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En busca de un líder

Ultima semana, víspera del comicio. Las encuestas –esos cazabobos renovables– ajustan sus anteriores y sospechadas predicciones, los nuevos anticipos exasperan voluntades tensas y nerviosas en más de un búnker. Hasta se advierte una depresión que se incremementará este fin de semana.

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Ultima semana, víspera del comicio. Cambios. Imprescindibles: los números no son los soñados, las encuestas –esos cazabobos renovables– ajustan sus anteriores y sospechadas predicciones, los nuevos anticipos numéricos exasperan voluntades tensas y nerviosas en más de un búnker (Kirchner, Reutemann). Hasta se advierte una terrorífica depresión que se incremementará este fin de semana. Y, en otros, aparece una euforia impensada (De Narváez), como llovida del cielo. Brotan entonces cumbres de emergencia para intentar corregir el rumbo de la campaña, errores y reproches; el Gobierno –por ejemplo– apela a ciertos anuncios sobre inversiones en petróleo con su empresa amiga (mientras en la propia Santa Cruz desde hace una semana no pueden parar huelgas salvajes reclamando incrementos salariales de 25% para trabajadores que ya no tienen tareas y están en su casa).

Si produce réditos y adhesiones, como recurso postrero, además se ofrecería una baja por decreto de las usurarias y ancestrales tasas de interés de las tarjetas de crédito, justificando la medida en el espíritu intervencionista que propende Obama en EE.UU. Si uno lo piensa, sumando las distintas partes del rompecabezas venidero, se avecina un cuadro de inestabilidad formidable por el mínimo acto ciudadano de colocar una boleta en una urna. Mientras el viernes algunos ya compraban preventivos dólares negros (así lo díría Guillermo Moreno, quien es capaz de cambiarle el color a la divisa norteamericana) como si fueran fideos en epocas de asonadas, el resto de la sociedad se distrae de estos acontecimientos inquietantes por la abrumadora publicidad televisiva con candidatos de todas las especies, conocidos e ignotos, el fin de fiesta característico. Casi filosofía hippie.

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Tinelli, ese amigo del alma

Aunque, para la oquedad del país, lo más significativo quizá ocurra en “Gran Cuñado”, programa en el que terciaba influencias desde las sombras Julio De Vido: ahora, al parecer, le sacará distancia en ese ejercicio el jefe de Gabinete, Sergio Massa, hombre llamado a partir de su cargo el 25 de julio, cualquiera sea el resultado de las elecciones. Molesto con la encarnación de peluquero oficial que le habían endosado en la tele, habría logrado que en las nuevas caricaturas le eliminen el secador de cabello que lo acompañaba y, también, que impongan musicalmente una simpática cumbia sobre su persona y el Tigre que, gracias a él, un día será Miami. Quien quiera creer que crea.

Igual, habrá que reconocerle el esfuerzo competitivo al estilista de Cristina frente a De Vido, quien junto a un colaborador que no para de comer hasta inflarse como un corcho, habría alimentado en un principio la prefiguración cómica y humana de Néstor Kirchner para suavizarlo en la ficción de la pantalla, convirtiéndolo en un ser dicharachero, bromista, pícaro, amiguero –cuando no se permite ni un solo amigo–, de dudoso buen gusto en las actitudes como los muchachones de café (en verdad, l0% de su personalidad). Sabe bien el ministro todoterreno de ese compendio: así como Alberto Fernández soportaba chistes sobre su novia “paragüita” (paraguayita, en verdad), De Vido atravesó lo propio –quizá en forma más injuriante y con más años de castigo– por haberse casado por segunda vez con una mujer más joven. Se evitan los detalles de ese trasiego poco elegante al que es afecto el ex mandatario en sus bromas.

Peronistas o no, había quienes imaginaban un triunfo frugal o una derrota del kirchnerismo en la provincia de Buenos Aires, al tiempo que disfrutaban una victoria de Reutemann en Santa Fe. Una carambola que habilitaba una transición automática: el PJ en todas sus variantes se alineaba detrás de un nuevo líder, el alejamiento simultáneo de la intolerancia y, en ese movimiento doble, la satisfacción por cubrir la eterna carencia psicológica del peronismo para someterse a un padre. Pero el ex automovilista entró en crisis –el aparato socialista en Rosario puede ser más contundente que el del PJ bonaerense– mientras Kirchner & Cia. se desmoronan en Buenos Aires aunque para la tribuna sostengan que ganan por más de 12 puntos.

Aplanadas esas figuras (los Kirchner, Reutemann, el propio Daniel Scioli), en su reemplazo no surje en ninguna parte un caudillo significante para el 2011. Si así se producen los hechos, el frente de tormenta más temido estalla ante el justicialismo: la atomización. Mezclar y dar de vuelta sería la respuesta, sin cartas ganadoras, aunque la condición argentina pueda nutrir posibilidades de éxito en el juego con una mentira o una baraja menor. Tanto que hasta el apartado Eduardo Duhalde vuelve a frotarse las manos cuando estaba por pedir la jubilación. Por lo menos, esa es su expectativa, hoy en Nueva York, a la espera de una fotografía con Bill Clinton, ambos intercambiando libros que no escribieron pero firmaron. Módico pero sugerente el eventual acceso de Duhalde al viajero ex presidente demócrata y consorte distante de Hillary: logra lo mismo que el matrimonio Kirchner, hace 20 días, sin necesidad de pagar 200 mil dólares, como lo que costó traer al país a Clinton, quien para colmo se negó a pasar por Olivos o la Casa Rosada, sólo permitió una tertulia en un restaurante y, para entender su indiferente opinión sobre el país, dejó en larga lista de espera a un millar de empresarios, con los que no se disculpó luego y a los que propinó un discurso de circunstancias, mientras él previamente paseaba por Puerto Madero y tomaba un helado en Volta de la Recoleta. Delicias del subdesarrollo.


Sorpresas santafesinas

En el box de Reutemann se sospecha que difícilmente pueda modificarse la diferencia que el socialismo le ha sacado en puntos clave de Santa Fe. Tampoco lo ayuda su enfrentamiento con el kirchnerismo: este sector le arrebata el doble de lo que se calculaba (10 puntos). Por lo tanto, en emergencia. O, lo que vendría a ser peor, en un ocaso declinante como senador quien no fue presidente cuando pudo. A su vez, al agitado Kirchner lo sacuden con informes bonaerenses desalentadores: donde podía ganar, pierde; donde perdía, la brecha se amplió; donde ganaba, la distancia se achicó. Otro detalle: no logra perforar un hipotético techo de 35%, inflexible desde hace meses. Recibe indicios escalofriantes en su contra en pueblos del interior de Buenos Aires: es que nunca, en toda su historia, el peronismo oficial estuvo tan extrañado en los sentimientos de esos lugareños, encantados de sepultar a la pareja con el rechazo del voto (fruto, claro, de la enemistad con la gente del campo y las penurias que este sector padece). Además, se advierte un corrimiento hacia la polarización: quizá la coalición de los radicales, un atajo para la supervivencia del kirchnerismo, se encuentra ahora más cerca del 15% que del 20%, lo cual reduce aún más su falta de aire.

En las inmediaciones del propio Kirchner ya se habla de que él, y sólo él, ha forjado este fenómeno adverso: estábamos bien, veníamos bien –dicen– hasta que desempolvó otra vez las agresiones hace 15 días, permitió la inútil imputación de la efedrina a De Narváez, y la gente empezó a ponerse en contra. En su defensa, otros arguyen: las operaciones de inteligencia contra Enrique Olivera o Jorge Telerman, en su momento, tuvieron efecto positivo para nuestros intereses. Pero todo se transforma, nada es inmutable, como anticipó el Lavossier que habría de sacrificar la guillotina de la Revolución Francesa simplemente por ser científico. La Revolución, creían, no necesitaba de ellos.


De Narváez, ¿presidente?

De Narváez parece el gran prebendario de la noche del domingo 28: apenas con dinero en una actividad en la que nadie quiere gastar y esfuerzo físico para visitar cada rincón provincial, este aficionado a la política ha logrado asustar –y quizá logre vencer– a una pareja de profesionales en la utilización del poder. Una epopeya, claro. Una conmoción, además, porque este candidato alcanzaría el clímax sin contar siquiera con un solo hombre propio en toda su estructura (salvo el abogado Gustavo Ferrari, que lo acompaña en todos sus menesteres), ya que el núcleo afín de futuros legisladores opera en alquiler. Inicialmente, sus listas fueron confeccionadas por Duhalde con gente de confianza del ex hombre fuerte y, luego, al aliarse con Felipe Solá y Mauricio Macri, debió repartir ese capital ajeno en 33% (lo cual lo distanció de Duhalde).

En rigor, el posible triunfo o lo que produzca el caudal electoral del “Colorado”, le permitirá a Duhalde recuperar punteros en todas las secciones y a Macri constituir un armado del que carecía antes de que empezara la diversión electoral (nunca se sabrá lo que Solá podrá conservar). En tres meses, el ingeniero boquense dispone de teléfonos y voluntades pagadas por el Estado en un distrito al cual visitaba, en ocasiones, sólo para jugar al golf (sobre todo, en el Jockey Club de San Isidro). A pesar de esa debilidad intrínseca, sin embargo, De Narváez provoca acechanzas entre sus socios y cercanos de la política: ninguno de ellos lo observa ya como futuro gobernador bonaerense, más bien creen que el respaldo popular lo alentaría a intentar –en el 2011– postularse a la Presidencia sin escala en la provincia. Aun cuando sea nacido en Colombia y con el veto de la Constitución. Pero sus aliados temen por algún voto obviando esa cuestión del nacimiento entre los miembros de la Corte Suprema de la Nación (en concreto, se alude a un pronunciamiento no conocido pero supuestamente existente, en ese sentido, del juez Eugenio Zaffaroni).

Como si salieran renovados de un spa, los radicales del 28 proclamarán su nueva vigencia: triplicarán sus votos en Buenos Aires, ganarán en otras provincias, recogerán diputados, senadores y ediles a granel, se convertirán en la segunda fuerza del país. Por lo menos, en el Congreso. Junto a Elisa Carrió, a Julio Cobos y a cuanto desertor se les aproxime. Si hasta Leopoldo Moreau desfila con Gustavo Posse luego de una guerra tortuosa de casi 40 años entre el ahora empresario y la familia que gobierna San Isidro (también en el PJ capitalino, a salir cuarto, se olvidan de otros entuertos: el generoso Rafael Bielsa, por ejemplo, no acude a la memoria por las barbaridades que en otros tiempos Carlos Heller pronunció sobre su hermano, el técnico de fútbol). Aunque persisten las rispideces en la Coalición, sobre todo entre economistas: hubo que encerrarlo en una cámara frigorífica a Daniel Larriqueta para que no lo retara a duelo a Alfonso Prat-Gay, quien se permitió observaciones históricas de la economía que ofendieron a este pudoroso radical.

Pleitos que no cesarán a pesar de las ganancias pasajeras y de las cuales aún nadie sabe cómo habrán de consolidarse en 20ll: ¿le reservará la UCR el primer lugar a Hermes Binner en una postulación futura? Parece dudosa la cesión a quien, en todo caso, sólo existe en una provincia. Pero, es cierto, tampoco de la cantera propia emerge un candidato robusto para esa aspiración, ya que tal vez sea indigerible presentarlo a Cobos luego que se pasara un veranito de vacaciones con el kirchnerismo, del cual volvió apresurado por el mal tiempo reinante. Se advertirá que, en este cuadro, todavía no se inscribió a la Carrió, quien de manifestar tanto su desprendimiento a favor de otros, por último ya nadie se preocupa de que ella desearía instalarse en la Casa Rosada (por otra parte, también sorprende el escaso favoritismo que recoge su figura en las encuestas).

Los cronistas, entonces, escriben con cierta impudicia sobre lo que no ocurrió. Pero, claro, podría ocurrir. Y ese marco novedoso y probable indica la continuidad de un gobierno debilitado que, cualquiera sea el resultado electoral, perderá mayoría en las dos Cámaras. Con un partido casi hegemónico pero dividido que se quedará sin líderes y una oposición compuesta de trozos no precisamente bien pegados. No parece una fórmula ideal para atender la complicada situación económica del país, por lo menos en lo que resta del año. Menos para los dos siguientes y, sobre todo, con indefinido panorama para luego de 20ll. Ni hablemos de inversiones. Desde el 29, mueve primero el Gobierno como si jugara con blancas: si construimos el poder a partir del 22%, cuando ganó Néstor Kirchner, ahora debería ser más fácil porque dispondremos de l0 puntos más de aquel evento. Poca convicción en ese razonamiento.


Pronóstico de tormentas

Entienden, eso sí, que la prueba parlamentaria del ácido con menos de l00 diputados ya no será tan frecuente como antaño, aunque les resten cinco meses con los legisladores del viejo régimen. Para el tiempo a transcurrir hasta 20ll, se supone, disminuirá la actividad parlamentaria en su relación con el Ejecutivo: éste procederá, de acuerdo a su talento para buscar desvíos –el cual se ha visto en exceso en los últimos artilugios electorales diseñados, a pesar de que las “testimoniales” no son exclusivas del kirchnerismo–, en una gestión que saltee la intervención del Congreso, llamado a convertirse en una ruidosa caja con escaso poder efectivo. Inclusive, como se sabe, el PE dispone del veto para cualquier iniciativa que provenga de la oposición legislativa y, la insistencia luego de ésta, demanda tiempo y cierta unanimidad. Por lo tanto, una o dos puertas se le han bloqueado al oficialismo en la extensión de su dominio luego del 28, a las que pretenderá reemplazar con un participación superior de otros asociados (el gremialismo, por ejemplo), a los cuales deberá gratificar en demasía. Un poder o varios que reemplacen al otro.

Si los Kirchner fueran los agradables personajes construidos en el “Gran Cuñado”, quizás escaseen los sobresaltos, institucionales o políticos. Pero ella seguirá con los discursos y los viajes –dos veces, en dos años, fue a la inútil reunión de la OIT–, opacando el género por un marido amoroso que le obsequió el máximo cargo para confinarla en el protocolo, mientras él –devoto del autoritarismo– difícilmente acepte el revés electoral (sea cual sea el resultado en Buenos Aires). Piensa, y no cambia, en la insistencia de su capricho, entiende la pelea como causa de vida –así lo refleja la propaganda de su campaña– tal vez provoque en los próximos dos años mayor conflictividad social, laboral, económica. Y eso no será televisión. O, si lo es, se mostrará en el horario de los noticieros.