¿Qué siente lo apropiado cuando se lo apropian? Miraba Erase una vez en Hollywood, de Tarantino, y pensaba en un reportaje del Gatopardo sobre Ignacio Montoya Carlotto. Su vida cambió cuando descubrió que tenía una Abuela con mayúscula: Estela Carlotto, de Abuelas de Plaza de Mayo.
Ignacio deja de ser Ignacio y deviene “Guido”, el nombre que le dio su madre en cautiverio. Su ADN recobrado se integra el linaje nacional y deviene símbolo triunfal: conoce a Maradona, al Papa, a Cristina Kirchner. Después viene el dolor. “Guido” pierde la voz, tiene puntadas, gripe, anginas, infecciones; como si “Ignacio” hubiera funcionado como una barrera inmunológica. La verdad no es solución, porque no puede apropiársela. Sale un libro donde lo llaman Guido, pero él ya decidió que será Ignacio. Como una trans que se autopercibe de cierta manera, que siente que su identidad no está en el dato biológico, Ignacio dice en el reportaje: “mi cuerpo es un obstáculo”. Vuelve a su pueblo, se recluye. Tacha el nombre Guido en todo el libro. No puede odiar a sus “apropiadores”; los considera sus padres, los ama.
¿Qué operaciones debe hacer el cerebro de Ignacio para sobrevivir? En Erase una vez en Hollywood cada personaje recuerda y edita su historia personal. Cliff (Brad Pitt) es un doble de cuerpo de Rick (Leo di Caprio); se sube a un techo a arreglar una antena y destroza en su recuerdo al mismísimo Bruce Lee. La memoria es un teatro y el estilo del cerebro es reinventar historias que se derraman unas sobre otras, y Quentin lo sabe.
Ya en Pulp Fiction mostraba su comprensión de la conciencia contemporánea: Travolta baila y recordamos su vida de Fiebre de sábado por la noche; en esa fricción hay euforia estética. El cine es un doble de cuerpo de la Historia, y lo que los personajes hacen con sus historias mentales –contarse su vida– es una espiral del yo del director con la Historia mayúscula (como ponerse a exterminar el nazismo con cine).
En Erase una vez..., el plan es crear un cuento de hadas a partir del género horror real –a fuerza de “divertir” (cambiar el curso). Rick y Cliff miran sus películas juntos: la cara de Rick copypasteada sobre escenas de Steve McQueen en El gran escape. Ignacio tiene que hacer copypaste de su cara en la vieja y renovada película de horror de los 70-80 argentinos; otros fueron su doble de cuerpo, pero ahora esa película le pertenece. Lo que no puede hacer es sustituir una película por otra -la “verdadera” le resulta falsa si borra la otra, la que construyó él mismo con su vida.
En Erase una vez... la estupidez es un sucedáneo de la maldad y está del lado de los que hicieron la revolución (hippies) con un idealismo atravesado de crueldad (Manson). Cliff no lo sabe, pero va a ser el doble de cuerpo de Sharon Tate. Como Ignacio, Tarantino reclama la libertad de crear un destino propio, una historia personal.