La reina de la descortesía, la incivilidad y el maltrato (eso significa la palabra “guarango/a”) volvió a actuar en el terreno que más le gusta: frente a barras bravas de bocas sucias, matones del verbo y el acto, capaces de prepotear a sus vecinos del barrio o patotear a una indefensa periodista. Frente a una plana mayor de aplaudidores, varios de los que se destacaron por su guaranguería en el anterior gobierno. Con una decana de una Facultad de Periodismo que declaró asueto para ir a aclamarla.
Que un/a ex presidente/a transforme una citación judicial en un acto político es guaranguear a la Justicia. Negarse a explicar al juez (es decir, al pueblo) por qué a su criterio no defraudó al Estado en decenas de miles de millones de pesos con su venta de dólares a futuro cuando ya estaba al cierre de su mandato también es una guarangada. Si fuera una ciudadana respetuosa de las leyes y las instituciones, CFK debería haber detallado por qué lo hizo.
La ex presidenta también guarangueó a la historia argentina, comparándose con Hipólito Yrigoyen y Juan Domingo Perón. Yrigoyen murió pobre y Perón, en su exilio, llegó más de una vez a fin de mes gracias a la ayuda del millonario Jorge Antonio: nunca se probó que hubiera robado caudales públicos. Por el contrario, gracias a la herencia de su difunto esposo, CFK se cuenta (según sus propias declaraciones fiscales) entre los ex presidentes más ricos del planeta. Pero la ex presidenta fue más allá: guarangueó a los 12.903.301 ciudadanos que votamos a Mauricio Macri, equiparándonos tácitamente a los militares golpistas. A ella y su banda no los expulsaron del poder antes de terminar su bimandato: se fue a casa porque la Constitución Nacional le impedía ser electa otra vez, como deseaban sus más enfervorizados acólitos hasta 2013. Quizá por eso, mientras que nadie movió un dedo por defender a Yrigoyen y a Perón cuando fueron depuestos, a ella le quedan simpatizantes que amenazan a la democracia republicana si la Justicia avanza en el esclarecimiento de los (aún presuntos) numerosos ilícitos que cometieron ella y su marido en ejercicio del poder.
Su alocución en la improvisada tribuna de la avenida Comodoro Py resume los preceptos básicos del populismo a la Laclau: inventar enemigos imaginarios y tergiversar hasta el Segundo Principio de la Termodinámica. Porque si el actual gobierno tiene que ajustar las cuentas públicas, es por el desbarajuste que dejó el suyo. Pero ella habla como si fuera la inventora del perpetuum mobile: el movimiento perpetuo, la máquina que produce más energía de la que consume. En las oficinas de patentes y marcas del planeta, a los que se presentan con esta clase de inventos se los deriva a hospitales psiquiátricos.
La presunta “inventora” del perpetuum mobile lanzó en esa lluviosa ocasión la propuesta de un “frente ciudadano” opositor al actual gobierno. Lo de “frente” (habida cuenta de una gobernanta tan personalista, soberbia y autoritaria como fue ella) resulta muy poco creíble hasta para los peronistas. Y lo de “ciudadano” (proviniendo de una ciudadana ex presidenta que llegó a musitar el infamante “vamos por todo”) también resulta inverosímil porque hace menos de seis lunas que la ciudadanía argentina eligió otra alternativa que aquel delirio absolutista.
A mi gusto, la primera visita de la ex presidenta a un tribunal tuvo dos perlitas: la más sugestiva es que ella pidió que se suprimiera en el expediente judicial su segundo nombre, Elisabet. Gugleo y encuentro que este nombre podría significar “aquella que su Dios es la abundancia”. A la “abogada exitosa”, la funcionaria que le tomaba declaración tuvo que recordarle que así reza en su documento de identidad 10.433.615. Ni siquiera los reyes, al menos en las monarquías parlamentarias, pueden cambiarse el nombre. Pero quizás ese gesto oculta un deseo: que a la etapa pública del cristinismo le suceda un más discreto y largo período de elisabetismo. La otra perlita es que el menemista-chavista-guevarista Diego Maradona haya salido a decir: “Todo mi apoyo a Cristina y aguante La Cámpora”. Vueltas tiene la vida: hace casi veinte años, equiparaba al entonces presidente de Boca Juniors con el difunto cartonero Rafael Báez, que decía haber visto cómo Carlos Monzón mataba a su mujer. Hoy otro Báez anda preso y aquel ex directivo de Boca preside el país. Lo invariable es la incontinencia verbal de ciertos personajes.
*Periodista. Autor de Guarangadas K.