El martes 22 fue un día particular. A partir de las 12 del mediodía, un rumor cruzó los ámbitos del oficialismo. El tema era excluyente: otra vez la salud de la Presidenta. La versión de que, ante una complicación de su afección, Cristina Fernández de Kirchner sería trasladada a Fleni corrió como reguero de pólvora. Fleni es un centro médico de primer nivel dedicado a las enfermedades neurológicas. Tan fuerte fue el rumor, que en algún momento un jefe de servicio de Fleni se comunicó con su par de Cuidados Intensivos y director del Centro de ACV de la Fundación Favaloro, el doctor Francisco Klein, a quien impuso de esa versión, que resultó falsa.
Lo que se vive dentro del Gobierno en relación con la salud de la jefa de Estado está acorde con lo que ha sido su estilo de gestión. Ningún ministro tiene información directa sobre este delicado asunto. Los únicos que tienen acceso a ello son sus familiares más cercanos y el secretario de Legal y Técnica, Carlos Zannini.
La observancia por parte de la paciente del reposo indicado por el doctor Facundo Manes es estricta. Fernández de Kirchner pasa horas viendo películas y goza de muy buen humor. Está más tranquila. Hasta aquí, Manes la ha visitado casi a diario. La extracción de puntos se realizó sin inconvenientes. La tomografía computada de control, efectuada el miércoles 23 por la noche, mostró una buena evolución del posoperatorio, con una adecuada expansión del tejido cerebral en la zona frontotemporal derecha.
Desde el punto de vista cardiológico, la tarea de los estudios ha estado encabezada por un equipo integrado por los doctores Francisco Klein, Ramiro Sánchez, experto en hipertensión arterial de reconocimiento internacional, y Oscar Mendiz, quien hizo la coronariografía. El parte médico que se dio a conocer confirmó la información consignada en esta columna referida a ese procedimiento y al bloqueo de rama izquierda que padece el corazón de la Presidenta. En estos momentos, esa patología no representa ningún riesgo, por lo que la eventualidad de tener que colocarle un marcapaso no parece ser algo del presente.
En el comunicado se hace hincapié sobre el problema crónico que padece la paciente y que genera una lógica inquietud en los especialistas que la atienden: la lipotimia. El porqué es sencillo: una lipotimia (hipotensión) podría producir mareos o desvanecimientos que acaben con la Presidenta golpeando otra vez su cabeza. Y ésta es una circunstancia sobre la que, de ahora en más, deberá extremar los cuidados, ya que ello puede dar origen a la repetición del hematoma subdural u otros sangrados intracraneanos.
En medio de todas estas alternativas, una pregunta carcome los espíritus y las mentes de muchos funcionarios y líderes del oficialismo: ¿la Presidenta vuelve? Todos lo van a negar, pero es el interrogante que recorre los pasillos del poder.
Hay una frase del parte médico del miércoles que no ha sido puesta por casualidad y que arroja luz sobre la vida futura de Fernández de Kirchner. Dice así: “Continuará con reposo hasta que se cumplan los treinta días de cirugía, realizándose oportunamente nueva evaluación (N. de A.: una nueva tomografía computada de cerebro). Puede realizar caminatas pero no ejercicios que requieran un importante esfuerzo físico, y deberá evitar las exposiciones de estrés”.
En principio, se descarta cualquier posibilidad de que la Presidenta reasuma sus tareas antes de pasados los treinta días de la operación, que se cumplirán el viernes 8 de noviembre. ¿El aislamiento total durará hasta entonces? Es poco probable. ¿Cómo será el reingreso de Fernández de Kirchner a la plena realidad? Es posible que a partir de la semana que viene se le empiece a autorizar algún contacto lento y paulatino con asuntos de gobierno que no representen grandes problemas. ¿Cómo será el después del día treinta? Exponer a la Presidenta a un contacto brusco con la realidad sería como dejar a una persona ante un dique cuyas compuertas se han abierto de repente. ¿Cómo hacer que ello no ocurra? ¿Cómo lograr que alguien con una personalidad tan impulsiva como la de ella no quede expuesta a situaciones que den pie a sus reacciones explosivas? ¿Cómo hacer para que algunas de sus conductas, tan proclives a la irascibilidad, cambien? Sus médicos son conscientes de ello y deben estar hablando con la paciente al respecto. Un profesional de la jerarquía de Manes, que se especializa en los temas del conocimiento y los comportamientos en los que confluyen la neurología y la psiquiatría, debe estar abocado a esa tarea. La cuestión es delicada y difícil.
El poder, de cualquier tipo, expone a la persona que lo posee a situaciones de estrés. El poder político navega en medio de conflictos todo el tiempo. Los dos años finales del actual gobierno no serán fáciles. Desde el punto de vista médico, seguramente no habrá ningún impedimento para que la Presidenta vuelva a hacerse cargo de la gestión. Pero, por su bien, su conducta debería ser diferente frente a las tensiones que tendrá que enfrentar. A esos fines, lo más importante va a ser la decisión personal que tome Fernández de Kirchner, que hasta aquí ha sido una muy buena paciente, de encarar estos cambios. Sin ello y sin una voluntad para generar una modificación en su vida, no habrá posibilidad de disminuir el nivel de estrés al que se verá sometida.
¿Nos encontraremos ante una persona distinta no en sus convicciones pero sí en sus reacciones? ¿Diferente en su forma de relacionarse con sus funcionarios y con los que no piensan como ella? ¿Menos confrontativa y más abierta al diálogo? Son éstas algunas de las preguntas que plantea el futuro inmediato. Ojalá la Presidenta encare esta nueva etapa de su vida con plena observancia de los consejos de los médicos que la han tratado en este delicado trance que ha debido atravesar y que aún no está concluido. De ello dependerá, al fin y al cabo, su vida.
Producción periodística: Guido Baistrocchi.