COLUMNISTAS
el disgusto de marco del pont

Está prohibido tener ideas

La presidenta del Central arrimó un plan para contener la inflación, los Kirchner ni lo ojearon y la mujer saboreó el linaje de la conducción K.

Robertogarcia150
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Cuentan que, voluntariosa y precavida, Mercedes Marcó del Pont le acercó medidas a su jefatura para mitigar el alza de los precios. Por su propia cuenta, como una contribución, para impedir que la inflación dañe el “modelo” y su propia gestión al frente del Banco Central.
Cuentan que su iniciativa fue al trasto. Ignoraba la dama que esas propuestas, si no se reclaman desde el Gobierno, habitualmente no son contempladas; como si el poder ya tuviera decidido lo que corresponde y no aceptara ninguna sugerencia al respecto. Como si el BCRA no fuera nada más que un instrumento a utilizar por la máxima jerarquía política, como si no se permitiera pensar.

En rigor, Marcó del Pont habría pagado un precio por desconocer el mecanismo cupular de la dirección patagónica: si desde allí no se pide un plan, no hay que proveerlo. Ya pasó con otros funcionarios. Hubo más de un ministro, por ejemplo, que –ingenuamente– en cierta ocasión ofreció, luego de trabajar con opiniones diversas en un tema clave, la hechura de un proyecto con presuntas soluciones a un drama nacional. La carpeta fue desplazada a un escritorio: cuando él la llevó, el matrimonio ni siquiera la ojeó y al espontáneo lo interrogaron sobre otras cuestiones menos prioritarias. En una de ellas, había un atraso mínimo en el cumplimiento, lo que derivó en un duro reproche: “Hacé lo que te pedimos, ocupate de lo que te encargamos, el resto lo determinamos nosotros”.

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Es un método, más en la delicada tarea económica, a la cual Néstor Kirchner le asigna atención personal. Solitario, tanto que la postergación del canje también arrastró a algunas provincias (Chubut, Buenos Aires, Córdoba, Santa Fe y algunas empresas) con urgencias de fondos, las cuales además tomarán dinero a la misma tasa que pagó Mauricio Macri por su bono y de la cual el oficialismo se burlaba por usurera. Inmadurez habitual en las palabras de Amado Boudou y en las órdenes de Néstor.
El plan de la Marcó del Pont, cuentan, tampoco suponía el Premio Nobel de Economia, más bien era una pantalla protectora: ella, quien ya debe purgar cierto atraso cambiario contra lo que constituyó siempre su forma de pensar, ahora embolsa el disgusto de que los precios puedan trepar.

Al margen del rechazado propósito de Marcó del Pont, se consolida un esquema de trabajo impenetrable y personalista, con el cual Néstor Kirchner ha conducido la Argentina como si fuera un gran almacén de ramos generales. Se equivocaron quienes imaginaban el país con otro tipo de categoría y espíritu menos dócil; es lo que es, subdesarrollo y parcial decadencia. Volátil, sensible a los romances e imputaciones efímeras como el de Martín Redrado, al fútbol mundialista o al oportunismo de estrellas televisivas. Inclusive a la discusión sobre grandes temas biológicos que no ocurren en otras partes del mundo: como el caso de los hermanos Noble, quienes son conocidos por el apellido de quien nunca los adoptó –murió más de diez años antes de que nacieran–, criados por quien quizá no sepa de dónde provinieron y ahora humillados en la intimidad para difundir su ADN por el mundo y ver si alguien se quiere hacer cargo de su origen. Para seguir, en materia genética, con la candidatura de Francisco de Narváez, quien probara sin duda que fue gestado en un amoroso lecho argentino y después esa concepción embrionaria trasladada a Colombia, donde su madre le hizo ver la luz. Así, tal vez, con ese novelón podría llegar a la Presidencia.
Todo esto promueve, claro, un pensamiento cambiante y general, sin substancia que, en lo político, se destaca porque un mes la población y sus predicadores parecen convencidos de un aserto –los Kirchner serán desalojados del poder en 2011 e irán presos– y, al otro mes, con la misma seguridad, se los declara inocentes e inevitables ganadores para entonces.
Si alguien parece haber descubierto y aprovechado ese mayoritario costado frívolo de la Argentina, ése ha sido el propio Kirchner, siempre entendido además en cada uno de los resortes de la sociedad para manipularlos, sin delegar, controlando personas, negocios o políticas, del mismo modo que algunos grandes empresarios le aplicaron autoritaria y tenaz firma a emprendimientos que llevaron su propio nombre. Inútiles quizás, agraviantes. Aunque satisfactorios para el ego.

¿O un Estado puede presumir de que vándalos propios y a sueldo puedan incorporarse a la Selección argentina en su viaje a Sudáfrica? O que Guillermo Moreno desate su lado más oscuro y prepotente tan sólo porque acaricia la vena más preciada de los Kirchner.
¿O que Aníbal Fernández insista sin rubor en que hay sol cuando es de noche. O, por conveniencias, algunas empresas pasen de una mano a otra (con el simple argumento de la fuerza y el “firmá aquí”), otras se consoliden o engrandezcan por la cobertura oficial de licitaciones y subsidios o ciertos gremios privilegiados se beneficien del sector público con prebendas al tiempo que otros les arrancan afiliados a sus colegas exigiendo a las empresas la autorización correspondiente. Bajo una ancestral y obvia metodología de Chicago: el camino bueno o el camino malo.
La práctica: se presentan en la compañía para reclamar el traslado de la afiliación de los trabajadores a sus organizaciones. Sin demasiadas explicaciones por el hurto de agremiados, casi con la venia ministerial y a voz en cuello –por utilizar una metáfora–, advierten que si no les conceden la demanda habrán de soportar el camino malo (paros, cortes, amenazas, intimidaciones, como ocurriera con ciertos supermercados o peajes), mientras la aceptación del camino bueno les garantizara paz laboral y ninguna disidencia interna (como la de los subtes).

Consienten algunos empresarios, rompen relaciones de años con otro sindicato y pagan más –ya que el incremento viene acompañado con el amenazante adicional del camino bueno o el camino malo–, tal vez ajustando costos o castigando a consumidores. Lo más seguro.
¿Para qué alentar esos medios atemorizantes, poco escrupulosos, si finalmente distancian al Gobierno de la sociedad? Porque la naturaleza de quien domina así lo exige, del mismo modo que al aire se dice que “lo mejor es sustituir importaciones” para agrandar el país, sin decir cuál es el precio para que algunos amigos vivos se hagan millonarios apropiándose del mercado y de las ideas de otros. Lástima este concierto, porque en el reino de las buenas intenciones algo de materia hace falta, aunque no sea obligatoriamente gris.