Lo sucedido en el congreso de los EE.UU. nos hizo recordar un artículo de Owen y Davidson que hablaba sobre el comportamiento de algunos personajes con poder. Se refería al “síndrome de Hybris” (desmesura), como un trastorno psiquiátrico adquirido por algunos líderes en el ejercicio del poder. Se daba mayormente en políticos, pero también en empresarios, médicos, periodistas y líderes sociales.
Estás serían algunas características de quienes son víctimas de esta enfermedad:
1. Ven el poder como lugar para buscar la gloria; 2. Realizan acciones para autoglorificarse y ensalzar; 3. Muestran una preocupación desmedida por su imagen y su presentación; 4. Hablan en un modo mesiánico sobre asuntos comunes; 5. Se identifican con la organización que lideran, el pueblo, la nación o el Estado; 6. Hablan de ellos en tercera persona; 7. Tienen excesiva confianza en su propio juicio y desestiman el de los demás; 8. Manifiestan una autoconfianza exagerada y tienden a la omnipotencia; 9. Creen que no deben rendir cuentas a nadie y solo aceptan ser juzgados por Dios o por la historia; 10. Están convencidos de que en esa instancia, serán absueltos; 11. Pierden el contacto con la realidad y sufren un aislamiento progresivo; 12. Son inquietos imprudentes e impulsivos; 13. Están convencidos de la rectitud moral de sus propuestas y 14. No ponen atención a los detalles, lo que los vuelve finalmente incompetentes en la ejecución política.
Podríamos vincular esta patología al fenómeno creciente de la “post verdad” y la “justificación del relato”. Pero lo que más inquieta es que si es tan evidente la desmesura y el descaro de tales comportamientos ¿por qué hay gente que los sigue?
Y la respuesta es porque este síndrome que modifica el cerebro del poderoso, también afecta y condiciona a quienes le obedecen o siguen y refuerzan su trastorno. Algunos creen que ejercer el poder altera la neuroquímica y puede incluso degradarla de forma más profunda, cuanto más grande y duradero es ese poder, sobre todo si carece de límites y es acompañado por seguidores.
Además, ser o creer ser obedecido incrementa la autoconfianza del poderoso en sus propias habilidades, hasta privarle de la capacidad de dudar de sí mismo y aislarse de la realidad. Por eso, algunos piensan que el uso del poder es tan delicado que puede enfermar tanto a quien manda como al que obedece, quien al final termina creyendo más en lo que supone que ve su líder que en lo que ven ellos mismos, compartiendo así sus convicciones.
El poderoso afectado por el síndrome está convencido de que es él quien crea la realidad y sus seguidores también terminan creyendo eso.
Cuantos, lejos del “pensamiento crítico y creativo”, más siguen a quien lo sufre, más refuerzan su delirio y el síndrome hace que los afectados se crean elegidos para vivir momentos extraordinarios con su líder. Esta “Hybris colectiva” permite suponer que todo es posible y que es justamente la voluntad de los que obedecen, unida a la del líder la que lo hace posible.
¿Nos identificamos o identificamos a alguien con este tipo de síndrome? ¿Somos seguidores de alguno de estos líderes? ¿Estará pasando esto también en Argentina? ¿Qué creemos que puede suceder con esta forma de ejercer el poder?
*Doctor de la UBA en Ciencias Sociales. **Licenciada en Psicología.