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Sylvia Molloy es una de las editoras de Poéticas de la distancia, un libro que recopila las ponencias de doce escritores argentinos reunidos en un coloquio sobre el extrañamiento de la literatura que tuvo lugar en diciembre de 2005 en Nueva York.

Quintin150
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Sylvia Molloy es una de las editoras de Poéticas de la distancia, un libro que recopila las ponencias de doce escritores argentinos reunidos en un coloquio sobre el extrañamiento de la literatura que tuvo lugar en diciembre de 2005 en Nueva York. En su nota introductoria, Molloy nombra a Valéry Larbaud, al que califica de “escritor olvidable y olvidado pero notable traductor”. La descalificación póstuma suena un poco precipitada ya que, en principio, la propia Molloy recuerda a Larbaud y le atribuye “una frase memorable”, el consejo que da a los escritores de “darle un aire extranjero a lo que se escribe”.
Es muy discutible que Larbaud (1881-1957) esté olvidado. Un tomo de mil trescientas páginas de la famosa colección La Pléiade está dedicado a una selección de sus obras y se consigue en cualquier librería francesa, así como sus tomos de ficción, crítica y correspondencia. Enrique Vila-Matas, por otra parte, hace de Larbaud uno de los héroes de su Historia abreviada de la literatura portátil. Es uno de los dandys, o shandys, que afirman estar “profundamente unidos al espíritu de la época, a los problemas subyacentes que la acosan y le dan su tono y carácter. Somos siempre duales en apariencia, y lo somos porque encarnamos lo nuevo y lo viejo al mismo tiempo”. La actualidad de un personaje como Larbaud en una era de mediocre y desganado profesionalismo literario, reside en su pasión de amateur, en la defensa de “una aristocracia abierta a todos, invisible, dispersa, desprovista de marcas exteriores, sin existencia oficial ni diplomas, pero más brillante que ninguna otra”, que no es otra que la de los lectores. La escritura es, en todo caso, una simple consecuencia de ese “vicio refinado e impune, esa egoísta, serena y perdurable ebriedad” (Ce vice impuni, la lecture es el título de sus escritos críticos). Una vez, una revista le preguntó a Larbaud cuál era su libro inglés preferido. Como respuesta, envió una foto que mostraba una biblioteca con 5 mil volúmenes con la aclaración de que “no me gustaban todos por igual, pero no querría separarme de ninguno”.
No es fácil, eso sí, conseguir las obras de Larbaud en castellano. Pero existe, por ejemplo, una edición española de 2000 de De la tierna edad, que agrupa los ocho relatos sobre niños y adolescentes que en francés aparecieron como Enfantines. Los chicos de Larbaud, atravesados por tensiones sexuales precoces y heterodoxas, desgarrados por las diferencias de clase y en permanente y angustiosa rebeldía contra el mundo de los adultos son, contra la opinión de Molloy, profundamente inolvidables.
Si la ficción de Larbaud es sofisticada, original y moderna, su obra crítica no es menos aguda e importante. Defensor del cosmopolitismo cultural, se interesó por varias lenguas y literaturas, empezando por la inglesa. Así fue como descubrió, tradujo, estudió, divulgó o impuso en Francia a escritores como Hawthorne, Whitman, Faulkner, Chesterton, Conrad, Joyce. Pero también, en el ámbito del castellano, del portugués o del italiano a Italo Svevo, a Eça de Queiroz, a Gómez de la Serna, a Rubén Darío, a Borges… A Larbaud le molestaba particularmente el olvido en el que caían ciertos escritores y se concentraba en reparar esas injusticias, dedicando grandes esfuerzos de investigación y trabajos eruditos a autores como Samuel Butler (autor de Erewhon) o a Walter Savage Landor (“es mucho mejor de lo que la gente piensa”).
El contraste con la generosa lucidez de Larbaud hace más inoportuno el exabrupto de Molloy. Incluso, parece no haber advertido que su ligereza está invitando a tratar con una mezquindad semejante a cada uno de los escritores que el libro reúne. Predicar la caducidad de Larbaud invita al lector a preguntarse por la perdurabilidad de María Negroni, Marcelo Cohen, Diana Bellesi, Edgardo Cozarinsky, Mercedes Roffé, Alicia Borinsky, Sergio Chejfec, Luisa Futoransky, Martín Kohan, Luisa Valenzuela, Tamara Kamenszain, Alan Pauls, Sylvia Molloy.