COLUMNISTAS
SEMANA 09 DE 2011

Erase una vez una carta

El escritor y periodista escribe sobre la oposición de intelectuales K a que Vargas Llosa inaugure la Feria del Libro.

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El 22 de octubre de 1976, desde Lima, un escritor dirigió una carta al general Jorge Rafael Videla, por entonces ocupante (por invasión) de la Casa Rosada y presidente (por infracción) de la República Agentina. Su texto es el que sigue:

"El PEN Internacional, organización mundial de escritores que tengo el honor de presidir, ha recibido el informe titulado La persecución a artistas, intelectuales y periodistas en Argentina, que me permito adjuntarle, así como un complemento documental –fotocopias de publicaciones periodísticas- en que se apoyan algunas de sus afirmaciones.

"Aunque en el informe aparezcan, de cuando en cuando, expresiones que puedan atribuirse a la pasión política y algunas apreciaciones de carácter subjetivo, el grueso de su contenido, sin embargo constituye una relación de hechos de una gravedad tal que no puede dejar de consternar a cualquier persona civilizada. La lista de acciones que atentan contra los principios básicos de la cultura cubre un amplísimo registro: libros secuestrados de bibliotecas universitarias y particulares que han sido quemados públicamente, clausura temporal o definitiva de periódicos y revistas y establecimiento de una rígida censura, detención de escritores y artistas, sin especificar los cargos que pesan sobre ellos y sin transferirlos al poder judicial, hostigamiento y cierre de editoriales, allanamiento de instituciones dedicadas al arte y a la investigación sociológica.

"Paralelamente a estas acciones oficiales hay las que llevan a cabo comandos armados de gentes vestidas de civil, que su gobierno hasta el momento no ha impedido ni castigado, y que han sembrado el horror en muchos hogares argentinos. El informe cita a intelectuales que han sido secuestrados de sus casas y luego asesinados, a otros que han sido torturados, a otros que han desaparecido sin que se tengan noticias de su paradero. Asimismo, decenas de escritores, artistas y periodistas han debido huir del país, porque habían recibido amenazas de muerte. Ni siquiera el exilio es lugar seguro para algunos, pues se ha visto, en el caso reciente del poeta Juan Gelman, como sus hijos y su nuera eran secuestrados en Buenos Aires por una de estas bandas terroristas en represalia por sus opiniones políticas.

"Quiero en nombre del PEN Internacional, hacerle llegar nuestra más enérgica protesta por estos hechos, que constituyen crímenes imperdonables contra el espíritu, y que resultan particularmente insólitos en un país con el grado de civilización de Argentina. En nombre de la rica tradición de pensamiento y creatividad que ha hecho de su país un centro cultural de primer orden, lo exhorto a poner fin a la persecución de las ideas y los libros, a respetar el derecho de disentir, a salvaguardar la vida de los ciudadanos y a permitir que los escritores argentinos desempeñen libremente la función que les corresponde en la sociedad y contribuyan de este modo a su progreso.

"Cumplo asimismo con hacerle saber que, por la gravedad de las acusaciones, voy a recomendar al PEN la publicación de este informe y su difusión internacional. Ésta no es una medida inspirada en convicciones políticas partidistas de ninguna clase, sino, dentro del espíritu de la Carta del PEN, una estricta acción de solidaridad humana y de defensa de los más elementales principios morales que hacen posible la cultura".

El autor y remitente de esta importante carta fue Mario Vargas Llosa quien por entonces presidía el PEN Internacional, que reúne a poetas, ensayistas y narradores de más de cien países. Este texto se difundió en diversos medios periodísticos del mundo y fue reimpreso en 1984 en el libro "Contra viento y marea", del mismo autor. (Biblioteca Seix Barral, Editorial Sudamericana Planeta, en Buenos Aires).

Que Horacio González, intelectual de primera línea, liderara la fallida ofensiva contra Vargas Llosa, muestra lo enferma que está nuestra dirigencia cultural. Y en este caso, con carácter grave, pues Horacio González aceptó sin chistar la indicación oficial siendo que ni nos preside Stalin ni hay Gulag en el país.

* Especial para Perfil.com