El sciolismo está convencido de que gana en primera vuelta por el 45% de los votos (y no por el 40 con diez puntos de diferencia) porque tras las PASO los votos del Frente Renovador se irían por partes iguales a los dos candidatos más votados, y Scioli tiene varios puntos de ventaja sobre Macri (ésas no son las encuestas del PRO). Y de que los ataques de Randazzo no hacen más que agregarle votos a Scioli entre quienes no simpatizan con el kirchnerismo, y tampoco modifican la necesidad que tendrán los kirchneristas de votar por él tras las PASO.
Piensan que a veces gana por izquierda y otras gana por derecha, pero siempre gana (la premeditación mística en la que cree el propio Scioli sobre su destino marcado). Envalentonados, se ríen de gran parte de la prensa opositora que lo criticaba por no haberse plegado a la liga anti K en 2013 y creía que su futuro político iba a ser sepultado por el éxito arrollador de Massa.
Vale asistir a la hora completa de grabación del discurso de Randazzo en Carta Abierta (https://www.youtube.com/watch?v=3rNQZrRC-W0) para observar que su mención del proyecto manco podría también haber sido un acto fallido (hubo otros dos fallidos contra Néstor y Cristina Kirchner), lo que no exime de responsabilidad a su inconsciente, que igual tenía a Scioli presente, pero tiene razón al decir que Rabolini tendría que haberse escandalizado más cuando el doble de Scioli en el programa de Tinelli, con un brazo ortopédico que se extendía, le tocaba la cola al bailar.
En Carta Abierta, Randazzo fue explícito al decir que si él no hubiera mantenido su candidatura “Scioli iba a empezar a acumular absolutamente todo el espacio (K) sin dejar representado a este (otro) gran espacio que es mucho más (porque) el kirch-nerismo es más que el peronismo (ya que) se puede ser kirchnerista sin ser peronista, pero lo que no se puede es ser peronista sin ser kirchnerista, porque éste es el gobierno más peronista que hubo”.
Los ataques actuales de Randazzo a Scioli y su persistencia en competir para presidente en las PASO del Frente para la Victoria lucen como una forma de estirar dos meses más la centralidad de Cristina Kirchner, algo que la oficialización de la candidatura de Scioli le hubiera restado. Y agregarle presión a la negociación en el armado de listas –que finalmente serían comunes a los dos competidores (ver página 2 en PERFIL de hoy)– y los compromisos post electorales. El esfuerzo fundamental del kirchnerismo se centra en condicionar a una futura presidencia de Scioli con nombramientos técnicos estables hasta 2017 y 2019 y con la mayor cantidad de legisladores disciplinados a Cristina.
Pero lo que verdaderamente producirá la diferencia será lo que haga la propia Presidenta cuando deje de serlo. Si ella aspirara a una tarea más relajada, a descansar después de 12 años de vértigo, y se postulara a legisladora del Parlasur asumiendo recién en 2020, y se pasara la mayor parte del tiempo en El Calafate, probablemente Scioli iría cooptándole su estructura y terminaría como en “Dialéctica del amo y del esclavo”, donde Hegel explicó el origen de las relaciones humanas a través del laborioso esclavo que, desarrollando conocimiento en el hacer frente a un amo holgazán, termina matándolo para sustituirlo.
Pero si Cristina decidiera presentarse como candidata a diputada por la provincia de Buenos Aires y mudara su oficina de Olivos al Congreso, yendo todos los días para llamar personalmente a sus legisladores tomándoles asistencia y examen, esa Cristina Kirchner podría pasar a ser la verdadera jefa de Estado y, en ese caso, Scioli se transformaría en el Medvédev de Putin, una forma de testaferro en la presidencia.
Estas hipótesis opuestas pueden no ser contradictorias porque se fundan en el mismo pragmatismo histórico de Scioli. Algo que con igual determinación podría llevarlo a ser en 2016 un disciplinado discípulo, como lo ha venido siendo en los 12 años de kirchnerismo, mientras la relación de fuerza no estuviera claramente a su favor, pero también un cruel defenestrador de su maestra, a quien no vacilaría en enviar presa, y a devolverles a los K sapo por sapo de los que tuvo que comerse en todos estos años, si la situación le diera a él mismo todo el poder.
Es la lógica militar de aquel que acepta que el superior sea cruel con él, pero cuando él es el superior pasa a ser igualmente cruel con quien está por debajo de su jerarquía.
Los dos Scioli posibles: el caballo de Troya del kirchnerismo usado como simple continente para mantener su contenido, o el Scioli conde de Montecristo, que con recursos se dedica a ser el mejor vengador.
Sun Tzu, en el El arte de la guerra, decía que no hay general cobarde ni general valiente, que sólo haría falta que la suficiente cantidad de soldados del general valiente se pasaran al bando del general cobarde para que el general valiente se convirtiera en cobarde y el general cobarde se convirtiera en valiente.
Hay quienes imaginan un Scioli presidente de transición sin que haya ningún traumatismo anti K ni sea un títere de los K. Pero la historia muestra que las fuerzas de la situación a veces obligan a los actores a tener que ubicarse en los extremos de agresión o sumisión para sobrevivir.