La noción de confianza ha devenido el valor central de nuestras inquietudes y preocupaciones actuales. Es aquella que permite establecer los lazos interpersonales y sociales que hacen al armazón de una estructura comunitaria estable y potente. No es posible organizar un proyecto, es decir un salto al mañana, sin que un conjunto o grupo sea su protagonista, y para que éste se consolide debe circular entre sus miembros justamente la confianza. El trabajo creativo, aquel que convierte los deseos en logros, se apoya en el reconocimiento del otro y en el intercambio fructífero de las partes. Estamos hablando de enseñanza, aprendizaje y consolidación de la experiencia. Es su vigencia la que nos hace sentir acompañados, habitantes de un espacio de pertenencia común y con horizontes compartidos que testimonian vínculos solidarios y reaseguradores. Estoy hablando de la seguridad humana donde un sujeto siente y sabe que existe para el otro y donde el perfil individual no es la última frontera de nuestro ser. Estoy refiriéndome a la trascendencia humana que genera el encuentro y éste se aloja en un ámbito donde imperan la norma, el esfuerzo (que no quiere decir sacrificio) y la confianza de la que hablamos hoy. Hace un tiempo propuse la idea de amistad cívica como el campo donde se desarrollan las condiciones necesarias para alcanzar un intercambio integral que está asociado no sólo a resultados económicos y materiales sino también a la creatividad e interés que hacen a la felicidad de una sociedad.
La desconfianza ha dañado y daña a esa cualidad paradigmática del ser humano que es la imaginación. La innovación exige más allá de la razón una dosis de audacia que requiere para su ejercicio un marco de contención y de apoyo que permita explorar territorios hasta ese momento desconocidos; de eso se trata el descubrimiento. Un pilar insustituible de esa estructura es la confiabilidad, aquella que en la historia subjetiva de cada individuo debe brindar la familia.
Los valores están íntimamente articulados a nuestra temática y voy a referirme ante todo a la verdad, aquella que desnuda encubrimientos adormecedores y que nos fortalece frente a futuros desafíos. Como lo hicieron aquellos pensadores importantes un interlocutor al que nos podemos aliar es aquel que con su pregunta nos escucha y cuestiona.
Representa al amigo que me respeta y en el que puedo apoyarme poniendo sobre la mesa la íntima asociación entre amistad, ya sea individual o social, y la confianza.
Aunque no podemos extendernos en este artículo recordemos que esos otros valores fundamentales como son la libertad y la autonomía exigen de su presencia; porque el pasaje de la dependencia infantil a la interdependencia madura crece en el vínculo privilegiado con el semejante.
Cuando una sociedad no ha logrado construirla y alojarla en su seno florecen tensiones persecutorias que llevan al aislamiento y reactivamente a la violencia. La angustia se convierte en la gran protagonista porque compartir pasa a ser un verbo desterrado y el optimismo lúcido deja su lugar a la expectativa ansiosa y en algunas coyunturas catastrófica.
Pero tengamos claro que la confianza la debemos construir en la relación entre nosotros y no esperar que llegue por generación espontánea. Es un proceso activo que nos exige sanamente y nos retribuye con creces. Tiene que ver con identidad, porvenir y bienestar integral.
*Médico psiquiatra, psicoanalista y escritor.