La “clase media”, cuyo crecimiento caracterizó y vigorizó durante décadas a la Argentina, tuvo un sello: la propiedad horizontal, hacia lo alto, para resolver y mejorar las viviendas. Los barrios de Buenos Aires cambiaron su rostro, sus señas particulares, desde la década 1960, por el amplio e intensivo proceso de la construcción.
Se hicieron buenos negocios con la compra de viejas casonas, ubicadas en el mapa porteño, donde cavaron hondo para hacer los cimientos de los departamentos en alto. Fue tan febril el cambio que la voracidad por terrenos llevó a la desaparición de 4 mil garajes que cedieron su espacio al mundo de la construcción.
El marketing admitía hasta el comienzo de la pandemia tres diferentes tipos de clase media: la alta (un poco por debajo de la minoría con destacado poder económico), la clase media-media y la clase media empobrecida. Este año las cosas cambiaron completamente. Los profesionales en todos los oficios, los comerciantes, gente con distintas ocupaciones, quedaron sin ingresos a partir de la cuarentena. Y un porcentaje importante de los consorcistas sacaron bandera blanca ante el crecimiento desmesurado de las expensas. La mora se multiplicó. Se habló en junio y en julio pasados de una tasa de incumplimiento de los vecinos que redondeaba el 40%, ahogando las finanzas de los edificios.
La clase media-media se derrumbó. A las expensas había que sumar impuestos, tarifas de servicios públicos y otras importantes cargas fiscales.
El porcentaje mayor de las expensas es el pago a los porteros, que están representados en el sindicato Suthern. Ese gremio está conducido por Víctor Santa María, quien heredó el cargo de su padre. Santa María, quien nunca trabajó como portero y que ocupa el más alto cargo del peronismo capitalino, es también dueño de edificios donde funcionan las oficinas, una radio, la redacción de una revista y un teatro. Compró el diario Página/12 que estaba sin rumbo y puso un pie en el Canal 9.
Este año las paritarias beneficiaron mucho a los porteros. Obtuvieron el mayor incremento frente a otros sindicatos. No se pueden ignorar la habilidad ni las posibilidades de manejo de Santa María. Su escudo protector no solo es político, sino los que están sentados en la mesa de negociaciones, según la tradición. Se trata del Estado, el sindicato, los administradores (UADI, que por tradición siempre han venido cediendo ante el gremio) y la Asociación Inmobiliaria de Edificios de Renta (Aierh).
De los propietarios (la “patronal”) de inmuebles ni noticias, no participan, no les dan espacio. Con todo el respeto que se merecen, hay porteros que puede llegar a cobrar 120 mil pesos mensuales según el tipo de consorcio. Tienen más beneficios: casa y todos los servicios gratis.
En los gastos para los propietarios hay que agregar los costos del ayudante del portero y la muy costosa inversión en la vigilancia nocturna. Muchos consorcios han planteado la necesidad imperiosa de cambiar este orden de cosas. Pero a todo ello hay que sumar las discordias entre vecinos en las asambleas anuales. La solidaridad está ausente.
Sin exagerar, y en medio de un proceso económico paralizante, se va a la anulación del sistema de propiedad horizontal en los términos que se conoció hasta ahora.
*Escritor y periodista.