de los Estados Unidos, jefa de los diputados del Partido Demócrata, presidenta de esa cámara del Congreso antes de la llegada de Obama y una de las salvadoras de la economía de Estados Unidos cuando de madrugada, un fin de semana de 2008, tuvo que hacer aprobar los planes de rescate financiero por la crisis de las hipotecas. Vale recalcar que Nancy Pelosi representa al ala izquierda de los demócratas, a la vez el partido más progresista. Acusar a Magnetto por recibir un premio de Freedom House les quita valor a las críticas cuando son fundadas. No siempre Estados Unidos persigue causas contrarias al interés de Argentina, y no hay un solo Estados Unidos.
Dijo el presidente de Freedom House, Mark Lagon: “Se valora la decisión de Magnetto de resistir y mantener la independencia editorial, frente al intento oficial de avanzar contra las voces críticas” (…) “los gobiernos de Néstor y Cristina Kirchner apuntaron contra Clarín por sus críticas periodísticas. Convencido del rol central que tienen la libre expresión y el periodismo profesional en el fortalecimiento de la democracia, Magnetto mantuvo la independencia de Clarín y jugó un rol clave en la defensa de la libertad de prensa”.
Y éste respondió: “Nos toca a Clarín recibirlo, pero creo que lo merece el resto de la prensa independiente del país, que también peleó, aguantó y luchó por ejercer la libertad de expresión”. Clarín no fue el único que resistió y mantuvo la independencia pero sí el más visible durante las dos presidencias de Cristina Kirchner, y en Clarín la Freedom House reconoce a todos los medios que sufrieron persecuciones durante el kirchnerismo, lograron sobrevivirlo y fueron, en su resiliencia, artífices de la alternancia democrática.
Comparto parte del citado artículo de Hernán Brienza (“¿Y si hablamos de corrupción en serio?”): “Desde que tengo uso de razón, cada gobierno que termina es sometido al impiadoso festival de la condena social que ponen en marcha los medios de comunicación masiva. Como en un juego histérico, aquellos medios que sostuvieron durante años de forma genuflexa a los gobiernos de turno hacia el final de cada gestión se vuelven fiscales implacables y, una vez caído el presidente, los periodistas demuestran su ‘coraje inconmensurable’ lanzando diatribas dignas de ingresar en los anales de historia de la retórica. Todos son Emile Zola con los presidentes depuestos. Total ya no tienen poder de daño. La operación consiste en: denunciemos al gobierno que se fue, que es más barato y sin riesgos, y seamos cómplices del nuevo gobierno que, todavía, tiene poder para lastimarnos”.
Clarín denunció durante ocho años, y no los últimos dos. Los accionistas de Clarín no vendieron su empresa a un amigo K para ahorrarse presiones o pérdidas. Merecen reconocimiento.