COLUMNISTAS
EL ARBITRAJE argentino, sin signos de cambios

El viejo y querido pato criollo

Jorge Enrique Romo jamás soñó cuando era un chico, a comienzos de los años 50, que alguna vez dirigiría los destinos y la conducta de los árbitros de nuestro fútbol.

1107fucks
|

Jorge Enrique Romo jamás soñó cuando era un chico, a comienzos de los años 50, que alguna vez dirigiría los destinos y la conducta de los árbitros de nuestro fútbol. Este hombre de pelo negro, con algunas canas que van platinándole la sien, entró a trabajar en 1968 a la siderúrgica Acindar, empresa argentina de chimeneas humeantes que daba trabajo a miles y miles de argentinos y que el brutal neoliberalismo de los 90 se lo entregó a un monstruo de la siderurgia mundial. Pero la Acindar en la que el joven Romo entró como vendedor era bien criolla. Y las empresas nacionales hacían escuela. Jorge Romo tomó para sí lo aprendido en esos años y abrió un negocio propio, por supuesto vinculado a los hierros. Una tarde llegó hasta la calle Independencia, “al fondo”, en Sarandí. Miró impresionado hacia la parte alta del frente del corralón de materiales. “Lombardi y Grondona”, se leía en el cartel. Dejemos el “Lombardi” de lado y concentrémonos en Romo y la parte “Grondona” del letrero.

La parte comercial de “Lombardi y Grondona” y Romo funcionaba muy bien. Y como el corralón se convirtió en un cliente importante VIP, el joven Romo decidió visitarlo personalmente. Primero, porque el ojo del amo engorda el ganado y cuando uno se ocupa en persona, los negocios suelen terminar mejor que con un enviado. Y segundo, porque a Romo lo apasionaba el fútbol. Entonces, se hizo amigo de Don Julio y le contó de su simpatía por Lanús y su breve paso como dirigente granate de cuarto orden. La amistad prosperó a tal punto, que una tarde de 1983, en la oficina de su empresa familiar, Grondona le ofreció a Jorge Romo un puesto en el Departamento de Relaciones Públicas de la AFA. Enseguida, le dieron una oficina en el edificio de la calle Viamonte y, en 1986 llegó al Consejo Federal.

Esto no les gusta a los autoritarios
El ejercicio del periodismo profesional y crítico es un pilar fundamental de la democracia. Por eso molesta a quienes creen ser los dueños de la verdad.
Hoy más que nunca Suscribite

El Consejo Federal es la rama de la AFA que se ocupa del fútbol del interior. Allí, Romo vio a árbitros sin el adecuado nivel para estar en Primera División. Eran tiempos en los que al Colegio lo presidía Eduardo Furlani. Romo le apuntó y no paró hasta derrocarlo en 1990. Romo estuvo en la presidencia del Colegio desde el 90 hasta fines de 2009. Lo curioso es que Romo jamás fue árbitro. Después de veinte años en el cargo, Grondona lo reemplazó hace unos días con un antiguo empleado de AFA llamado Roberto Lorenzo. Pero Romo sigue firme en su puesto, porque Lorenzo no aceptó el ofrecimiento. Dijo que el arbitraje argentino “era un caos”. Por fin, alguien le dijo que no a Grondona.

Aunque hoy parezca un disparate, Romo llegó en 1990 para “limpiar” el arbitraje. Así se lo pidió Grondona. La irrupción de Javier Castrilli a comienzos de la década anterior no fue casual. Romo venía fastidiado con los árbitros “lights” y de los acomodos de acuerdo al pedido de los clubes. Estaba cansado de ver cómo desfilaban los dirigentes de Boca pidiendo que los dirigiera Lamolina, los de River a Demaro, los de Independiente a Coradina, los de San Lorenzo a Bava o los de Racing a Calabria.

Dos años más tarde (1992), Romo instruyó a los árbitros para que dirigieran con un estilo reglamentarista. Así, en una misma jornada, Castrilli echó a cinco jugadores de River y Hay, a dos de Boca. El Tribunal de Disciplina –el ente afista que peor funciona desde hace añares– sancionó a los futbolistas que participaron de esos hechos con penas leves (recordemos que los jugadores eran de River y Boca...) y los árbitros de las Tres A fueron a un paro en protesta por la “falta de respaldo” en su trabajo.

El SADRA –Sindicato de Arbitros de la República Argentina, creado y aún conducido por el entonces secretario de Trabajo menemista Guillermo Marconi– cubrió con hombres de su gremio los lugares de los huelguistas y, de ahí en más, los del SADRA tuvieron su lugar en Primera, como Atilio Sanabria y Daniel Giménez, que terminaron sus carreras envueltos en escándalos.

River y Boca vieron que con ese nuevo estilo no tendrían ventajas y apuntaron sobre Grondona, que bajó la línea al Colegio. Romo dio marcha atrás, potenció árbitros de estilo permisivo, ambientó la ida de Castrilli y la AFA parió árbitros de estilo más blando con Héctor Baldassi como insignia y otros presentados como los “golden boys” del arbitraje argentino, como en ese momento eran Gustavo Bassi y Gabriel Brazenas.

A esa altura, todo se había desfigurado y Romo asumió conductas que él mismo había criticado de su antecesor Furlani. O sea cambió nombres. Entonces, River presionaba por Ruscio, Boca por Lamolina (más tarde lo haría por Madorrán) y San Lorenzo por Hay. La realidad había superado a Romo.

Los árbitros de hoy son hijos de toda una política equivocada que duró demasiado. Hay campeones (San Lorenzo 95, Racing 2001, Independiente 2002) que están observados por manejos turbios de los arbitrajes y el responsable del Colegio era Romo. Un día, a Grondona le pareció demasiado y lo mandó a un puestito menos comprometido, pero Lorenzo dijo que no, que todo era un desastre y que no se sentía capacitado para arreglarlo.

Entonces, fue ahí cuando Grondona devolvió a su lugar al viejo vendedor de Acindar, el hacedor de todas estas camadas de árbitros cada vez más parecidas, al viejo y querido pato criollo…