Como psicólogo social, es habitual evaluar “el discurso” de las personas, dándoles importancia a los aspectos de la comunicación manifiestos y latentes. También asignamos una relevancia significativa a los aspectos del “encuadre”, el lugar donde el discurso ocurre, la situación en la que se inscribe y quiénes participan. También los ausentes, pues su ausencia es un acto de comunicación relevante.
Asumimos que la persona que escribió los discursos del 25 y 27 de marzo, cuya oradora fue la Presidenta, goza de buena salud mental. Eso nos impide pensar que las palabras hayan surgido de una persona psicótica, estancada en el tiempo a partir de una situación traumática, que congeló su proceso de madurez. Existen estudios que ubican la figura de Hitler dentro de estos parámetros psicóticos, donde su odio a la comunidad judía se instaló a partir de un hecho traumático en su infancia. La diferencia entre un neurótico y un psicótico reside en que este último no tiene ninguna noción de su enfermedad mental, por lo que él cree que actúa sanamente. La evolución de su delirio hizo que cada vez encontrara más y más “enemigos conspiradores”. Como ya hemos asumido que los discursos fueron aprobados por una persona capaz, debemos buscar lo “psicótico” en la retórica y contenido.
Un discurso “psicótico” se caracteriza por la estructura dilemática: “Todo lo malo afuera y todo lo bueno adentro”, “las cosas son blanco o negro”, “la culpa la tiene siempre el otro”. En resumen, un inteligente mensaje psicotizante que finalmente divide y desinforma. Pero lo más importante es el “contexto” de ambos discursos. Los dos pueden considerarse “obscenos”. Off scene, fuera de escena o lugar. Ninguno de los dos se realizó en un ámbito presidencial. El primero fue en un salón secundario de la Casa de Gobierno, durante la firma de un convenio con una empresa: el mensaje traicionó el protocolo más elemental, que es hablar de un tema fuera de su contexto. Peor aún el segundo discurso, que por la gravedad de los acontecimientos merecía haber sido pronunciado desde la Casa de Gobierno. Pero se eligió Parque Norte, junto a funcionarios, intendentes, piqueteros rentados, sindicalistas con poder de extorsión y otros. Fue un error también haber elegido un estilo “teatralizado” para resaltar un contenido de dudosa veracidad y sin espíritu conciliatorio.
Para finalizar, una penosa analogía: sobre el escenario, detrás de la Presidenta se vio a los los “generales” de la fuerza civil de choque, que prepotean, amedrentan y destrozan siguiendo órdenes o protegidos por la estructura dominante, ingresando lentamente en una nueva forma de terrorismo de Estado. Sólo algunos de los políticos ausentes y un Poder Legislativo y Judicial responsables pueden convertirse en el superyó que ponga los límites para poder reencauzar el país hacia una auténtica democracia participativa.
*Psicólogo social.