COLUMNISTAS
la flecha y el blanco

El show del congelamiento

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Dicen que la mejor manera de acertar siempre en el blanco es disparar primero, y argumentar luego que “el blanco” era el lugar en donde se clavó la flecha.

El Gobierno fracasó en su política antiinflacionaria o, mejor dicho, nunca tuvo una política contra el aumento sostenido y generalizado de los precios.

Primero modificó arbitrariamente el cálculo del Indice de Precios al Consumidor. Luego aplicó, en un grupo específico de bienes y servicios, en algunos mercados agropecuarios y en el sector de la energía y el transporte, una  particular mezcla de restricciones, autorizaciones de aumentos diferenciados, impuestos, subsidios, etcétera. 

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Por supuesto que estas medidas, más allá de concentrar mercados favoreciendo a grandes empresas y cadenas, desalentar la producción y la inversión en energía y en ciertos productos del agro, espiralizar el gasto público en subsidios, crear una distorsión fenomenal de precios relativos, y ganancias y pérdidas extraordinarias, no impidieron que la tasa de inflación anual sea un número de dos cifras que empieza con “2”.

Puede ser que todas estas medidas hayan evitado una aceleración de algunos precios, pero lo cierto es que la inflación es un fenómeno macroeconómico y no sectorial y, por lo tanto, sólo admite soluciones macroeconómicas derivadas de la política fiscal, monetaria y cambiaria y no depende de lo que se haga en la Secretaría de Comercio, por más eficientes que sean sus funcionarios.

Pero al Gobierno nunca le interesó hacer una política contra la inflación. Porque la inflación, hasta hace poco, resultó funcional al programa populista: el impuesto inflacionario explícito, o el implícito en la falta de ajustes del impuesto a las ganancias y en el componente “nominal” de los impuestos al consumo, forman parte del “cierre” de las cuentas públicas.

Desde el relato, se justificaba la inflación con el falso dilema de “baja inflación o alto crecimiento”, cuando, como lo prueban la mayoría de los países de la región, se puede tener ambas cosas.

Sólo ahora que las encuestas muestran que la inflación ha escalado en la preocupación de la gente y con bajo crecimiento, el falso dilema mencionado no se sostiene. La Presidenta, sin reconocer que nos han mentido en la evolución de los precios, intenta mostrar cierta preocupación por la inflación.

Obviamente, como el Gobierno no piensa cambiar su política macroeconómica, al menos antes de las elecciones, lo único que puede hacer, con el tema inflacionario, es lo mismo que ha hecho con otros temas que preocupan a la población, montar un espectáculo para publicitar en Fútbol para Todos.

Pero no puede sumar un nuevo fracaso en algo tan sensible. Por lo tanto, elige congelar un conjunto de precios que ya estaban congelados, acordando con un grupo de empresas, con las que ya había acordado. Es decir elige como blanco, el lugar donde ya cayó la flecha.

Y como está en campaña electoral, necesita inventar una nueva “batalla épica” con organizaciones afines e intendentes que muestren que el Gobierno y sus amigos se “ocupan” del tema inflacionario que tanto le preocupa a la gente.

Simultáneamente, el Gobierno se apura en mostrar datos negativos de actividad, empleo, ventas, de los primeros meses de este año, desde el propio Indec, para que cuando se anuncien los buenos números del segundo trimestre (superiores seguramente al desastroso segundo trimestre del año pasado), que serán los últimos datos a difundir previos a las elecciones, pueda presentar otro éxito más, contra los “profetas del desánimo”.

A la vez que tendrán plena vigencia los incrementos de subsidios anunciados, junto a los aumentos salariales cerrados durante el mes que acaba de terminar. A ello habrá que sumarle algo de Cedines en el mercado inmobiliario, (¿y en algún otro mercado, como para arreglar algunas cuestiones sectoriales?) y alguna recuperación de reservas, vía el nuevo bono, “apretando” a los empresarios amigos para que devuelvan algo de lo que se “llevaron con pala”.

Pero, insisto, como la Argentina lo que tiene hoy es un enorme problema de desequilibrios macroeconómicos, que no se arreglan, ni con show, ni con aprietes, ni con militantes, ni con inspectores, los verdaderos problemas de la economía argentina sólo se podrán maquillar y disimular por un rato. El rato necesario para que siga el show.