Los problemas que tenemos van a seguir estando, pero somos un poco más felices”. Sabiamente Lionel Scaloni expresó, con pocas palabras la realidad.
Lo hecho por la selección argentina de fútbol refleja a la vez una virtud (la suya) y también resalta una enorme falencia: la del gobierno. El grupo de futbolistas que cumplieron una real hazaña, ser los mejores del mundo, demostraron el valor de ser un equipo, mucho más allá que constituir un grupo, que muchas veces puede ser una heterogénea conjunción de personas, sin un objetivo común.
La selección fue una sola fuerza, por la unión de jugadores, técnicos y dirigentes, en base a un plan inteligentemente concebido, y donde cada uno, cumpliendo su respectivo rol, desempeñado en forma superlativa, les permitió acceder a la cima mundial .
Todo ello conformando la antítesis de lo que resulta ser el actual gobierno en sus distintos estamentos. Esa es la enorme diferencia.
La selección nacional nos dio a los argentinos un recreo, un descanso en un periplo descendente de angustia, tristeza y desesperanza. Pudimos celebrar.
Un remanso en un rio revuelto desde hace tanto tiempo. Alegría muy bienvenida por lo necesaria… pero lamentablemente la otra realidad, la de todos los días, permanece incólume.
Quedaron transitoriamente relegadas la agobiante inflación, la inseguridad, el desprecio a la institucionalidad, la inacción legislativa o los ataques al Poder Judicial. Lo mismo que los muy recientes anuncios de marchas y concentraciones frente a locales de cadenas de supermercados convocadas por organizaciones sociales, o los insoportables acampes y piquetes diarios, que martirizan a la población que trabaja, impidiéndole acceder a sus obligaciones.
Siguen sacudiendo a los argentinos los dislates gubernamentales. Como una nueva muestra, y en consonancia con su desprecio a la actividad productiva, el Gobierno decretó, con el pretexto de homenajear a la selección, un absurdo feriado nacional (uno más entre incontables) en una demostración de su desprecio, al igual que los piquetes, por la cultura del trabajo.
No obstante, la reflexión inevitable es la certeza de la afirmación de Scaloni: La pregunta que se debe estar haciendo el Gobierno y también la sufrida población argentina es cuánto va a durar esta sensación de que “somos un poco más felices”.
A juicio de las principales encuestas de opinión, con diferencias de grado, el anestésico será relativamente efímero y la dura realidad seguirá confirmando que el Presidente tiene solo el 17% de adhesión nacional y que en la Capital Federal, ese número se reduce a 12%, mientras que la imagen negativa de la vicepresidente pasó del 52% al 59%, la peor medición registrada en los últimos 15 años, a despecho de los triunfos deportivos. (La nación 19-12-22)
En este contexto, un informe del muy poderoso e influyente medio británico The Economist, en un análisis crítico del devenir argentino, evoca que en 1914 Argentina era uno de los diez países más ricos del mundo, a mediados de los setenta seguía siendo un país predominantemente de clase media, mientras que en la actualidad la mitad de la población se encuentra sumergida en la pobreza y uno de cada diez argentinos, aproximadamente, se encuentra en la indigencia, esto es no poder acceder a una mínima alimentación diaria, agregando que a pesar que la economía se sostiene gracias a una batería de controles de precios y multiples mercados de cambios, no logra evitar que la inflación habrá de rozar el 100% este año, y que el peso argentino vale menos de una cuarta parte de lo que era hace tres años. (La nación 19-12-22)
La selección argentina de fútbol concretó una memorable hazaña. Pero no existen en el elenco gubernamental, desafortunadamente, planes consistentes ni un Scaloni o un Messi en condiciones de forjar el milagro de cambiar el país que les tocó.
El valor del equipo existió en el fútbol, pero brilla por su ausencia en el gobierno.
Nada nuevo.
*Economista. Presidente honorario de la Fundación Grameen Argentina.