COLUMNISTAS
DIVERGENCIAS DE MACRI

Entre medios y fines

La sociedad duda y reduce su confianza en el Gobierno por el desfasaje esfuerzo-resultados.

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FACTURA ‘A’ JUAN JOSE ARANGUREN | Dibujo: Pablo Temes

El gobierno nacional enfrenta una crisis de credibilidad, que comienza con la sanción de la Ley Previsional a mediados de diciembre de 2017 y se profundiza en esta primera parte del año, y que podría traducirse en una crisis de legitimidad con costo electoral. La crisis de legitimidad sucede cuando se generaliza la percepción de que el grupo que gobierna un país lleva adelante una agenda ajena a las demandas de la sociedad. Esta situación es captada tanto por los estudios cualitativos (focus groups) como los cuantitativos (encuestas), que indican un descenso sostenido de la imagen positiva del Presidente y su gobierno (no así de María Eugenia Vidal).

Impersonal. El contrato que Mauricio Macri suscribió con sus votantes en las elecciones de 2015 y en los primeros años de gobierno tenía una cláusula tácita que aseguraba el ejercicio de un liderazgo racional, en oposición al carismático de los Kirchner. No más personalismo ni cadenas nacionales, expresando una distancia representante-representado poco frecuente en la historia argentina reciente.

Repasando los textos del padre de la patria sociológica, Max Weber, encontramos una característica fundamental del liderazgo legal-racional en que “la persona puesta a la cabeza, en tanto que ordena y manda, obedece por su parte al orden impersonal por el que orienta sus disposiciones” (Economía y sociedad, FCE, pág. 174). La lógica de esta racionalidad se basa en la impersonalidad porque se impone el formato medios-fines. Esto supone que cuando el líder racional toma un conjunto de decisiones no lo hace llevado por deseo, doctrina o mandato divino, sino orientado a un fin concreto, mensurable (ejemplo pobreza cero), sin lugar para mística o pueblo en la plaza. Para comprender mejor este tipo de liderazgo hay que contrastarlo con el carismático, basado en los rasgos “extraordinarios” del líder, cuyo reconocimiento es la reverencia del héroe, y la confianza del jefe, y mediante sus decisiones busca romper con el statu quo, con el establishment, a fines de plasmar un nuevo de tipo de organización política.

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Sacrificios. Para Weber, los cuadros de un gobierno con un líder racional también deberían sostenerse en características impersonales, basados en las calificaciones profesionales de los seleccionados, es decir, los méritos realizados para ocupar los cargos. El gobierno de Macri, basado en CEOs, supone la integración de un grupo de expertos que saben lo que hacen y, como permanentemente lo recuerdan, han “sacrificado” una vida de lujos en el sector privado para convertirse en servidores públicos. En el “mejor equipo de los últimos cincuenta años” nadie debe destacarse: rompería la impersonalidad, y las funciones son divididas para que nadie reúna más poder que el necesario para cumplir su tarea.

La mejor definición sobre el comportamiento tecnocrático de los funcionarios actuales la dio Juan José Aranguren cuando, arreciado por las críticas por los aumentos de tarifas en mayo de 2016, dijo “tengo una planilla de Excel que cumplir”. Es decir, la obligación del funcionario sería exterior a su voluntad, no pone en juego sus emociones sino sus objetivos, sin intervención de la subjetividad política. Esta falta de sensibilidad sería un flanco débil a ser atacado por sus contradictores.

Dos cuestionamientos. La crisis se va organizando en torno a dos vectores principales:
1) El cuestionamiento de la relación medios-fines. El Gobierno planteó a la población que debía tomar una serie de medidas, como el fin del cepo cambiario, la devaluación de la moneda, el fin de las retenciones a las exportaciones, la quita de los subsidios a las tarifas, la apertura de la economía y la contención de los “desbordes” salariales para lograr algunos fines socialmente compartidos, como la eliminación de la inflación, la atracción de inversiones extranjeras y el logro de un crecimiento sostenido de la economía, esta vez “sano”, no basado en el consumo “afiebrado” de la etapa K. Estos objetivos han sido permanentemente postergados sin una clara explicación, quedando en el vacío la razón de los sacrificios que tienen entre sus mayores “aportantes” a los sectores medios y medios bajos.
2) El cuestionamiento a diversos funcionarios en cuanto a la real posesión del conocimiento experto para la realización de las tareas, así como las cuestiones vinculadas al patrimonio de las principales espadas del Gobierno: si lo tienen en el exterior o no; si lo tienen declarado o no; si armaron offshore o no, y finalmente los inevitables conflictos de intereses cuando el regulador y el regulado se tienen un conocimiento íntimo importante.

A no engañarse, todo el mundo sabe que el gabinete de Macri no salió de un monasterio budista; por el contrario, no pocos creen (mágicamente) que si son millonarios no robarán, y si saben “hacer plata”, podrían trasladar este know-how a la función pública. Era un riesgo que muchos consideraron que valía la pena afrontar, y que se ratificó por la vía electoral en 2017. Sin embargo, hoy la imagen del Gobierno parece virar a una forma que Weber denominó tradicional-patrimonialista, donde el eje central es la asociación de un grupo de personas con determinadas características, es decir, la formación de una elite lejos del hombre común, la elite que suele atacar el populismo.

Los dos cuestionamientos señalados arriba parecen haber desencantado a una parte de los votantes de Cambiemos, situación que abre una ventana de oportunidad a sus socios, la UCR y Elisa Carrió. Más unidos por la supervivencia que por el amor, marcan en privado la insensibilidad con que se está manejando el Gobierno en la cuestión tarifaria. Obviamente pretenden una mayor cuota de poder de decisión y espacios hacia 2019, y obtuvieron un curioso logro: que las abultadas facturas de gas se puedan pagar en tres cuotas con intereses. Habrá que ver cómo impacta esta extraña solución en la población. Finalmente, la oposición también intentó obtener algún rédito al sacar la cuestión del terreno discursivo con proyectos de ley para detener los aumentos tarifarios, o vincularlos a los salarios, pero chocaron con la nueva realidad de la Cámara baja en la imposibilidad de lograr quorum propio, una dulce venganza del macrismo tras muchos años de dominio legislativo kirchnerista.

*Sociólogo (@cfdeangelis).