Lo menos que se puede esperar de lo que será el post kirchnerismo es que no sea el pre kirchnerismo: todo eso que había antes y que vimos retroceder. Es decir, que no vuelvan la impunidad para los criminales de la dictadura militar, los proyectos inmobiliarios de lujo para el predio de la ESMA, la genuflexión ante los organismos internacionales de crédito con tal de no quedar “afuera del mundo”, la minimización o la supresión total de la función social del Estado, el mito de la absoluta identificación entre Sociedad Rural y patria, la regulación eclesiástica del deseo y su derivación en el sistema jurídico, la presunción de que una actitud y una imagen pueden ocupar el lugar de un proyecto político.
Y lo menos que se puede esperar de lo que será el post kirchnerismo es que no sea más kirchnerismo: lo mismo con otro aspecto. Esto es, que los límites a ciertos grupos de interés y de poder, escabrosos o nauseabundos, no se tracen a favor de otros grupos de interés y de poder no menos escabrosos ni menos nauseabundos. Que el desplante a los organismos de crédito no consista en pagar la deuda aun en esa porción que fue contraída por gobiernos de facto. Que no pueda decirse más, como fue dicho la otra noche en Tecnópolis, de los empresarios argentinos, que en estos años “ganaron todos”, y menos sin especificar quiénes pierden cuando esos ganan. Que la turbia burocracia sindical, con su siniestra combinación de componendas y patotas, no se imponga a los que luchan de verdad por la causa de los trabajadores, aun al precio de cobrarse vidas, como la de Mariano Ferreyra por caso.
Hay datos alentadores sobre el crecimiento en el país del Frente de Izquierda y de los Trabajadores. Esa clase de post kirchnerismo no sería kirchnerismo, pero pre kirchnerismo tampoco. Es el tamaño de mi esperanza, si se me permite la cita impropia.
*Escritor.