Admitamos, por un momento, que hay un complot del que participan: a) los fondos buitre, b) el Poder Judicial de la República Argentina, c) los complejos multimediáticos que se identifican con el periodismo independiente, d) las agencias de inteligencia locales y globales (desde la CIA hasta la AFI), e) algunos gobiernos extranjeros, y f) todo el arco opositor al kirchnerismo.
La hipótesis pierde todo el atractivo de las tramas conspirativas porque revela el opaco prisma de la paranoia clásica, según la cual “todo tiene que ver con todo” y, en última instancia, hay un Unico (la Sra. Fernández) contra quien se alzan las fuerzas del mundo y del más allá (sobre todo Dios, pensaba el juez Daniel Paul Schreber en sus Memorias de un enfermo nervioso). Por otro lado, semejante trama destinada a provocar una crisis de gobierno en un país más bien insignificante obliga a otro ademán paranoico: el engrandecimiento del Unico. La política de la Sra. Fernández es tan radical que está minando el capitalismo global y por eso se la ataca.
Sea, insisto, por un instante. Un pensamiento semejante es incontestable porque, como se sabe, el paranoico siempre tiene razón (a cada objeción racional que se le haga, pone a intervenir una proposición ad hoc que anula la objeción y refuerza el esquema psicótico).
Me detengo, sin embargo, en la hipótesis de “golpe blando” que se ha esgrimido en estos días. El objetivo de la conspiración, de la cual participarían por lo menos los actores señalados (también podrían ser más, aunque extrañamente nadie haya incorporado al Vaticano al asunto), sería derrocar al actual gobierno de la Sra. Fernández, a meses del cese de su mandato. El brazo armado de la conspiración estaría compuesto por representantes del Poder Judicial (jueces y fiscales).
La idea de golpe judicial es disparatada porque los golpes de Estado (duros o blandos) y las dictaduras del mundo se originan o bien en una fuerza exterior al Estado o en una fracción del Poder Ejecutivo (que monopoliza el ejercicio de la fuerza, por definición) que desestabilizan el equilibrio de poderes que caracteriza (incluso ilusoriamente) a las democracias burguesas, cancelando el Parlamento y sometiendo a la Justicia.
¿Qué clase de golpe sería uno en el cual el Congreso y la Corte Suprema de Justicia continuaran funcionando tal cual son hoy? ¿Un golpe a la paraguaya, como se insistió en 2012, cuando fue sometido a juicio político el presidente Fernando Lugo? Lo más probable es que se trate de una reacción en bloque de la derecha tradicional (no populista) para asegurarse que, después de las elecciones, son ellos los que harán los negocios. En todo caso, la hipótesis del golpe me parece un cuento urdido para mentes sencillas y propongo que se vuelva a algunas nobles nociones del marxismo para explicar los procesos sociopolíticos, por ejemplo lo Imaginario y la Ideología, tan olvidados en estos días.