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En honor a Hipócrates

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¡No me diga! ¿Así que está enfermo? Cuidesé, estimado señor, hágale caso al médico. Supongo ¿no?, que ha consultado a su médico y que el tipo es de confiar: lo suficientemente viejo como para tener experiencia y lo suficientemente joven como para aceptar lo nuevo en terapéuticas. Así me gusta, alguien a quien no hay que recordarle el consejo del filósofo Medice, cura te ipsum. Y menos mal que lo suyo no es grave y que basta con los buenos deseos de amigos entre los cuales me incluyo. Y buen ánimo, que usted ya sabe que en esto de la enfermedad, el optimismo es importante: nada de gemidos y muchas sonrisas. Es lo que dicen los médicos hora. Y lo que decía don Hipócrates, no sé si lo ubica, un griego de los tiempos antiguos cuyo “Corpus” conviene leer para asombrarse. Claro que él no habla de antibióticos ni de radiografías, pero todo lo que dice es aplicable hoy: comida sana sin grasas animales, casa ventilada, actividad física, buen humor, sueño profundo. Qué tal. Un genio el señor Hipócrates. Y eso que las miradas sobre la enfermedad han ido cambiando, ¿se fijó? En el siglo XIX se trataba de las enfermedades calientes: fiebre, mucha fiebre, sudores, rubor, decaimiento. Y entonces, qué. Entonces tuberculosis, fiebre amarilla, escarlatina. En el XX las enfermedades eran frías, cáncer, sida. ¿Y en el XXI? Bueno, no sé, no estoy segura, pero lo que sé es que la mirada hoy hace hincapié en cosas insospechadas, y ahí es cuando a usted le dicen que la enfermedad no es algo que está afuera y que viene y lo asalta y lo ataca. No, ahora le dicen que la enfermedad está acá adentro medio dormida, y que se despierta cuando hay un desmoronamiento interno. ¿Se da cuenta? Un desmoronamiento interno. Y una piensa en precipicios y despeñaderos y simas y en toneladas de piedra y barro que caen. Pero no exageremos que no se trata de eso sino de algo más cercano y profundo: tratemos de averiguar qué es lo que se derrumba. En honor al doctor Hipócrates veamos que lo que se derrumbe sea poquito e inofensivo, pero si la cosa viene pesada, que no es su caso, a precaverse con escudo de medicamenta y optimismo.