Leo la noticia en un blog y me deja pasmado (pasmar: “Ocasionar o causar suspensión o pérdida de los sentidos y del movimiento”): Francia debate un proyecto de ley (presentado el 19-05-2010) que establece la prohibición universal de ocultación del rostro en el espacio público francés. Se trata, a todas luces (“la Luz” es una propiedad parisina), de prohibir el uso de burka, niqab o chador por parte de las mujeres musulmanas.
Pero como el proyecto de ley no puede decir esas palabras, el veredicto se formula de manera universal (esto significa que me alcanza incluso a mí): “Nadie puede” (Nul ne peut) disimular su rostro, porque eso constituye un peligro para la seguridad pública (un danger pour la sécurité publique).
El proyecto de ley francés repite la gemela ley belga de 2004, pero extrema sus alarmas (“orden público”, decía Bruselas).
Repito, porque no se me ocurre nada más justo para decir, las conclusiones de mi fuente: una ley que prohíbe la ocultación de la cara (además de introducir severas restricciones a las cirugías plásticas y otras formas de cosmética facial), sustrae la posibilidad al mismo tiempo ontológica y política de apropiarse del propio ser (del propio rostro). Y repito también un par de citas: “La verdad, el rostro, la exposición son hoy objeto de una guerra civil planetaria, cuyo campo de batalla es toda la vida social, cuyas tropas son los medios y cuyas víctimas son todos los pueblos de la tierra. El poder de los Estados ya no está más fundado, hoy, en el monopolio del uso legítimo de la violencia, sino sobretodo en el control de la apariencia.” (Giorgio Agamben) y “Si ustedes quedan presos en el sueño de otro, están jodidos” (Gilles Deleuze).