COLUMNISTAS
CRISIS DE LIDERAZGO

Europa en la era Trump

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Juncker. El presidente de la Comisión prometió enseñarle "cómo es Europa". | AFP
La manera desordenada con la que la Unión Europea reaccionó ante la elección de Donald Trump puso en evidencia, una vez más, la crisis de liderazgo que reina en Bruselas.
Europa equivocó el diagnóstico al interpretar el triunfo de Trump como un mero producto de la idiosincrasia norteamericana. No reconoció con la debida claridad que la elección de Trump es parte de un fenómeno donde también encaja la salida del Reino Unido de la Unión Europea, la resistencia política a la acogida de los refugiados, los nacionalismos húngaro y polaco e incluso la abstención récord registrada en las últimas elecciones al Parlamento Europeo.

El tiempo pasa y Europa tarda en unir las piezas del rompecabezas, demora en comprender que no vive una crisis coyuntural sino una crisis sistémica provocada por los múltiples cambios que acompañan al malestar y la incertidumbre generados por la globalización. Allí donde el Estado de Bienestar europeo prodigaba certezas, reina ahora la incertidumbre. Algo similar se verifica del otro lado del Atlántico, con el desgajamiento del sueño americano.

La narrativa hasta ahora dominante en Bruselas interpretaba al euroescepticismo como una consecuencia natural y transitoria de la crisis económica, como el fruto típico de una etapa marcada por altos niveles de desempleo. Esta interpretación fue frontalmente cuestionada por el Brexit y se vino definitivamente abajo cuando Trump derrotó a la familia Clinton con la economía norteamericana creciendo sólidamente y con una tasa de desempleo baja.

Iniciado hace varias generaciones, el Estado de Bienestar europeo (al igual que el sueño americano), garantizaba a los hijos mejores condiciones de vida que las disfrutadas por sus padres. Hoy esto ya no existe y sectores relevantes de una población no acostumbrada al conflicto social experimentan ahora la amenaza de la exclusión. Quien resulte excluido del sistema buscará alternativas al sistema.

En un alertador paralelismo con los años 30 del siglo pasado, reaparecen en Europa y en Estados Unidos el nacionalismo político, el proteccionismo económico y la xenofobia social.
La realidad es que la elección de Trump fue un tiro en la línea de flotación del portaaviones europeo, ya debilitado por el referéndum británico. Y si Marine Le Pen logra ganar las presidenciales francesas del próximo año, entonces será tarde para intentar salvar el proyecto europeo, al menos tal como lo conocemos hasta ahora.

En la larga campaña presidencial de 2016 el candidato Trump se identificó con Nigel Farage, el líder del Brexit, y celebró el divorcio británico de la Unión Europea, se pronunció en contra del tratado de libre comercio que negocian Bruselas y Washington, elogió a Vladimir Putin y amenazó con recortar los fondos a la OTAN.
El presidente Trump no será la contracara del candidato Trump y su elección supondrá un punto de inflexión en la intensa relación transatlántica que lleva más de medio siglo. Se acerca un momento de decisión para Europa.

La Unión Europea no disimuló su preferencia por Hillary Clinton durante la campaña presidencial norteamericana y algunos de los principales líderes europeos hasta sucumbieron a la tentación de provocar a Trump. El más corrosivo fue el presidente de la Comisión Europea, Jean Claude Juncker, quien prometió “enseñar” al futuro mandatario de Estados Unidos “cómo es Europa”, afirmando que “pasarán dos años antes de que Trump visite el mundo que no conoce”.

Cabe preguntarse ¿qué futuro imagina el señor Juncker para Europa si queda simultáneamente alejada del Reino Unido, Estados Unidos, Turquía y Rusia?
Europa esta parada frente a su
destino.

*Presidente Fundación Embajada Abierta. Ex Embajador ante la ONU, Estados Unidos y Portugal.