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En busca de un buen libro

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Cómo son los prejuicios! Por ejemplo yo pensaba que en ATC el único programa que había era Cocineros argentinos (a cualquier hora que ponga la tele, siempre está) y que de vez en cuando daban 6,7,8, Fútbol para Todos, un patético programa para adolescentes conducido por el Bahiano (en el que tratan a los chicos de modo no muy diferente de como lo hacían Luis Sandrini y Abel Santa Cruz en El profesor tirabombas) y las películas de trasnoche que pasa Fernando Martín Peña, por lejos el mejor programa del canal, por no decir lo único que se puede ver en esa pantalla. Error. Acompañando a Peña en su solitaria calidad, aunque en un horario de los llamados “centrales”, la (auto) denominada Televisión Pública estrenó recientemente una muy buena adaptación de Los siete locos, de Roberto Arlt, en formato tira de martes a viernes. Está muy bien guionada, bien actuada y bien filmada. La veo siempre, y de hecho los lunes, día en que no está, no sé qué hacer. Aburrido, el lunes pasado, algo perdido, salí a caminar por la ciudad, y de golpe me encontré en la Feria de Libro. Entré, y en un gran y muy buen stand del Pabellón Azul me topé con En busca del barón Corvo, de A.J.A. Symons, publicado por Libros del Asteroide. Es un libro que ya había leído en inglés, que había comprado para regalar en una vieja edición de Seix Barral, y que ahora decidí comprar para mí en la bella edición de Libros del Asteroide, tal es la gracia y el talento del libro. Pocas biografías superan al biografiado (pienso ahora en El mensajero, de Fernando Vallejo, sobre Porfirio Barba-Jacob) y la de Symons no está lejos de ello.

Cercano tal vez a Ronald Firbank y a nadie más, barón Corvo (nacido en 1860 en Londres como Frederick Rolfe, muerto en 1913 en Venecia, de un derrame cerebral cuando ya no le quedaba un centavo) suele ser mencionado en las biografías como “escritor excéntrico”, o como “artista homosexual”, o de maneras semejantes que no dicen nada. Rolfe fue efectivamente un excéntrico, hizo de la homosexualidad una forma de arte cotidiano, y de la provocación su carta de presentación. Pero, ¿quién no? La diferencia en barón Corvo reside en haber sido el autor de Hadrian the Seventh, genial novela que inaugura un género que bien podríamos llamar “autobiografía deseante”, o “autobiografía de sus deseos”, género que no incluye ningún otro libro, salvo Hadrian…, de ahí la genialidad antes mencionada. La trama es de una sencillez maravillosa: el personaje central de Hadrian –barón Corvo apenas disfrazado– lleva adelante buena parte de los sueños que el autor hubiera querido cumplir en la llamada vida real. Corvo, bajo el nombre de George Arthur Rose, es elegido papa, y desde esa posición se ocupa de castigar, uno a uno, a sus enemigos, y de reformar la Iglesia de un modo tan libertino que ningún Francisco se atrevería siquiera a pensar sin salir corriendo a confesarse.

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El libro de Symons, como fue dicho, está a la altura de barón Corvo. Escrito con una leve ironía anglosajona, cargada de erudición (“Al construir sus oraciones, coloca los adverbios tan lejos como puede delante de ambas partes del verbo y, aunque a menudo cae en cultismos y latines, no desdeña incluir en sus rebuscados párrafos los giros más vulgares”), no pude dejar de regalar el libro a un amigo que, saliendo de La Rural, me dijo que en la Feria no había buenos libros.