COLUMNISTAS
Futuro de la democracia

“Esa te la debo”

Una inquietud recorre el mundo: el presidente electo de Estados Unidos se está pareciendo demasiado al candidato Donald Trump.

Imagen Default de Perfil
Portal Perfil.com | Perfil.com

Una inquietud recorre el mundo: el presidente electo de Estados Unidos se está pareciendo demasiado al candidato Donald Trump. Aquel magnate bravucón, histriónico, impredecible,  que conoce a la perfección los artilugios del espectáculo, transmutó de bufón a rey de la corte, y aún el mundo no sale de su asombro.

Pocos pensaban seriamente que ganaría las elecciones, salvo los millones de estadounidenses que se sintieron interpretados por los espejismos que prometen recuperar una sociedad que se creía definitivamente enterrada y superada. Desde que Trump ganó, las cornisas más vergonzantes de la política, desde el Ku klux klan hasta la alt-right (como se denomina a la extrema derecha estadounidense) se exhiben y toman nuevos bríos.

Sólo con que Trump cumpliera una parte de lo que esbozó como sus primeros cien días de gobierno, las alertas rojas recorrerían el planeta. Sus dichos y sus votos pusieron en evidencia la fragilidad de un tiempo en el que la multiculturalidad, diversidad  y la ampliación de derechos eran parte de  una realidad incompleta pero posible. El interrogante que hoy sacude a Occidente es si la lógica económica, política y cultural que definió esta etapa puede ser derribada por la voluntad de un líder y parte de las urnas. La otra duda es si la parte del establishment menos beneficiada por la globalización se encolumnará detrás de un líder que desata en simultáneo protestas opositoras y una popularidad creciente.

Esto no les gusta a los autoritarios
El ejercicio del periodismo profesional y crítico es un pilar fundamental de la democracia. Por eso molesta a quienes creen ser los dueños de la verdad.
Hoy más que nunca Suscribite

Si bien su discurso remite al pasado, su forma de construcción política es absolutamente posmoderna. La antipolítica como política, una gestualidad grandilocuententemente vacía, la puesta en escena, la prepotencia, forman parte del reality en el que es difícil delimitar entre las convicciones profundas de Trump y las pantomimas de un personaje armado para los medios, los cuales lo repudian mayoritariamente, pero no pueden sustraerse. Y él sigue jugando el juego que mejor conoce: confundir, manipular y fogonear las contradicciones de un sistema político en el que su ascenso es la confirmación de la profundidad de la crisis.

Lo mejor que podría ocurrir en este contexto es que no cumpla con sus promesas de campaña. Que haya sido un simulacro teñido por el marketing. No sería disonante. En tiempos de la posverdad, la idea de las cosas, la simulación, el reemplazo de la realidad por los deseos, son las fortalezas donde se asientan las creencias.  

La posverdad parece marcar una época en la que “el concepto de verdad carece de importancia o es irrelevante”. En un editorial que The Economist tituló como “El arte de la mentira”, advertía que la posverdad ha sido inducida por la evolución de los medios. La fragmentación de las fuentes ha creado un mundo atomizado, descontextualizado, en el que los usuarios tienden a relacionarse en las redes sociales entre iguales,  mostrando poca tolerancia hacia opiniones e intereses distintos a los suyos. La veracidad de la información es casi una cuestión de fe: se cree o no se cree. La emoción reemplaza al conocimiento.

“Todo es elemental, frívolo, primario”, alerta el periodista Jesús Quintero al hablar de un “nuevo analfabetismo”. Son parte de un sector que han tenido acceso a la educación, saben leer y escribir, pero no ejercen. “Son un grupo dentro de una nueva clase dominante. El mercado los cuida y piensa más en ellos. Imponen su falta de gusto y sus reglas.

El consumo cultural de los tiempos de la posverdad pareciera marcado por Google como herramienta fundamental de consulta y se piensa a través de 140 caracteres. Una parte importante de los ciudadanos no cuestiona, no escarba, no interpela. La contracara de este proceso suele ser la elite gobernante del “ésa te la debo”, de explicar los problemas complejos con soluciones binarias, de hablarles a sus gobernados como gurúes de autoayuda. Parafraseando a Jean Baudrillard, “con la instantaneidad de la información, ya no queda tiempo para la historia”.  


*/**Expertos en Medios, Contenidos y Comunicación. *Politóloga. **Sociólogo.