“La fama es cosa propia, para la desgracia o el placer. La gloria, en cambio, es cosa de otros para uno, una atribución, el goce absoluto para el que ya no puede gozar. La gloria es póstuma por definición. Es, por lo tanto, una forma exquisita, por lo discreta, de la miseria”
De ‘Las dos muertes de Gardel’, Horacio Vázquez-Rial (1947)
Los dos están condenados a la idolatría, esa zona oscura del amor donde todo es fantasía e incondicionalidad; es decir, la negación del otro. Viven en los pósters, refugiados en entornos asfixiantes, dudando de casi todo, usando y dejándose usar. Se quisieron, se admiraron y hoy se detestan sin silencios. Con el fanatismo del converso, suelen ensañarse con sus ex, los viejos aliados que ya no defienden su causa. Son dicotómicos. Edifican su vida dividiéndolo todo en dos, en perfecta sintonía con la dialéctica del campo de juego: acá los míos, allá ellos. Blanco o negro. No queda margen para negociar. Quién no juegue sus piernas en cada cruce para respaldar al líder, será un traidor. Y chau.
Maradona y Riquelme, como Néstor Kirchner, duermen con la tranquilidad de que no existe, todavía, una alternativa para ellos. Ningún opositor serio que les haga perder el sueño. El enganche melancólico, por ejemplo, tira de la soga y del otro lado flamea el pobre Jorge Amor Ameal, un presidente débil con una sola chance de mantenerse en el sillón: exhibir ante los socios la medalla de haberlo retenido. Los macristas, en estado de excitación psicomotriz por el salto al vacío de su jefe en la política, sueñan con un regreso sin gloria del hijo de Franco y alientan el despido. Los demás, dudan. El tipo es inmanejable. Sus desplantes, su manera de humillar, sólo a veces sutil, son una amenaza para cualquiera.
Riquelme hace lo que quiere por elección. Maradona, por derecho divino. O al menos eso es lo que le hicieron creer. El martes lo esperaba Grondona para hablar y terminó en Caracas, a los abrazos con Chávez. Mañana o pasado se encontrarán, quién sabe. El Vicepresidente del Mundo, como a él mismo le gusta definirse, se las verá con mucho más que un novato que viene de ser vapuleado en su primera experiencia seria. Maradona, hoy, además de mito nacional, es garantía de los millones del Fútbol para Todos. Por alguna razón de lealtad o conveniencia, el Gobierno decidió mantenerlo en ese lugar y allí se quedará, salvo que el Papa de Viamonte sorprenda con un giro copernicano que, seamos honestos, nadie espera. Y yo, menos.
El año que viene tendremos Copa América y elecciones. Mmm… ¿A quién puede convenirle un cambio, justo ahora? Considerando el sapo que han hecho Cristiano Ronaldo y las otras superstars en Sudáfrica, el negocio de la dupla Maradona-Messi sigue siendo irresistible. ¿Bianchi? ¿Bielsa? ¿Russo? ¿Martino? ¿Van Gaal? Nah... Ninguno califica. ¿Suena ridículo? No más que Ricardo Fort en la tele, o ciertos legisladores vomitando sus prejuicios a la hora de discutir la ley del matrimonio igualitario. Uf. Son tiempos extraños y contradictorios estos, compatriotas.
Riquelme perdió su habitual tono neutro y salió a hablar en directo, furioso, para defender su postura y anteponer un abismo entre él y su interlocutor, Fernando Niembro, que minutos antes había afirmado que “lo de Román está arreglado en un 99 por ciento”. Era un Riquelme inédito; agresivo, pasional. Se le entrecortaba la voz, las frases salían como cañonazos. Me encantó oírlo así, confieso. Creo que si su juego hubiese mantenido un tempo similar, todavía jugaría de titular en el Barça.
Mi jugador es Verón, pero igual reconozco y destaco su convicción para pisarla en la cancha aunque las papas quemen o para jugarse por alguien querido si algo huele mal. Sucedió con su última renuncia a la Selección. No fue otro capricho más: tuvo que ver con la lealtad. Porque cuando los enanitos de PlayStation decidieron cargarse a Coco Basile para abrirle la puerta al fallido Plumereador de Rolls Royces, él no entró en ese juego. Se rebeló. Habló. Acusó. ¡Renunció a jugar un Mundial! Wow. Chapeaux por eso.
¿Qué puede pasar ahora? Lo más probable es que Maradona y Riquelme sigan en sus poltronas hasta 2014. No me sorprende y hasta me parece lógico que suceda. ¡That’s Argentina, folks!
¿Y qué pienso yo? Lo diré una vez más, sin anestesia. La gestión de Maradona fue un espanto y pagarle una millonada por cuatro años a un jugador de 32 años que hace cuatro torneos que camina por la cancha, me parece un exceso imperdonable, se trate de Riquelme o de Rubén Paz, sólo por citar un ejemplo que me comprometa emocionalmente.
Aceptémoslo: Maradona ya no juega ni hace jugar; Riquelme empezó su cuenta regresiva; Messi se pierde si lo largás solo en Buenos Aires; el mate no le gusta a nadie; Gardel no canta cada día mejor; Perón no vuelve y si Evita viviera… Vaya a saber a quién apoyaría.
¿Sueno demasiado duro? ¿Exagerado? ¿Injusto? Quizá. No está tan mal, compatriotas. Es mejor amar por lo que el otro es o ha sido, que por lo que lo forzamos a seguir siendo. Como decía el catalán, nunca es triste la verdad, lo que no tiene es remedio.