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Elogio de la historia

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¿Lloverá o no lloverá? Imposible saberlo. Hasta que eso suceda, la “lluvia” es del orden de lo posible, aun cuando se diga: “es necesario que llueva”. Lo posible se abre a lo imaginario: imagino un sinfín de posibilidades (todas ellas tienen como punto de partida mi propia capacidad de imaginar). ¿Recuperará mi salario su poder adquisitivo (noviembre fue el mes más cruel)? ¿Me alcanzarán los ahorros que tengo para las magras vacaciones planeadas?

Por definición, con el nuevo gobierno se abre ante nosotros un abanico de posibilidades que los fanáticos de siempre quieren cerrar porque no pueden imaginar que suceda algo diferente de lo que indican sus propias convicciones (que son casi siempre artículos de fe). La forma “manantial” (lo que surge, en el lugar y en el momento en el que surgen) tiene ese encanto: todo puede suceder y nos abrimos a la aventura de lo imaginable.

Lo que no puede sino suceder, lo im-posible, es lo necesario: lo que sucederá, no importa lo que yo piense. Cada vez que arrojo un objeto al aire (pelota, piano, pantalón), este cae al suelo. La necesidad del cumplimiento de la ley de gravedad es el fundamento de las ciencias físicas (al menos, las que se corresponden con este plano dimensional).

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La historia es, también, necesaria: lo que pasó, pasó y hemos llegado adonde estamos porque pasó lo que pasó. Los procesos históricos son im-posibles porque no se pueden ni olvidar ni falsificar. Hemos llegado a este punto (a este abanico de posibilidades) porque el Sr. Macri gobernó como gobernó. Y Macri llegó a gobernar porque la Sra. Fernández había gobernado como había gobernado. Y así sucesivamente hacia atrás, hasta el asesinato de Dorrego por Lavalle, quien fue el primero que dijo “la historia me juzgará”.

No tiene sentido quejarse por el pasado, que necesariamente ha sucedido y que no es un mero posible librado a la imaginación o el deseo. Lo que hay que hacer es analizarlo para ver cómo y por qué llegamos adonde llegamos: cómo y por qué, por ejemplo, llegó el Sr. Macri a gobernar, evitando en la medida de lo posible las teorías conspirativas, muy adecuadas para la falsificación de lo que fue.

Cada momento manantial es como una página en blanco, pero la página en blanco no está vacía, sino plagada de cosas ya dichas y en relación con las cuales se podría diseñar un posible solo si se leen bien las huellas previas.

La semana que viene estaremos ya en territorio de necesidad porque, si el nuevo gobierno propone una medida, habrá una reacción, un resultado, una consecuencia, un proceso que se desarrollará indefectiblemente.

No sabremos nunca si pudo o no evitarse, pero lo cierto es que es necesario que el peronismo metiera la pata tantas veces para haber llegado a este momento que, todos deseamos, tal vez sea el de su última radiante mutación.