COLUMNISTAS
CRISTINA K Y LOS MEDIOS

Ella

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Cómo es posible que Cristina Fernández, procesada aunque no inculpada, vuelva al ejercicio de la política, olvide su pasado, elija una trinchera en la provincia de Buenos Aires y desde allí vuelva a imponer la verticalidad y el cumplimiento de sus designios? ¿Quiénes son los responsables? ¿Sus seguidores, que la han endiosado y se comportan como si sus pronunciamientos formaran parte de una religión?

El tema da para mucho, y son varios los ángulos de mira. El gobierno macrista considera que cuanto más esté dividido el peronismo, más chances electorales tiene. Entonces, deja hacer. Le abre la puerta a que el populismo, en su expresión más peligrosa, se encarame en el Gran Buenos Aires. Este juego de te dejo, hacé lo que quieras tiene aires de intrigas shakespeareanas, oportunistas, con una visión de corto plazo de la política.

Y el peronismo sin duda está dividido aunque ella salga con partido propio.Y como siempre, Cristina, impune, sigue su rumbo con sueños hegemónicos y con traje de amianto. Sus admiradores ya la ven regresando al máximo poder político del país. El partido no ha podido reaccionar a tiempo. Le ha llevado tiempo salir del pantano, de la imagen terrible de José López tirando 9 millones de dólares al convento de noche, armado como Rambo por las dudas, a la vista de los vecinos, jugando a la impunidad que tuvo durante los años previos. Randazzo –ella lo definió como su “empleado”– representa a un grupo de intendentes pero no a las masas que respondían clásicamente en el Gran Buenos Aires.

Por todo ello, que Cristina Fernández siga en pie con apetencias de más poder es, en gran parte, responsabilidad del macrismo, integrado por “iluminados” que creen tener todo a su favor y que son dignos lectores de Maquiavelo.
De sus funcionarios también depende que un cuarto de la población siga teniendo de heroína a una presidenta embarrada por la corrupción y los ocultamientos. Y es así porque un cuarto de la población –según encuestas serias– no ve mejoras, porque no llega a fin de mes, porque es castigada con privaciones, porque sigue sin encontrar trabajo pese a la promesa de grandes inversiones, porque no come o se alimenta poco, tampoco funciona el sistema de transporte, y está desahuciada y por supuesto no cunde la felicidad, tal como prometió Cambiemos. Uno de cada tres argentinos recuerda con nostalgia el subsidio y las “atenciones de los punteros kirchneristas” y no le importa si Ella o todos tuvieron que ver con la corrupción, si robaron las arcas oficiales o no lo hicieron. Un trauma que debería afligir profundamente a los otros dos tercios de la sociedad. Porque no reaccionar contra la corrupción representa una grave enfermedad sin solución global, de ninguna naturaleza.

Otros sectores responsables de la presencia de Cristina Fernández en la tribuna, consagrada como víctima y heroína son, por un lado, la Justicia y por el otro algunos medios de comunicación que ignoran el pasado.
Los juicios en los Tribunales contra el régimen de latrocinio de los Kirchner son de una lentitud pasmosa. Sólo dos o tres funcionarios están pagando con la cárcel lo que ellos mismos reconocieron como robo de fondos públicos y de coimas de grueso calibre. De la Argentina desaparecieron miles de millones de dólares que hubieran servido para fines más productivos o humanitarios o civilizados. Algunos jueces indican que no disponen del personal idóneo correspondiente. Que están atiborrados de papelerío inútil. Otros jueces que deberían ser responsables están callados o guardados en un rincón. Así las cosas, Cristina Fernández se desplaza como una mujer impoluta que se considera “perseguida políticamente”.
En otro costado están los medios que la tratan como una protagonista decisiva y trascedental mientras el cristinismo ha sido vapuleado por vastos sectores, entre ellos gobernadores peronistas que marginaron a los K de las listas en las próximas elecciones.

*Periodista y escritor.