La televisión argentina es extraordinaria, y basta compararla con la muy prolija y producida televisión norteamericana para darse cuenta.
Uno de los sucesos de esta temporada en el gran país del norte es 60 Days in..., un reality show en el que siete personas comunes (en verdad, hay que estar un poco chapita, pero eso no es el caso) son introducidas en una cárcel de alta seguridad para que experimenten qué implica estar en gayola y, de paso, permitan a los directivos del penal mejorar asuntos de seguridad mediante la identificación de los dealers de la cárcel y los policías que los apañan.
Está el ama de casa desesperada que considera injusto que delincuentes se beneficien con tres comidas diarias, atención médica y otras delicias por las cuales su marido tiene que deslomarse trabajando. Está el gordito al que hacían bullying cuando iba al colegio y llega acá para... ¡encontrarse con lo mismo! Está el ex marine que quiere incorporarse a las fuerzas de la DEA y considera que esta experiencia le será utilísima, el policía trans que quiere verificar qué les pasa a las personas que él detiene, y un profesor humanista (yo pienso que además se la come) que quiere hacer nuevas amistades y que se toma la estancia como un spa de meditación.
Durante los cinco primeros capítulos no sucede demasiado y muy rápidamente uno sospecha que todo el asunto está amañado (el montaje, sin embargo, produce el suficiente efecto de verosimilitud), pero la idea es tan patológicamente radical (¡voluntarios a la cárcel!) que, como dicen al otro lado del océano, en el Guardian, uno no puede dejar de mirar el reality esperando, por supuesto, lo peor.
Acá, la televisión levantó la apuesta; no se trata ya de mandar personas comunes a la cárcel (suficiente identificación se ha establecido ya entre la “era del zorro” y los regímenes autoritarios), sino a famosos: 60 Days in... ¡Celebrities! Y las emisiones comenzaron con el casting: Leonardo, Federico, Ricardo, Lázaro, Daniel, Martín... Reprocho severamente dos tendencias defectuosas: que no haya mujeres en el casting de enjaulados y que la mayoría de ellos participen de un proyecto político ya caduco. Esta versión (hablo de un reality, no de la realidad) no se va a sostener sin un Mauricio fugado o una Elisa entre las rejas o, al menos, como Pato, entre las paredes acolchadas de un psiquiátrico. No me conformo con lo mucho de la TV argentina: quiero más.