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El travelling de Baglietto

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Daniel Guebel me contó que no pudo terminar una novela de Ian Mc Ewan porque en ella un padre entraba a un supermercado con su hija y la perdía para siempre. Me dijo que él, que era padre, no podía soportar ese tipo de ficciones. Cuando tuve a mi hija Ana me acordé de Guebel: tenía razón. Y me acordé también de una época en la que existían los psicobolches y de una de sus canciones himno: Era en abril, que cantaba Juan Carlos Baglietto en su famoso disco debut Tiempos difíciles. Fue el disco que impulsó a la nueva trova rosarina y estaba hecho con varias canciones deprimentes. Los psicobolches, cuando te presentaban a su novia te decían “mi compañera”. Andaban con Las venas abiertas de América Latina en el morral y esperaban la llegada de Silvio y Pablo a Obras. Hoy, el psicobolchismo mutó en cierta manera de ser kirchnerista; es decir: sólo la retórica revolucionaria por fuera, por dentro, el mismo conservadurismo de la derecha ligth. Pero Era en abril era lo peor. No sólo porque el tema de la muerte de un niño es horrible, sino porque los versos de la canción parecían padecer de cierto esteticismo que iba en contra de semejante dolor. Cuando se te muere un hijo quedás liquidado: no decís “No pudo llenarse la boca de voz, apenas vació el vientre de mi dulce amor” o “Enorme y azul la vida se le dio, no pudo tomarla, no pudo tomarla, de tan pequeño”. Cuando la escuché por primera vez, conjeturé que al autor del tema seguramente no se le había muerto un hijo, y que era, en realidad, un ejercicio retórico. Como el travelling de Kapò al que Jacques Rivette destroza: “Observen en Kapò el plano en que Riva se suicida arrojándose sobre los alambres de púas electrificados: el hombre que en ese momento decide hacer un travelling hacia adelante para encuadrar el cadáver en contrapicado, teniendo el cuidado de inscribir la mano exactamente levantada en un ángulo del encuadre final, ese hombre merece el más profundo desprecio”.