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Fantasía nada fantástica

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Jedet posa en la alfombra rosa por el pase especial de la película ‘Barbie’ en el Gran Teatro CaixaBank, a 19 de julio de 2023 | Europa Press

El estreno de Barbie me revuelve la memoria, o el estómago de la memoria, hasta el bolsillo de la memoria. ¿Cuánto se invierte en la muñequita más estipulada del mundo, en la fantasía más adecuada a los cánones occidentales, en ropita de la más berreta ilusión? ¿Dónde radica el éxito de la estandarizada belleza, lo expresión más insulsa, la cintura inverosímil? Me tienta seguir endilgándole faltas y desacreditando sus cualidades… Y sin embargo, le guardo cierto cariño. Quizá por haber resistido durante años a tantas críticas, y seguir siendo Barbie. Más allá de todas las transformaciones que la marca propuso para adecuarse a cuestiones de género: Barbie lesbiana, basada en la anatomía de Abby Wambach, Barbie con curvas, Barbie alta, baja, con colores de piel diferentes, siete tonos, 22 colores de ojos, etc. Barbie es igualmente Barbie, y la película recién estrenada para las vacaciones de invierno, de la misma directora de Mujercitas, exprime la estética al máximo de sus rosados, dorados, tacos y peinados exultantes.

El vintage puesto al día, el mundo real impuesto a la fantasía. La película de Greta Celeste Gerwig apunta a desmantelar los clisés con nuevos clisés. Justamente los de la fantasía con los del mundo real. Y no necesariamente son los mismos.

Las voces y las lenguas

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Hace un tiempo me encargaron un ciclo televisivo de dos temporadas, cada una de trece episodios. El primero, “Mujeres x Hombres”, debía contemplar los personajes literarios femeninos creados por escritores. Y el segundo, “Hombres x Mujeres”, sobre personajes masculinos inventados por escritoras. Para hacer la lista de los 26 personajes (uno por programa), consulté a varios amigos. La primera tanda resultó fácil, Beatrice, Dulcinea, Madame Bovary, Anna Karenina, Beatriz Viterbo, La Maga, etc. Cuando tuve que considerar a los personajes varones creados por escritoras, se duplicó la dificultad; no solo había pocos personajes sino también pocas autoras, dado que las mujeres comenzaron a ingresar fuertemente en la literatura recién en el siglo XX. De todas maneras, algo encontramos. Desde Frankestein, Heathcliff, Lestat, el vampiro, etc. Si revisamos ambas series, podríamos llegar a una extraña conclusión (¿constatación?). Muchos de los personajes femeninos clásicos de la literatura creados por escritores son mujeres idealizadas o muertas (Dulcinea, Beatrice, Viterbo). Es decir, inalcanzables, o sin cuerpo. Por otra parte, los personajes masculinos creados por escritoras, en su mayoría son ¡monstruosos! 

Volviendo a la antaño platinada, ¿Barbie es mujer “real” o idealizada? Primero que nada, es una mujer. Y eso fue una novedad en los años cincuenta. Su creadora, Ruth Handler, observó que su hija Bárbara no quería jugar con muñecas que se asemejaran a niñas, las prefería de semblante adulto. En pleno puritanismo, llegó esta reina de las curvas y los vestidos, de la desnudez inerme, pronto convertida en la más kitsch de las muñecas.

En la película, Barbie es lanzada al mundo real. La heroína de la juguetería se vuelve un estereotipo de mujer ingresando en la realidad de las mujeres actuales. Ya no más casita de Mattel. A vérselas con la gran ciudad. Sin tacos y pie plano, acompañada del no menos real Ken.

La amenaza de los hilos

Pero, ¿salir de la fantasía implica romper un modelo? Quizá la gran novedad radique en el personaje masculino, habitualmente segundón. Lo interpreta Ryan Gosling, y es un Ken reivindicacionista. Ni monstruo ni galán. Solo busca ocupar un lugar en la vida de Barbie, aunque sabe que es el relegado de la caja, el último que compran, encima desprovisto de sus atributos. En la película usa anteojos de sol de dos tipos, unos oscuros, para ocultar su tristeza, otros espejados, donde Barbie pueda mirarse (y también ocultan su tristeza).

Recuerdo el gran día en que mi hija recibió a Ken, regalo de sus abuelos. Al abrir la caja, me miró azorada, sin entender del todo para qué servía. No se me ocurrió peor respuesta que igualarlos, “También a él le podés cambiar la ropita”. Prefirió preguntarle a una amiga que besuqueaba a su Barbie con el Mazinger del hermano. Su respuesta fue clarísima: Ken es su amigo gay.

La fantasía de los niños parece ganarle al marketing. Con lo que tengan a mano, se inventan el mundo que adviene.