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El revés del derecho

En primer lugar, es homenaje a la independencia y profundidad del pensamiento del jurista Malamud Goti.

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El año pasado me encontré con Federico Morgenstern, que estaba escribiendo Contra la corriente, un libro que acaba de aparecer, y leyendo The Man of the Future, la biografía de John von Neumann, de la que me habló fascinado. Morgenstern se las arregla para incluir en su escritura una vasta colección de lecturas de todo tipo y así aparece Von Neumann al comparar la omisión de su figura genial en la película Oppenheimer con la inexplicable ausencia de Jaime Malamud Goti en Argentina, 1985, el film de Santiago Mitre y Mariano Llinás. Contra la corriente lleva como subtítulo “Un ensayo sobre Jaime Malamud Gotti, el Juicio a las Juntas y los procesos de lesa humanidad”, pero Morgenstern se las arregla para hablar del estilo tardío estudiado por Edward Said y pasar de ahí a Neigborhood Bully, una canción de Bob Dylan a favor de Israel de la que transcribe íntegramente la letra.

Podría decirse que la asociación libre es parte del estilo temprano de Morgenstern, pero el libro también se hace cargo de sus temas. En primer lugar, es homenaje a la independencia y profundidad del pensamiento del jurista Malamud Goti, uno de los asesores que Alfonsín llamaba “los filósofos” y que fueron los responsables de diseñar el juicio a las juntas militares. Malamud colaboró también en la formulación de la Ley de Obediencia Debida, que seguía el programa electoral de Alfonsín, y Morgenstern explica el contexto de esa discutida ley, cuando él mismo piensa que fue inconstitucional. El libro ubica la discusión en el plano de la teoría y la práctica del derecho de un modo accesible pero sin simplificaciones. El trabajo de desglose empieza exponiendo la controversia entre dos juristas norteamericanos, Herbert Weschler y Stanley Fish: uno sostiene que el derecho debe respetar a rajatabla sus principios, mientras que el otro propone lo que se llama “una justicia según la cara del cliente”, dispuesta a llevarse por delante cualquier principio mientras se logren los objetivos.

La justicia del cliente es lo que terminó imponiéndose en la Argentina en el caso de la reapertura de los juicios a los militares de la dictadura, cuyos fallos subvirtieron los principios básicos del derecho liberal como la cosa juzgada, la ley más benigna, la irretroactividad y la presunción de inocencia. Morgenstern presenta el drama que terminó configurando un sentido común extrajurídico por el cual los políticos depositaron en los represores juzgados toda la culpa y toda la vergüenza por lo ocurrido en los setenta. Lo hace contraponiendo el pensamiento de su héroe Malamud contra el de un villano: el jurista Marcelo Sancinetti, firme opositor a la obediencia debida y promotor de la reapertura de los juicios. Pero Morgenstern lo trata con hidalguía y señala que fue ninguneado por colegas mucho más sectarios, además de que Sancinetti terminó oponiéndose a los juicios eternos basados en pruebas endebles y a las condiciones de detención de los imputados que, en sus palabras, “pueden ser privados de cualesquiera derechos y garantías (aunque nadie se atreva a decirlo a decirlo así). En nombre de la defensa de los derechos humanos, se priva a esas personas de la ‘dignidad humana’”. Agrego por mi parte que, después de abusar de ese supuesto consenso democrático, lo reprimido ha vuelto como suele suceder.

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