COLUMNISTAS

El silencio es salud

Silencio en la noche, el músculo duerme, la pasión descansa.” No se dieron por aludidas, naturalmente, las Madres de Plaza de Mayo.

Pepe150
|

Silencio en la noche, el músculo duerme, la pasión descansa.” No se dieron por aludidas, naturalmente, las Madres de Plaza de Mayo. Tampoco se anoticiaron las de la Línea Fundadora. En las Abuelas, nadie reconoció haberse enterado. Igual y comprensible ausencia de parte del CELS, cuyo presidente es Horacio Verbitsky. Mutis por el foro de los otros grupos afines. Los presidentes de las comisiones de Defensa del Congreso (el diputado peronista Jorge Villaverde y la senadora kirchnerista Marita Perceval) cerraron sus bocas. Ni una palabra del secretario de Derechos Humanos, Eduardo L. Duhalde. Tampoco profirió palabra la ministra Nilda Garré, que no sabe qué es un fusil FAL y tampoco de este caso.
Sin embargo, el garrotazo fue ineludible; de modo que ignorarlo era, sencillamente, imposible.
En su edición del domingo 5 de agosto, PERFIL publicó en su cuerpo principal una nota de tres páginas. Informaba que el actual director de Planeamiento del Ejército, general de División Jorge A. Tereso, fue ascendido en 2005 a su grado actual por el presidente Néstor Kirchner, pese a haber sido condecorado en 1979 por el entonces jefe de la Armada, el ex almirante Emilio Massera, por su actuación en la llamada Fuerza de Tareas 3.3., de la Escuela de Mecánica de la Armada (ESMA), entre 1976 y 1978.
En esa extensa investigación, PERFIL comprobó que Tereso, entonces teniente 1º, fue condecorado por Massera con el aval personal de Carlos G. Suárez Mason.
Tereso fue designado general de División por Kirchner un año después de que fue cancelada su designación como secretario general del Ejército, cargo al que llegó de la mano del jefe del Arma nombrado por el Presidente, teniente general Roberto F. Bendini.
Así, PERFIL comprobó que, como teniente 1º, Tereso participó del Grupo de Tareas 3.3., de la ESMA, durante los peores años de la guerra sucia contra la subversión. En ese GT, emblema del terror de Estado, se desenvolvieron, entre otros, Pernías, Acosta y Astiz, del grupo involucrado en el enfrentamiento que terminó con la vida de Rodolfo J. Walsh, cuyos restos nunca aparecieron.
La revelación de este diario se produjo al verificar que, en su edición 4.254, el Boletín Público del Ejército (BPE) incluyó el 13 de junio de 1979 en su página 434 el texto firmado por el entonces general Suárez Mason, autorizando a Tereso y otros oficiales a aceptar la medalla de Massera, distinción denominada “Honor al Valor en Combate”.
Impresiona que esto suceda en medio del silencio de quienes descalifican los logros de anteriores gobiernos democráticos. Los estigmatizan, adjudicándoles sostener una supuesta teoría de “los dos demonios”. Proclaman que en la Argentina la impunidad en materia de derechos humanos terminó recién a partir de mayo de 2003, cuando Kirchner llegó al poder.
Barruntemos conjeturas pero, antes, digamos lo más acuciante: haber participado del Grupo de Tareas de la ESMA no fue un destino protocolar o un refugio tranquilizante. Esos hombres agrupados por la Armada eran la punta de diamante de la batalla contrarrevolucionaria y sus actividades fueron clandestinas y extremadamente violentas.
Amparados en el anonimato, trabajaron para Massera en la más oscura y sórdida de las misiones. Secuestraron, torturaron y mataron. Luchaban contra guerrilleros, terroristas y subversivos, desde luego, no contra boy scouts; pero lo hicieron de la peor y más repudiable manera, al margen de la ley y de las normas civilizadas. Que un teniente 1º del Ejército que integró esa banda haya permanecido luego en actividad durante 30 años, y hoy siga prestando funciones relevantes en un Ejército a cuya cúpula anterior barrió Kirchner al asumir, en 2003, por “procesista”, es algo llamativo.
Si este gobierno no sabía hasta el 5 de agosto que un general promovido por Kirchner era un condecorado por Massera, ¿por qué no lo relevó de inmediato, al enterarse, admitiendo que la prueba era contundente? Hacerlo, claro, equivalía a ratificar la torpe incompetencia de Bendini, o algo peor, que Tereso fue sostenido por Bendini. Pero lo bochornoso es fingir que el hecho no existió.
El gobierno de Kirchner ha vivido haciéndose buches con su presunta implacabilidad en materia de juzgamiento de lo sucedido en los años 70.
Ese es su rasgo peculiar, su sobreactuación. Se ha autoproclamado inventor del verdadero fin de la impunidad, mientras que un oficial como el general Tereso ocupa su cargo en el 5º piso del edificio del Estado Mayor General, Azopardo 250, a escasos metros desde donde atiende, desde el 1º de diciembre de 2005, la ministra de Defensa de Kirchner, Nilda Garré.
Nadie, no al menos este reportero, puede suponer que exista una justicia absoluta e implacable, para todos, todo el tiempo y en todo lugar. No creo que eso sea posible. Lo que subleva es que el rasero ideológico con el cual se aniquila y desvaloriza, desde una pétrea ortodoxia, lo acumulado por una sociedad en su trabajosa historia se aplique para consumar la jactanciosa pretensión adánica de haber comenzado la Historia, con mayúscula.
Tereso, condecorado por Massera por sus labores en la ESMA, es general de División por decisión de Kirchner. Lo grave es que los organismos de derechos humanos, sabedores de tan lúgubre verdad, se callen la boca pretendiendo que, como en el INDEC de hoy, lo que no se menciona no existe.
Como ya se ha dicho aquí, es otra malvada pero reveladora mueca del destino que un condecorado integrante del Grupo de Tareas de la ESMA comparta el mismo techo con la ministra de un presidente que, el 24 de marzo de 2004 y desde la ESMA, dijo, furioso: “Vengo a pedir perdón de parte del Estado nacional por la vergüenza de haber callado, durante 20 años de democracia, tantas atrocidades”.
Los que ahora se callan no deberían haberle puesto precio a su silencio.