Dicen que el ex presidente Clinton tenía en su escritorio un cartel que decía: “¡Es la economía, tonto!”.
No tuve el gusto de verlo, pero me suena muy coherente. Es que, recurrentemente, la Argentina es un país que nos distrae con sus novedades.
A veces, un campeón de fútbol (para los que dicen que no ganamos nada desde los 90, me animo a recordarles dos medallas de oro olímpicas que insistimos en ignorar…), o de básquet, o de tenis, golf, etc. Si no, ponemos cinco premios Nobel, o algún que otro Papa.
Y, cuando eso no está, nuestra economía se encarga de ocupar esos espacios vacíos que deja nuestro afán de ser eternos protagonistas e innovadores.
Hoy, la novedad (fuera de la hermosa noticia de la aparición del nieto de la señora de Carlotto, una alegría para todos y un mensaje de amor excepcional) es el tema de los holdouts, Griesa y lo que pasa en Nueva York.
Al respecto, si bien, como en todo escenario de reestructuración, la situación es muy compleja, con matices legales y técnicos difíciles, aun estando el deudor en buen ánimo de pagar y el acreedor dispuesto a ayudar, es muy complicado el acuerdo. Imaginemos entonces, en el caso Holdouts vs. Argentina, cuán intrincada puede resultar la solución.
Muchos demonizan a los buitres y a Griesa. Otros hablan de ineptitud del Gobierno. En mi opinión, ni una ni otra. Argentina no puede enfrentar el riesgo de “gatillar” la cláusula RUFO y, al mismo tiempo, el timing de arreglar con los holdouts, cuando dicho arreglo no fue hecho en tiempo y forma desde la primera reestructuración. Es notable que personas que participaron en una reestructuración incompleta (¡sí, incompleta, nunca dejamos de estar en default!) ahora opinen señalando con el dedo.
Pero el tema preocupa a todos y todas… No solamente a empresarios: tías, sobrinos, amigos, todos me preguntan “¿y ahora qué va a pasar?”. La respuesta es fácil: no tengo idea.
Es obvio que no podemos esperar una resolución inmediata salvo que medien nuevas circunstancias (no parece probable) o nuevos jugadores (esto puede suceder).
Lo que sí, dichas preguntas no van dirigidas a cuál va a ser el futuro del señor Singer, o sus socios, sino a qué me va a pasar a mí y a mi particular economía en un contexto afectado por semejante problema.
Y es acá donde comienza el divorcio de lo que pasa “allá” con lo que me sucede “a mí”.
Nuestra economía ya viene desacelerándose notoriamente. En artículos anteriores, he comentado que la suba de tasas del primer semestre, si no era acompañada por medidas de fondo y articuladas, sólo agravaría la entonces incipiente caída de actividad. Y finalmente así fue, la caída se hizo aún más fuerte.
Hoy por hoy, la incidencia de lo que sucede “allá” es más psicológica que directa. Lo cual no significa que no exista: el ánimo de los consumidores, compradores, inversores, obviamente, está por el piso.
Pero no debemos distraernos. Ni Griesa ni Singer ni el Gobierno han de llamarnos para consultarnos o decirnos cómo se arregla esto.
Entonces, viene la frase: “¡Es la micro, máster!” (en versión argentinizada).
En un país que gravó la venta de bienes supuestamente premium (porque no pensaba devaluar), manteniendo esta medida aun cuando las ventas y producción del sector se desploman, y con agentes del Gobierno que no quieren ceder recursos fiscales, que se resisten a subir los mínimos de cuarta categoría de Ganancias haciendo que un impuesto a la generación de renta/riqueza se transforme en una nueva carga social (no evaluando el impacto en el nivel de gasto y por ende una menor recaudación fiscal), ¿qué parte de la curva de Laffer no entendimos?
Y, entonces, pensando que si ajustamos la tasa el dólar se “va a calmar”, cuando hace sólo un par de meses esta estrategia no funcionó según lo esperado (totalmente lógico en economías estables), o aferrándonos a la recaudación como si esto fuera a contener el crecimiento del gasto y la emisión, no vamos a llegar muy lejos.
Lo que hoy enfrentamos es claro: una enorme distracción macro y una micro que empeora día a día.
Los empresarios, conocedores de esta situación, ya contraen su ritmo de actividad, achican estructura y cancelan deudas. Abunda la liquidez, dada dicha contracción de capital de trabajo, y el ahorro que no aumenta, ora por falta de capacidad genuina de construirlo, ora porque la tasa al nivel que sea ya no es refugio mejor que el dólar en el imaginario popular.
En este contexto, mal podemos culpar a Griesa de un modelo que cambió ante claras señales de agotamiento (luego de haber sido muy bueno anteriormente) y que había permanecido anclado quizás en un esquema preparado para las elecciones de años anteriores sin aggiornarse.
El cepo cambiario, la pérdida de poder adquisitivo, la voracidad fiscal, el nivel de gasto, la necesidad de inversión a escala (en donde sí influyen las novedades internacionales), el cepo impo/exportador, las tasas máximas, etc., son los verdaderos problemas a atacar en una cita enunciativa. No menciono la inflación ni la recesión dado que estas son consecuencias y no causas originales, lo cual no es negarlas, sino poner el foco en las soluciones concretas.
Por ende, no dependemos de Griesa ni de Singer, sino de nosotros mismos. Este gobierno, si bien atraviesa una transición, tiene herramientas para mejorar la situación a pesar de todo si se repiensa en el sentido de lo que fue su historia: aceptar que las empresas deben ser rentables para pagar mejores salarios y ser buenos contribuyentes.
Esperemos que alguien mire la micro, que, reparada, será una buena macro para todos y todas.
CEO de First CFA