El dirigente con mejor imagen en el principal distrito electoral del país ya dio el primer paso. Esta semana, inscribirá a su Frente Renovador para competir en las legislativas. Deberá definir si él encabeza esa lista, pero ya entró en el juego y no disimula cuál es: “Mi prioridad es 2015”.
Para los críticos de Sergio Massa, no se decide porque duda. Lo comparan así con Carlos Reutemann, el senador santafesino que en su momento parecía que si jugaba se quedaba con todo. Para sus adláteres, Massa no hace público lo que ya resolvió por sus dotes de tiempista: restan dos semanas para la presentación de candidaturas.
Hábil como pocos, logró consideración popular por su promocionada gestión municipal, patrocinó a intendentes triunfantes en la Zona Norte y consigue que se hable de él en todos lados (al menos en la política y los medios) sin que él diga nada.
No quiere ser Reutemann, pero tampoco Francisco De Narváez, que en 2009 les ganó a Kirchner y Scioli juntos y luego se deshilachó en un espacio personal sin casi nada atrás.
Para despejar esos fantasmas tiene un antídoto eficaz. Por sus manos circulan números que marearían al más pintado: yendo de candidato le saca 20 puntos al kirchnerismo. Semejante derrota impactaría mucho y mal en el Gobierno, también en Scioli.
Pero Massa se equivocaría si creyera que a partir de allí comenzará a transitar por una confortable autopista hacia la Casa Rosada. Nunca esos andares son tan previsibles. Y pocos, muy pocos, llegan a destino.