Cristina llega de nuevo al Vaticano como una política sostenida en intereses antes que en convicciones. La nueva peregrinación presidencial al Estado papal consolida un año de intenso trabajo y le permite a la Casa Rosada contar con el beneplácito sereno pero innegable de Jorge Bergoglio de cara al período delicado que confronta la Presidenta. Faltan 19 meses para las elecciones presidenciales de 2015 y Cristina organiza su salida del poder. No hay juego acá, tampoco malabarismos. Ya avisaron que pretenderán quedarse en la máquina del Estado luego del 10 de diciembre del año que viene, y no sólo en carácter testimonial, sino sobre todo al mando de importantes palancas y herramientas de poder. Una salida ordenada y suave, en términos que permitan el aval de Bergoglio, sería negocio para el Gobierno. Hay que olvidarse de acrimonias ideológicas. No es ése el ángulo presidencial. Cuando Bergoglio mutó en papa Francisco, el kirchnerismo lo roció con una salva de misiles envenenados. No es baladí recordarlos.
Para Luis D’Elía, Francisco era “a América Latina lo que Juan Pablo II fue a la Unión Soviética. El nuevo intento del imperio por destruir la unidad suramericana”. Desde los gubernamentales Canal 7 y Radio Nacional, la hoy funcionaria Cynthia García fue más lejos: “¿Cuánto tiempo tardará la Iglesia Católica en pedir perdón por haber elegido a Bergoglio papa? Como mínimo, durante la dictadura fue cómplice”. Otra brava muñeca del kirchnerismo realmente existente, la decana de la Facultad de Periodismo de la Universidad Nacional de La Plata, Florencia Saintout, confió que “un papa de derecha no podrá con el avance nuestro americano”. Sin ser jerarca estatal, pero proclamada “militante”, la mujer de Amado Boudou, Agustina Kämpfer, tuiteó “¡Ay! No, no me pone contenta. No me llena de orgullo. No”. Añadió: “Un argentino al mando de una institución que encubrió y encubre el abuso sexual de curas a miles de niños en todo el mundo. Y bueno”. Con ínfulas intelectuales y lenguaje más vistoso, el director de la Biblioteca Nacional, Horacio González, aseguró (“¿Un Vaticano peronista?”, Página/12, 19-3-2013), que “tenemos ahora un papa que bendice a todos ‘urbi et orbi’, según la ironía del propio Perón, que habría sido superado en estos días por la propia Iglesia, ya en condiciones de bendecir realmente a todo el mundo. (…) La broma ‘todos son peronistas’ se convertiría en política real por primera vez en la historia argentina: todos son papistas. (…) Por el momento, esta fruición incluye a los condenados por crímenes contra la humanidad, y es deseable que por fin Bergoglio, con su nombre o con el otro manto lingüístico casi milenario que se puso, pueda decir qué significan su nombre terrenal y su nombre celestial, haciendo lo que hasta ahora no hizo. (…) No sabemos aún si quiere esclarecer el pasado o desea astutamente saldar el conflicto de las décadas pasadas en medio de vaporosas tinieblas, enfundando a las clases populares en un orden místico conservador populista, desviándolas de un destino latinoamericano más justo”.
La versatilidad táctica de Cristina será para Carta Abierta un astuto movimiento táctico, ratificación de la audacia política de un movimiento que pasa de la enseñanza obligatoria de la religión católica a la quema de iglesias con toda tranquilidad. Gestor del acercamiento de Cristina a Francisco ha sido Juan Pablo Cafiero, que pasó del Frepaso aliancista al gobierno kirchnerista sin mayores tropiezos. En vísperas del nuevo almuerzo que compartirán Bergoglio y Cristina Kirchner, el periodista Andrés Beltramo Alvarez, del sitio Vatican Insider, publicado por la corporación Fiat a través de su diario La Stampa de Turín, entrevistó a Cafiero, que ofreció detalles de cómo el Papa y Cristina fumaron la pipa de la paz. Néstor Kirchner (2003-2007) había estado en guerra con el entonces arzobispo de Buenos Aires, Jorge Mario Bergoglio, al punto de que decidió no asistir a la misa del tedeum en la catedral metropolitana el 25 de mayo de 2007, quebrando una tradición intacta desde 1810. Empapado del voluptuoso lenguaje vaticano, Cafiero explica ahora que “el tedeum en la Argentina nunca fue suspendido ni levantado, siempre se realizó, sólo que se le puso una impronta federal (sic) para darles la oportunidad de acogerlo a todas las diócesis, no sólo a la de Buenos Aires”. No más impronta federal. Ahora que el ex neoliberal procesista Bergoglio es figura mundial, Cristina Kirchner organiza el tedeum del 25 de mayo en la Plaza de Mayo. “Es un gesto de proximidad, muy lindo e importante”, se regocijó el ex aliancista.
No sólo habemus papam. Hay ahora una cercanía fuerte, un contraste con las posturas antieclesiásticas más encendidas que antes reverberaban en el alma del kirchnerismo. Reconciliación o normalización, es evidente que hay necesidades e intereses mutuos.
Según Cafiero, la Argentina se ha visto “sacudida” por un año “de gran conmoción”, “de mucha reflexión” y de respuesta a un nivel de convocatoria papal “extraordinario” e “inédito”. Como siempre, sin rubores ni pudores, el peronismo hace lo que hay que hacer, palo y a la bolsa. Como este papa “lleva a la Argentina por todo el mundo”, el embajador Cafiero no tiene por qué hacerse cargo de los disparates setentistas de D’Elía, Verbitsky, González y siguen las firmas. Para el embajador de Cristina Kirchner, “la Argentina se siente involucrada completamente con este pontificado”. Ideólogos abstenerse. La necesidad tiene cara de feligrés.
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