COLUMNISTAS
la guerra entre el gobierno y el campo necesita gestos de grandeza

Exceso de pequeñez

Hay un texto olvidado de Ernest Hemingway en el que el gran escritor se refiere al efecto destructivo que el ejercicio del poder ejerce sobre los hombres públicos. En ese texto, Hemingway cita la observación de un periodista estadounidense acerca de la teoría según la cual el poder afecta, de un modo evidente, las conductas de las personas que lo ejercen.

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Comentarios de la calle

“Estamos hartos de todo el conflicto entre el Gobierno y el campo.
¿Cuándo se termina?”
“El parate es cada día más fuerte.”
“Por favor que alguien se acuerde de otros temas.”
“¿Quién se ocupa de la falta de seguridad?”
“El aumento de los precios  es impresionante.”

 
Hay un texto olvidado de Ernest Hemingway en el que el gran escritor se refiere al efecto destructivo que el ejercicio del poder ejerce sobre los hombres públicos.
En ese texto, Hemingway cita la observación de un periodista estadounidense acerca de la teoría según la cual el poder afecta, de un modo evidente, las conductas de las personas que lo ejercen.
Los síntomas de la enfermedad de poder comienzan con el clima de sospecha sobre todo lo que rodea a esa persona, sigue con la sensibilidad crispada en cada asunto en el cual ella debe intervenir y se acompaña de una creciente incapacidad para soportar las críticas.
Más adelante, se desarrolla la convicción de ser indispensable y de que, hasta su llegada al poder, nada se había hecho bien. Finalmente, la etapa subsiguiente es su pensamiento acerca de que nada se hará bien una vez que él abandone el poder.
Esta página de Hemingway bien puede reflejar mucho de lo que está pasando en la cima del poder en estos momentos, en nuestro país.
Las voces de quienes frecuentan al matrimonio Kirchner y de los que han participado de algunas de las reuniones encabezadas por el ex presidente en funciones en su nuevo rol de presidente del Partido Justicialista reflejan esta situación que ya no pueden callar aun cuando, al hablar, lo hacen con el pedido expreso de que no se publique nada que permita identificarlos.
El temor al castigo implacable del matrimonio presidencial es pavoroso.

He aquí una viñeta de esas frases:

“Los Kirchner no saben lo que es la angustia.”
“Los Kirchner son impenetrables.”
“Es muy difícil decirles algo que los contradiga.”
“Se creen que esto es Santa Cruz.”
 
La prensa viene reflejando con claridad y precisión la situación de preocupación y “angustia” que están viviendo muchos dirigentes del justicialismo, quienes al ver el curso de este conflicto que está totalmente desmadrado temen por sus consecuencias potencialmente explosivas.  
La entrada en acción de un nuevo protagonista ha generado una circunstancia propia de la ley de la selva. En efecto, la decisión de los propietarios de camiones de cortar las rutas ha agregado aún mayor dramatismo al conflicto.
Hay allí una interna compleja. Están lo que los ruralistas llaman camiones “gorgojeros” que llevan cereales al puerto, que se identifican con el paro agrario, y están los camiones que transportan carga general que tienen una visión crítica de la protesta. La realidad es que unos y otros la están pasando mal. Los enfrentamientos que se produjeron en algunos puntos de contacto entre camioneros y chacareros encendieron las luces de alarma.
La imagen de los miles de litros de leche derramados desde los camiones cisternas fue desgarradora. Ese mismo día, el padre Jesús Olmedo, desde su parroquia en La Quiaca, pedía, con un grito desesperado, que se escuchara el reclamo de los muchos pobres que cada día tocan a la puerta de su casa porque no tienen qué comer.

La Iglesia advirtió el peligro de esto de inmediato. De allí la decisión de organizar la reunión extraordinaria de la Conferencia Episcopal que, el jueves, produjo un documento en el que plasmó su preocupación por este presente cargado de enfrentamientos.
El documento expresa, entre otras cosas, lo siguiente:

“Es preciso que tomemos conciencia de que situaciones como esta que vivimos nos menoscaban como comunidad, nos aíslan del mundo y, en definitiva, perjudican a los más pobres. Es más, este conflicto ha puesto de manifiesto falencias profundas de nuestra vida republicana. La persistencia misma del conflicto y la aparente imposibilidad de resolverlo constituyen un signo de debilidad institucional”

“Consideramos que la solución sólo puede encaminarse mediante gestos de grandeza y una vigencia aún más plena de los poderes de la República.”

“Por otra parte, aunque hubiera reclamos justos, no es en las calles ni en las rutas donde solucionaremos nuestros problemas.”
“Pedimos por ello, encarecidamente, al Gobierno de la Nación que convoque a un diálogo transparente y constructivo y a los sectores en conflicto que revean las estrategias del reclamo. Ni la moderación en las demandas ni la magnanimidad en el ejercicio del poder son signos de debilidad.”    

La respuesta del Gobierno a este llamado de la Iglesia fue, como siempre, brutal. Las crónicas reflejan que Hugo Moyano esbozó la idea de acudir a la Iglesia para que ésta hiciera un llamado al diálogo y a deponer actitudes intransigentes de los ruralistas. Lo dejaron con el amén en la boca.     

La decisión de las entidades rurales de levantar el paro es una buena medida.
Aquí hay que marcar algunas cosas. La determinación exigió mucha conversación. Ahí aparecieron diferencias entre las entidades. Coninagro y la Sociedad Rural tuvieron una posición más flexible. El núcleo duro lo sigue representando la Federación Agraria. Pero el problema, hoy día, va más allá de esto. El núcleo duro lo representan las bases. Allí las cosas están realmente complicadas porque mucha de la gente que está a la vera de las rutas está en calidad de autoconvocados. Y este sector es el que, al momento de escribir estas líneas, sigue con su postura firme de no bajarse del costado de los caminos si el Gobierno no da marcha atrás con las retenciones móviles.
Este es un componente del problema que el matrimonio Kirchner, evidentemente, ignora. Es así que el ex presidente en funciones cree, y así lo dice, que éste es un tema meneado por cinco dirigentes agrarios. Según su composición de lugar, una vez que los venza todo se encarrilará hacia la normalidad.
Si escuchara a muchos de los intendentes del Frente para la Victoria que claman por un cambio de actitud, sabría que muchos de los que están en las rutas votaron a Cristina Fernández de Kirchner.      
Pero nada de esto está en el pensamiento del matrimonio presidencial. Como botón de muestra de esta actitud debe computarse lo que está sucediendo con la provincia de Córdoba.
La postura del gobernador Juan Schiaretti, quien reconoció como justo el reclamo del campo, va teniendo su castigo. A una decisión protocolar de la Presidenta de no asistir a la inauguración de una escuela en localidad de La Calera por no haber aceptado el intendente rehusar a invitar al gobernador, le ha seguido un castigo más concreto. El gobernador denunció que no le han enviado los fondos para hacer frente  a los haberes de las jubilaciones y del incentivo docente. Lo tremendo de todo esto es que los que pagan los platos rotos de este enfrentamiento político son los jubilados y los docentes.

El otro gran problema que ha surgido de este conflicto es el de la credibilidad del Gobierno. Un ejemplo: El viernes hubo una reunión importante en la Casa Rosada. Estuvieron el ministro del Interior y varios gobernadores. Allí se trataron temas relacionados con la leche, el trigo y la carne y el de los famosos reintegros. Se acordaron mejoras que responden a algunas de las demandas del sector. Pero ocurre que los pequeños productores no creen en la palabra del Gobierno porque, a la hora de instrumentar estas medidas, todo se vuelve tan engorroso que, finalmente, sus beneficios nunca llegan a sus destinatarios.

La necesidad de diálogo es imperiosa. El llamamiento de la Iglesia refleja el dramatismo de la hora. El levantamiento del paro es positivo. Desde las rutas los conflictos no se solucionan sino que se potencian.
El Gobierno aportaría mucho si aceptara el error de las retenciones móviles atento a que quien las ideó, el ex ministro Martín Lousteau, así lo reconoció ante gente del campo y del Gobierno. Tal actitud sería un acto de grandeza.
He ahí un problema porque los Kirchner, con muchas de sus actitudes, representan la abundancia de la pequeñez.

Producción periodística: Guido Baistrocchi