COLUMNISTAS
Defensor de los Lectores

Engañosas entrevistas

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En tiempos no tan lejanos, entrevistar a un personaje resultaba una experiencia muchas veces gratificante; algunas, incluso, exitosa, y siempre generadora de abundantes dosis de adrenalina. Prepararla, completar información sobre lo ya sabido sobre el protagonista y planificar una estrategia de abordaje para obtener de él la mayor sustancia sigue siendo un desafío, aunque esto parece quedar sepultado hoy bajo algunos fenómenos de reciente aparición que no le hacen bien al oficio periodístico y menos aun a los lectores.

PERFIL no es ajeno a esa caída de calidad que afecta a casi todos los medios del mundo, muy condicionados por la creciente influencia de agentes y asesores de prensa, grandes empresas de publicidad e imagen corporativa y expertos en estrategias de comunicación que suelen imponer condiciones que debieran ser inaceptables pero no lo son. Los personajes están muy sometidos al manejo de esos mediadores y raramente pueden actuar con libertad ante las demandas de entrevistas por parte de periodistas y medios. En general, no son ellos los que deciden sino sus “prenseros”, cuya influencia es tal que imponen tiempos, momentos, condiciones y –en muchos casos– contenidos.

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Esta realidad, que sería conveniente enfrentar con dureza para mantener una independencia que se ha ido perdiendo, da origen a ciertas conductas que alejan al medio y al periodista del correcto ejercicio de la profesión. Pongo un ejemplo, aunque podría elegir otros porque últimamente son práctica habitual:

Con firma de autor, se publicó en reciente edición un reportaje a un muy famoso director y actor estadounidense, con declaraciones encomilladas y tramos de pregunta y respuesta cuyo formato puede llevar al lector a creer que efectivamente el personaje fue entrevistado por quien suscribe la nota. No se aclara, en ningún tramo del texto, si se trató de un diálogo cara a cara, telefónico, por mail o mediante algún otro soporte, o si era un contenido facilitado por un agente de prensa; algo, sí, es concreto: algunas respuestas son idénticas a las consignadas pocos días atrás por un medio que no es PERFIL. No seré un purista incapaz de comprender que dialogar con un protagonista de tamaña envergadura en forma exclusiva es extremadamente difícil (entre otras cosas, por la mediatización de la que hablaba), pero no está bien ponerle la firma a una nota que no es propia sino facilitada por la agencia de comunicación que atiende al personaje. Afortunadamente, no se dice en ella que se trató de una exclusiva (¡bueno fuera!), pero cuanto menos se debió consignar la fuente, indicar el origen, aclararle al lector que lo publicado es una recreación, simplemente el uso de un material generado por otros y no por este diario. En todos los casos como éste, creo imprescindible tal advertencia que serviría para darle aun más credibilidad al medio, probablemente el mayor capital que puede exhibir ante sus lectores.

Algo parecido se observa con algunas notas vinculadas a viajes. Ya me he ocupado de este tema en una columna anterior, pero quiero volver sobre ello porque –salvo contadas excepciones– no observo que se haya aceptado el criterio que propongo como un ejercicio permanente y generalizado. Responder afirmativamente a una invitación para cubrir acontecimientos, realizar entrevistas o transmitir las bellezas naturales de un lugar no está mal. Es práctica corriente, y más en tiempos como éste, cuando las economías de los medios no son tan florecientes como años atrás. Pero es necesario que el lector sepa cuando la nota está vinculada a una invitación, y también es imprescindible que el periodista que viaja para esa cobertura no se sienta subordinado a quien paga pasajes y estadías. Basta con que en algún tramo de la nota (sea para la sección que fuere, y esto incluye a suplementos como Turismo, Home, Espectáculos, por lo general los más invitados) sea consignado el dato.

Cinéfilos. Dos lectores se quejan en el Correo por un error grueso que se le coló al habitual columnista de la página 3 del suplemento Cultura, Guillermo Piro. El domingo 15 confundió –tienen razón los muy enojados corresponsales– a John Huston con John Ford (a quien menciona, como tal, 13 veces), foto incluida. Una gaffe tal vez originada en cierta velocidad de dedos superior al tiempo dedicado a chequear los datos.

Máquinas traidoras. El mismo domingo 15, PERFIL editó un número aniversario que me pareció excelente. Sin embargo, no llegó a todos los kioscos en tiempo y forma y varios lectores habituales se quejaron por ello. Según explicaron las áreas gráfica y de distribución, la tecnología jugó una mala pasada en la planta impresora y la edición se atrasó tanto como para impedir que el diario estuviera como cada domingo en varios puntos del país.