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¿HABRA PLAN "FORCE"?

El sueño de sacar la torta lista

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El cierre de la planta de servilletas y papel higiénico de Kimberly Clark en Bernal, que dejó 200 despidos esta semana, es parte de un increíble plan de ajuste global que lleva adelante la compañía nacida en 1872 en Wisconsin, Estados Unidos. Ante los malos resultados que venían mostrando los balances, en 2018 la empresa decidió cerrar o vender todas las unidades que generaban retornos bajos y no representaban en total más del 1% de los ingresos. En línea con la historia de una empresa que se hizo fuerte proveyendo algodón al ejército estadounidense en la Primera Guerra Mundial, hace casi dos años lanzó el plan Force: Focused on Reducing Costs Everywhere, que en español significa “enfocados en reducir costos en todas partes”. Ya consiguió ahorrar casi US$ 195 millones y aspira a recortar casi US$ 600 millones hacia 2021. El mercado financiero celebra el ajuste: la acción de la compañía crece en el primer semestre un 13%, por arriba del promedio del 10% del resto de las empresas del sector.

Cuando el candidato del Frente de Todos, Alberto Fernández, dijo hace unos días que piensa en un modelo “a la uruguaya” para negociar la deuda con los acreedores, surgió como pregunta válida si se refería únicamente al arreglo amistoso que consiguió el país vecino en 2002 o bien si también incluía el propio plan Force a la Kimberly Clark que tuvo que aplicar el Partido Colorado para mostrar un superávit fiscal primario de 3 puntos del PBI después de devaluar 100% y cobrarles 10% de impuestos a todos los salarios públicos y privados. “Si usted ganaba 100, pasó a ganar 90; hubo deterioro social y el entonces presidente, Jorge Batlle, perdió las elecciones”, recuerda Carlos Sténeri, negociador por entonces, que refuerza: “Después el Frente Amplio siguió los lineamientos generales y mantuvo el equilibrio fiscal”, agrega.

Algo similar también puede preguntarse de cuando Alberto F se saca fotos en Lisboa con el primer ministro Antonio Costa y agita la idea del milagro portugués para el vínculo con el Fondo Monetario Internacional (FMI). ¿Está mirando solo las medidas expansivas de 2014 o el tremendo recorte del gasto público que bajó  el déficit primario de 8,5% a 0,6% del PBI entre 2010 y 2013? La duda es si el posible jefe de Estado tiene sólo la fantasía de sacar la torta ya lista del horno, como hacen los canales de cocina en el final de los programas, o si también está avisando que incluirá los pasos previos de las recetas que cita, que incluyen el riesgo de quemarse en la preparación.

Las “ideas albertistas” que está repitiendo el economista Matías Kulfas en encuentros con empresarios y que repetirá mañana en una convocatoria del Grupo Clarín que cerrará junto al ministro de Hacienda, Hernán Lacunza, muestran que la mente de Fernández es tratar de pararse en los activos de la economía de Néstor Kirchner allá por 2005 y 2006, antes, hay que decirlo, de que fallara el penal más importante de su gestión: cuando con superávits gemelos, con la deuda renegociada, acumulando reservas gracias a la soja récord, con la economía en crecimiento y aún con baja inflación, decidió acumular poder consumiéndose todo y la tiró afuera.

El tema es que ningún botón “deshacer” te lleva hoy a esas condiciones.

“Lo que hay que hacer es bajar la expectativa”. Esa frase es la que más repiten en la sede de la calle México los que miran más los números que los eslóganes de la campaña. Hablan de no incentivar más la ilusión de un 2003 de rebote rápido porque el enjambre de variables que deberán encastrar para que la cosa no vuele por el aire es tanto y tan difícil que ni un Messi de los Rasti la tendría cómoda. “El primer objetivo es la estabilización y no el crecimiento”, es un mantra con el que quieren convencer a las bases, para evitar desilusiones cuando vean que un camino posible es que se congele la distribución del ingreso (y no que mejore rápido), que las tarifas, aunque menos de lo que lo vienen haciendo, igual suban, y que hasta en un primer momento un flamante presidente del kirchnerismo tenga que mencionar dos palabras malditas como “reforma previsional”.

Cachanosky ve el oso

Ya hay varias ideas que buscarán limitar la actual indexación de las jubilaciones porque, entienden cerca del futuro mandatario, “no es sostenible” en el tiempo. Algunos esperan que la Corte Suprema les tire un centro y voltee la fórmula nacida en diciembre de 2017, lo cual sería una gran foto argenta, porque una ley duraría menos que lo que por ahora tardan en encontrar a un manifestante que usó un mortero casero al protestar contra su sanción; otros proponen que se mande al Congreso una alternativa. Una variante la preparó el ex viceministro de Economía de Cristina Kirchner, Emmanuel Alvarez Agis. Plantea que cuando la recaudación supere por 10 puntos a la inflación, haya un porcentaje de aumento extra a modo de premio, pero con un tope que deberá definirse. El secreto es que lo piensa también para beneficiarios de la AUH y hasta para empleados públicos (¿y las paritarias?). Así le pondría un techo a la evolución del 75% del gasto público. La idea incluye también que, como en Portugal, la edad jubilatoria se actualice automáticamente por la esperanza de vida.

Con estos bardos en mente aterrizará este año Fernández en el Coloquio de IDEA, el encuentro empresarial que repelió el kirchnerismo justamente desde 2005, cuando Alfredo Coto advirtió que se venían dos dígitos de inflación. Allí completará el reconciliación tour, que había empezado con la visita al ciclo de Democracia y Desarrollo de Clarín y siguió esta semana con su paso por la Fundación Mediterránea que parió a Domingo Cavallo. Los ejecutivos, en tanto, son los más lindos del mundo. Jugaron a full con Macri al nivel de que el título de 2018 parecía hecho por el PRO: “Cambio cultural. Soy yo y es ahora”. Pero este año, ya giraron. Se llama “A los hechos” y preparan una apertura con el foco en superar la grieta.