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Murió Fidel

Fidel y los equívocos de la izquierda latinoamericana

América latina despide el equívoco político más grande del siglo XX, que retrasó el desarrollo de los países de la región durante medio siglo.

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En mayo de 1959, el entonces presidente Arturo Frondizi recibió a Fidel Castro, cuatro meses después de la revolución cubana. | Cedoc

Con la muerte de Fidel Castro, América latina despide el equívoco político más grande del siglo XX, que retrasó el desarrollo de los países de la región durante medio siglo. El proyecto socialista en Cuba se licúa lentamente. La tragedia que significaron la insurgencia revolucionaria y la represión anticomunista desde 1959, sólo encuentra ecos tardíos en la farsa absurda de la revolución bolivariana en Venezuela.

La Revolución cubana pareció ser la prueba de que el socialismo era una posibilidad en el continente, tanto para la izquierda cuanto para el macartysmo. Sirvió de piedra de toque y alentó la conformación de los movimientos guerrilleros latinoamericanos, y brindó también a los sectores más reaccionarios y el militarismo estadounidense la excusa para difundir la doctrina de la seguridad nacional y pervertir la función y la práctica de las fuerzas armadas en todos los países de la región. Esta distorsión política incidió durante tres décadas en la política americana, con consecuencias nefastas.

Como una revolución nacional más o menos típica, la de Cuba se proponía la autonomía de un país que se había convertido, por dejadez y complicidad de sus elites, en un apéndice indigno y servil de Estados Unidos. Pero en el contexto de la guerra fría, el componente ideológico marxista, suficiente por sí solo para agitar los fantasmas del macartismo, era exacerbado por la presencia amenazante de la URSS. Cuba era una espina insoportable para Estados Unidos, a menos de cien millas de sus costas.

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La diplomacia continental se planteó enseguida qué hacer con Cuba. La presión de Estados Unidos tendía a acorralar al gobierno revolucionario, instauró primero el bloqueo (octubre de 1960), apoyó luego la operación de Bahía de Cochinos (abril de 1961) y finalmente promovió y logró la expulsión de Cuba de la OEA (Conferencia de Punta del Este, enero de 1962). Los gobiernos de Argentina y Brasil, con apoyo de Chile, Ecuador y Bolivia, señalaron el error de aislar diplomáticamente a Cuba y las consecuencias que tendría. El papel de Frondizi en esta gestión fue estelar, y puede haber sido la última excusa que requería la reacción para derrocarlo. La crisis de los misiles (octubre de 1962) probaría tempranamente que lo de Punta del Este era equivocado.

A partir de entonces la tensión en el continente no hizo más que escalar. La idea del Che Guevara de exportar la revolución (1965-1967) terminó de servir de argumento a los sectores anticomunistas en Estados Unidos y toda la región, y los focos guerrilleros motivaron y justificaron que las fuerzas armadas de todos los países latinoamericanos pervirtieran su rol natural y se volcaran a tareas de inteligencia y contrainsurgencia. La subversión y la represión marcaron a fuego la segunda mitad del siglo XX alterando los términos del debate político. La guerra fría se metió de lleno entre nosotros y frustró los procesos nacionales autónomos.

Todo esto nos recuerda la muerte de Fidel.


(*) Subsecretario de Comunicación Social, Secretaría de Medios del Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires.