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sin diÁlogo

Escribe Cristina Kirchner

Las contradicciones atraviesan a las dos coaliciones que se disputan el poder. La debilidad de Alberto F.

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‘Boquitas Paspadas’. Elisa Carrió. | pablo temes

En el teatro, en el cine y en la ópera, la carta suele generar un momento de inflexión a través del cual la trama de la obra experimenta un cambio fundamental. Un secreto que se devela, una intención aviesa que se confiesa, un amor que se declara, una infidelidad que se descubre, un plan que se explica, una sospecha o un secreto a voces que se confirma, representan el espectro de las alternativas que plantean algunas de esas misivas que devinieron famosas. 

Carta. En la historia pequeña de la Argentina habrá un lugar para la carta que Cristina Fernández de Kirchner le envió a Alberto Fernández en la víspera del día en que se cumplieron diez años del fallecimiento de Néstor Kirchner. A lo largo de sus páginas y de su cuidada redacción se despliegan con amplitud los rasgos psicológicos de la personalidad de la ex presidenta en funciones. Aparecen allí el Hubris, la contradicción, la admonición y el rencor. A modo de muestra, veamos uno de sus párrafos, en el que se lee: “En este marco de derrumbe macrista más pandemia, quienes idearon, impulsaron y apoyaron aquellas políticas hoy maltratan a un presidente que, más allá de funcionarios o funcionarias que no funcionan y más allá de aciertos o desaciertos, no tiene ninguno de los “defectos” que me atribuían y que, según no pocos, eran los problemas centrales de mi gestión”. 

La confusión de conceptos de CFK es, una vez más, proverbial e inquietante. A lo que llama ella “maltrato” es a las críticas. Le cuesta aceptar que, por más duras que sean, son parte esencial de la democracia. ¡Como si ella no criticara con igual dureza –y absoluta legitimidad– a sus adversarios! ¿Alguien ha escuchado en los últimos años –el término “últimos años” debe aplicarse aquí a un lapso que va desde 2003 hasta el presente– tener una actitud de “buen trato” para alguno de sus adversarios –internos y externos– a los que, en realidad, ella considera como enemigos?

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El encomillado de la palabra “defectos” –como se sabe, una de las funciones de las comillas es marcar que una palabra se usa en sentido irónico o con un significado especial y opuesto a su significado real– es una definición de su Hubris que expone su egocentrismo y su falta de autocrítica. La falta de diálogo con propios y ajenos fue un problema esencial de su gestión y cuyas consecuencias aún hoy se padecen. La división que generó su uso despótico del poder es algo que llevará años superar. “Cuando nos obligaban a venir a esas puestas en escena que se hacían en la Casa Rosada durante aquellos años, nos ponían en exhibición en un corralito, no teníamos más remedio que hacer de aplaudidores y ni nos saludaba”, recuerda un gobernador peronista hablando de los “Aló Presidenta” reminiscentes del chavismo que durante los dos mandatos de CFK fatigaron la Cadena Nacional de Radio y Televisión.  

Lo de “funcionarios o funcionarias” que no funcionan apunta al corazón de la gestión de Alberto Fernández. Se sabe que la ex presidenta en funciones despotrica en voz alta contra el jefe de Gabinete, Santiago Cafiero, contra el ministro de Desarrollo Productivo, Matías Kulfas, contra la ministra de Justicia, Marcela Losardo, contra la secretaria Legal y Técnica, Vilma Ibarra, contra el presidente del Banco Central, Miguel Pesce, contra la ministra de Desarrollo Territorial, María Eugenia Bielsa, y el ministro de Transporte, Mario Meoni, por señalar algunos. Curiosamente, ninguno de ellos pertenece al kirchnerismo duro. No hay una sola crítica de la vicepresidenta al sistema de loteo de los ministerios que ella impuso como requisito en el reparto del poder que hizo y que tan dañino está siendo para el rumbo del Gobierno. Hablando de Vilma Ibarra e incorporándola al elenco de los señalados con el  dedo admonitorio en la carta, ahora saben –por si alguna duda les cabía– que el rencor que les guarda la vicepresidenta será para siempre.

Albertismo. De las dos respuestas que desde el albertismo se ensayaron para responder a la carta de CFK, con el correr de los días gana adeptos la no oficial. Frente a la utópica creencia de que

“a la carta se la había sentido como un apoyo” –más que utópica, fantasiosa–, se abren paso aquellos que sostienen que fue una jugada de CFK que “sigue minando el radio de acción del Presidente”, porque cualquier movida que surja del primer mandatario será interpretada como un acto espasmódico para cumplir los deseos de la vice. “No vamos a hacer nada en el corto plazo. Cristina propuso un doble juego: la crítica y la distancia, y nos tenemos que salir de esa dualidad”, señala una voz cercana al Dr. Fernández.

No fueron casuales las ausencias de la ex presidenta en funciones en los actos conmemorativos del 17 de octubre y del décimo aniversario del fallecimiento de su esposo.  “Ahora sabemos que la carta era la frutilla del postre. Si AF se enoja, sería funcional al juego de ella. Por eso salió a decir que la sentía cercana, “como un apoyo”, reconoció la misma fuente. 

Donde dos y dos son tres. Una de las palabras más escuchadas en la última semana fue diálogo. Habló de diálogo CFK en su carta; habló de diálogo Mauricio Macri; habló de diálogo Roberto Lavagna y habló de diálogo Alberto Fernández. ¡Qué verborrea!

Todos hablan de diálogo pero… los peros son tantos que el resultado será uno: la nada. 

Las discusiones y contradicciones internas atraviesan a las dos coaliciones que se disputan el poder.

La figura de Mauricio Macri agita las procelosas aguas por las que navega Juntos por el Cambio. La reunión del viernes en la casa de Elisa Carrió en Exaltación de la Cruz dejó una foto que habla. Hubo ahí un mensaje para el ex presidente. “Nadie le puede negar a Macri un lugar de preponderancia pero su liderazgo unipersonal acabó”, señaló una voz que conoce lo que pasa en el universo de JxC.     

 Más allá de la interna, en esa bucólica tarde con aires campestres se habló del momento de debilidad política que vive el Presidente. Al que la carta de CFK profundizó aún más. Por lo tanto se tomó una decisión: evitar las posturas extremas. “Nosotros vamos a mantenernos alejados de los discursos duros. Si el Presidente se quiebra, lo que viene es peor”, señaló con contundencia uno de los participantes del encuentro.

¿Quo vadis Alberto Fernández? Esa es la pregunta de cada uno de los días de este gobierno.