Tras estos 25 años de democracia, hay aciertos, errores y tareas que falta realizar. Entre los aciertos aparece el mundo de las libertades, que incluye las libertades individuales y la libertad de prensa. Luego de la dictadura, recuperamos nuestro lugar en el mundo, que al pertenecer al campo no democrático era muy restringido. Con la democracia entramos en la categoría de presentables. Con Raúl Alfonsín hubo un claro avance en las libertades individuales y tras unos años quedó descartada toda posibilidad de golpe. En los 90 se desterró la inflación y mejoró la productividad, con números positivos en el intercambio con el mundo, pero también surgieron errores porque se comenzó a regalar mercado y se avanzó en una privatización que va más allá de lo aconsejable. No se puede privatizar sin tener los organismos de regulación bien claros, para peor la corrupción alcanzó niveles de impunidad.
En la caída del gobierno de la Alianza, la democracia demostró que con instituciones fuertes se pudo encauzar la crisis, con un 1 a 1 que fue más allá de lo que debería haber ido. Las instituciones se pudieron encarrilar tras las renuncias del ex vicepresidente Chacho Alvarez y luego del ex presidente De la Rúa.
Las tareas no hechas surgen con el mandato de Néstor Kirchner, cuando no se siguieron fortaleciendo las instituciones y se confundieron los tres poderes en uno solo. Yo atribuyo esto al esquema transversal. Hoy la Argentina no tiene un sistema electoral más fuerte; al contrario, el país perdió el prestigio de ser una república con tres poderes bien nítidos y absolutamente independientes. Esto fue fruto de la transversalidad instaurada en 2003, que pareció modernista pero es cavernaria porque destruye partidos políticos y confunde Estado con gobierno. Hay una enorme tarea por delante que consiste en reconstruir las instituciones. Primero hay que reconstruir la política, con partidos que tengan las reglas de juego bien claras: internas, padrones transparentes y un sistema electoral inviolable. Hay que terminar con la ley de lemas y las listas colectoras.
Tenemos más libertades y mayor manejo del presupuesto, pero hoy somos más pobres y hay más desempleo que 25 años atrás. La democracia había logrado reconciliar a los argentinos, se habían superado los viejos enfrentamientos peronismo-radicalismo, civiles-militares. Pero hoy, como un hecho no deseado, se reviven viejos enfrentamientos.
Creo que la transversalidad es el peor momento político de estos 25 años de democracia, con dirigentes que lo propusieron y otros que lo aceptaron. También es muy grave el tema de la borocotización, con políticos que un día son de un partido y al otro día cambian.
Tras los acontecimientos de diciembre de 2001, sé que hay que ser esclavo de la ley y que los problemas se resuelven con la Constitución, no con anarquía. Por eso me preocupa la no existencia de los partidos en este momento. Aquello de “que se vayan todos” fue una falacia, no se fue nadie. De haber ejercido la presidencia por poco tiempo me quedó la satisfacción de haber cumplido estrictamente con la ley: tenía 48 horas para llamar a Asamblea Legislativa, y lo hice.
Creo que tras 25 años de democracia, el país no está unido porque se reflotaron todas las viejas heridas. El oficialismo ve un uniformado, un bombero, y cree que es un enemigo. Para reconstruir la unidad nacional necesitamos un sistema democrático con reconciliación, retomar el camino del entendimiento. Aunque no puede haber reconciliación sin justicia, la justicia tardía tampoco es justicia.
*Presidente provisional del Senado a cargo del Poder Ejecutivo en 2001.