El problema no es el déficit primario, dijo la señora Fernández, y tiene toda la razón. Por algo el capitalismo incentiva el uso de tarjetas de crédito, préstamos bancarios, compras hipotecarias, en fin, todo lo que hace que uno pueda comprar aquello para lo cual no tiene dinero suficiente. Por algo los Estados aumentan (controladamente) sus pasivos, que son la llave maestra de la felicidad de todos.
Cuando el zorrito dice “no me gustan las uvas”, ya sabemos que lo que quiere decir es otra cosa.
Gastar un poco de más es necesario para poder seguir adelante, porque uno confía en que hay (debe haber) futuro mejor. Durante el pasado cyber monday yo pude renovar en cuotas fijas el colchón en el que duermo, porque el anterior me estaba destrozando la espalda, después de quince años de sueños intranquilos. Si hubiera seguido la premisa del zorrito, que durmió siempre en cama de oro, no tendría descanso posible, sobre todo hoy, cuando no tengo sino pesadillas.
Por algo el capitalismo incentiva el uso de tarjetas de crédito, préstamos bancarios, compras hipotecarias
Deber o no deber no es el problema, sino quién pagará. Es como si yo contrajera hoy una deuda personal y obligara a mis descendientes y a las personas que para mí trabajan a hacerse cargo del pasivo.
El déficit de hoy, para los argentinos, está formado por puros intereses de una deuda que, se nos dice, esquizofrénicamente, nosotres no debemos tomar: vivamos con lo que tenemos, no aspiremos a más. El zorrito se pone contento porque llegará al final de su temporada de caza, aunque sin haber probado las uvas, que se pudrirán en la rama.