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Epsilon Eridiani, ida y vuelta

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Estadísticamente hablando, los extraterrestres existen, pero las distancias que nos separan de otros planetas son tan enormes que cualquier encuentro cercano es dudoso, por no decir imposible. Considerando que una galaxia contiene, promedio, cien mil millones de estrellas, y que en el universo hay, como mínimo, cien mil millones de galaxias, sería extraño que nuestro planeta fuese el único habitado. Un par de simples multiplicaciones nos ayudará a darnos cuenta. Mientras nos quedemos en nuestro sistema solar no hay muchas esperanzas: los planetas más cercanos al Sol son verdaderas bolas de fuego, y los más lejanos son desiertos con temperaturas que en la escala de Kelvin alcanzan el cero absoluto. La única esperanza de encontrar un extraterrestre gozando de buena salud podría ser trasladándonos a otro sistema solar y encontrar un planeta, más o menos tan grande como el nuestro, que orbite a una distancia tal de su estrella que permita el nacimiento de alguna forma de vida.

El planeta más cercano más allá de nuestro sistema solar se encuentra orbitando alrededor de la estrella Epsilon Eridiani, a apenas 10.6 años luz de nosotros. ¿Pero qué quiere decir 10.6 años luz? Quiere decir que la luz de esta estrella, para llegar a nosotros, emplea diez años y medio. Comparemos ahora la distancia de Epsilon Eridiani con la que nos separa de la Luna y el Sol. La luz de la Luna, para llegar a la Tierra, emplea poco más de un segundo, y la del Sol, ocho minutos y veinte segundos.
Supongamos ahora que un día se inventara un teléfono tan potente que nos permitiera hablar con un habitante de Epsilon Eridiani. La conversación sería más o menos como sigue: yo marcaría el número de teléfono del habitante de Epsilon, después de lo cual esperaría con paciencia una respuesta con el tubo pegado a la oreja. Pasan 21 años (10,6 de ida y 10,6 de vuelta) y finalmente escucho una vocecita que dice: “¡Digaaa!”. A lo que yo, emocionado, pregunto: “¿Está Pascual?”. Otros 21 años de espera y de nuevo la vocecita que dice: “No, equivocado”. Todo esto para enviar un mensaje al planeta más cercano, y siempre con la hipótesis de que las ondas telefónicas atraviesen el espacio a la velocidad de la luz.

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Si en cambio hablamos de viajes interplanetarios, teniendo en cuenta que la luz viaja a 300 mil kilómetros por segundo y que las naves espaciales apenas alcanzan los 30 mil kilómetros por hora, para cubrir una distancia como la que nos separa de Epsilon Eridiani harían falta millones de años. Se me objetará que no podemos conocer el nivel tecnológico alcanzado por los extraterrestres y que éstos hubiesen podido hacerse hibernar para después despertarse felices y contentos a su llegada a la Tierra. De acuerdo, digo yo, todo es posible, pero lo cierto es que si esto fuese así los alienígenas no se mostrarían sólo a un par de pastores analfabetos para después emprender el viaje de vuelta, sino que como mínimo los veríamos todos los días en Telenoche.