Escuchaba el otro día el eslogan de El rotativo del aire de Radio Rivadavia: “Acá está la verdad”. Dos mil años –o quizás más– de tradición filosófica occidental que se pregunta acerca de la verdad, sobre qué es la verdad, si existe algo que se puede llamar verdad, si la verdad es una construcción histórica-social, entre muchas otras interrogaciones, resuelta en tres segundos bajo el modo de la prepotencia del informativo radial. ¿Cuál es la verdad de Radio Rivadavia? Durante la dictadura –de Muñoz a Héctor Larrea, hoy reconvertido en prócer del éter K– fue uno de los lugares más intensos de propaganda fascista. ¿Será ésa la verdad de la que habla? No lo sabemos. Entre tanto, pasaron varias gestiones (eufemismo que significa varios dueños) y Rivadavia se volvió democrática, por llamarla de alguna forma. Pero el eslogan nos trae la memoria de un pasado que no debemos olvidar.
No se por qué me viene ahora a la memoria una reseña laudatoria de la biografía de Magnetto de José Ignacio López publicada por Sudamericana, escrita por María Seoane en Ñ, antes de que fuera, como es ahora, la directora de la Radio Nacional K. Allí el eslogan vuelve sobre la verdad: “Es tu verdad, tu identidad, es Radio Nacional”. El concepto de identidad no es tan antiguo como el de verdad. Es básicamente una invención de la modernidad, que incluye también su puesta en cuestión a partir de fines del siglo XIX, con la aparición del psicoanálisis, y a lo largo de todo el siglo XX con los combates de las minorías étnicas, sexuales y religiosas. El kirchnerismo propulsó avances notables en estos asuntos, como la Ley de Matrimonio Igualitario y la de identidad de género (lo que llevó al filósofo cordobés De la Sota a afirmar que en la Argentina actual “es más fácil sacar un documento con cambio de sexo que comprar dólares”). Pero el eslogan de la Radio Pública –como gusta autodenominarse– dobla la apuesta de Rivadavia porque a la trivialización de la verdad le suma una idea de identidad, igualmente banal. Como de costumbre, el aparato mediático del kirchnerismo está muy por debajo de los mejores momentos del propio gobierno. Pocas veces –por no decir nunca– un gobierno gastó tanta y tanta plata en comprar medios, periodistas, publicaciones, soportes, publicistas, sin que alguna de esas instancias haya tenido el menor interés. Una voz única –bajada de modo monolítico, sin matices, discusiones internas y pliegues– vuelve soporífero y estupidizante cualquier intento de ver, leer o escuchar el aparato de propaganda oficial, que se resume a eso, a ser un aparato de propaganda.
En la calle hay afiches que publicitan el último rediseño de Clarín (mejor dicho, el penúltimo: siempre hay uno por venir, peor que el anterior) bajo el eslogan “Hay un nuevo Clarín. Tiene mucho de vos”. ¿De mí? ¿En serio? Lo siento, pero me temo que no. Más bien diría que no tiene nada de mí. Levemente más modesto que el Gobierno de la Ciudad, al menos Clarín señala que “tiene mucho de vos”, mientras que Macri va por todo: “En todo estás vos”. ¿Sí? ¿Están seguros? ¿Yo estoy en la Policía Metropolitana que entra al Borda a reprimir? ¿Estoy en el sobreendeudamiento de la Ciudad, en un contexto en que toda América Latina, al contrario, se desendeuda? No, me parece que no. Justo yo, que no sé qué es la verdad, no sé cuál es mi identidad, y que en nada estoy.