COLUMNISTAS
decadencia europea

Esperando a los bárbaros

default
default | Cedoc

El mundo político determinante da muestras de duda e indecisión. La mediocre reunión reciente del G20 donde se trata de definir un camino de cura de la tremenda crisis financiera que ahora golpea de lleno a Europa pasó casi desapercibida frente al patrioterismo futbolero con que España, por ejemplo, disimula un miedo colectivo recesivo. En la macroeconomía nada está resuelto. El capitalismo es un enfermo peligroso, pero sin descendencia. Se habla con facilidad de “financierismo” frente a la economía real, productiva. Pero la enorme rueda cibernética de las finanzas electrónicas es el factor más fuerte de la economía mundial, aunque se deteste su esencia especulativa.
Crisis política para Berlusconi, Sarkozy, el deshilachado socialismo español demolido por los regionalismos que pretendió controlar y hoy quieren ser casi naciones, en vez de nacionalidades culturales. Por su parte, Alemania se cansó de ser el banco de última instancia para los desvalidos de una Unión Europea donde la mayoría poco productiva mira continuamente hacia el único rico capaz de salvar a Grecia o a Hungría.
Para colmo, Europa siente que Estados Unidos comete el error de creer que sólo con China puede consolidar un esquema de estabilidad mundial. ¿Se sabe realmente qué piensa China del capitalismo salvaje y hacia dónde va con él? ¿Es para ella un instrumento o una etapa para su retorno a la historia mundial como lo fue el marxismo maoísta?

La política mundial carece de sueños y de pasión transformadora. Europa pretende gobernarse con esa burocracia de técnicos y diplomáticos en cuya mediocridad De Gaulle vio el peor peligro histórico.
Es una política de gerentes de imperios prestigiosos y en decadencia, pero sin poder de imperio. Ni la tremenda crisis de 2008, cuyos peligros no están superados, hace surgir esos grandes estadistas movidos por visones heroicas de salvación y de coraje. No hay locura creadora (o recreadora) ni siquiera en los intelectuales. El juntavotos y el dirigente políticamente correcto pretenden sustituir al coraje creador que pudo tener un Deng Xiaoping cuando apenas en un lustro lanzó el espíritu pragmático –creativo de la vieja China por encima de un socialismo de siervos de la gleba mal alimentados. Ni sombra de quien asume como Churchill un gobierno en plena guerra y le promete a su angustiado pueblo “sangre, sudor, trabajo y lágrimas”. O un general que escapa en un bimotor hacia Londres, acompañado de su hijo, para refundar el orgullo y el poder de Francia con nada, casi desde la indiferencia de los que serían sus aliados. No se ve un Reagan, el cowboy del cine, capaz de unirse al Papa para dar la estocada final a la decadencia del imperio soviético y liberarlo de su ortodoxia suicida y de la agonía espiritual de un pueblo harto, sin libertad ni pasión revolucionaria.

Esto no les gusta a los autoritarios
El ejercicio del periodismo profesional y crítico es un pilar fundamental de la democracia. Por eso molesta a quienes creen ser los dueños de la verdad.
Hoy más que nunca Suscribite

Toda grandeza y toda fundación religiosa milenaria surgieron de locos y visionarios, no de prudentes juntavotos que tejen triquiñuelas parlamentarias.
No estamos ante una crisis política o económica más. Estamos ante el fin de un ciclo. Somos protagonistas de algo tan grave como esos tiempos que define Marguerite Yourcenar, hablando del emperador Adriano: “Sus dioses habían muerto y las nuevas deidades aún no se vislumbraban.”
El desasosiego mundial es explicable porque se mueren en nuestra generación las dos grandes usinas de creencias y de poder consolidadas a lo largo del siglo XIX: el universalismo liberal-democrático y el marxismo como fórmula de justicia e igualdad universales. Ambos se confrontaron hasta el borde de la catástrofe a lo largo del siglo XX y ambos se deshumanizaron.
Las reuniones del G20 demuestran que los remendones del mundo prevalencen sobre los bárbaros capaces de insuflar fe y pasión al aburrimiento donde la tecnología y los grandes intereses materiales mantienen a Occidente en apariencia de pujanza.
Sin dioses, héroes ni poetas, Occidente es apenas una vidriera de ingeniosas chucherías. Podemos preguntarnos, como aquellos funcionarios del poema de Cavafis: “¿Qué pasaría si los bárbaros no llegan, qué haremos?” ¿Cómo salir de esta nada mercantilista?”

*Escritor y diplomático.