Syriza ganó las elecciones griegas con el 36,3% de los votos y la neonazi Aurora Dorada queda como tercera fuerza en ese país. El líder de Podemos, Pablo Iglesias, que lidera las encuestas en España, estuvo presente en la campaña electoral griega abrazado a Alexis Tsipras, líder de Syriza. Todo esto confirma la consolidación de una tendencia observada tanto en Europa como en América Latina: el rechazo a ofertas de gobiernos republicanos que si bien respetan la división de poderes, el papel de las minorías y los derechos y garantías de los ciudadanos, no han sabido atender los problemas socioeconómicos de su población. Rechazo que en nuestra región dio lugar a respuestas populistas en Venezuela, Argentina, Nicaragua, Ecuador y Bolivia; y que en Europa muestra una gama de movimientos multifacéticos como Podemos en España, el Frente Nacional de Le Pen en Francia, el UKIP en Inglaterra y las triunfantes fuerzas en Grecia, entre otros.
Cuando se observan las situaciones previas a la instalación de propuestas populistas en esos países, se encuentran elementos que debidamente sopesados deben dar lugar a correcciones y nuevas estrategias por parte de las fuerzas republicanas. Veamos algunos de esos casos.
En Venezuela la alternancia en el poder de partidos republicanos como Copei, de tendencia socialcristiana, o Acción Democrática, de tendencia socialdemócrata, dejaron bolsones de pobreza y exclusión que estuvieron en la base de la aparición y consolidación del chavismo. En España, el desencanto de la ciudadanía con el PSOE y el PP dio lugar al movimiento de indignados que capitalizó Podemos: un movimiento pleno de improvisaciones y ambigüedades pero que, sin embargo, ha denunciado con acierto las principales causas del incremento de las desigualdades: falta de empleos e ingresos; pérdidas en servicios básicos como salud, educación y vivienda; junto con la responsabilidad de los partidos republicanos convertidos en “castas”, que no sólo no dieron respuestas a los problemas sino que malgastaron recursos públicos, en muchos casos en connivencia con grupos del poder económico que no sólo no sufren la crisis sino que se aprovechan de ella. En Grecia las dinastías de los Karamanlis, Mitsotakis y Papandreu, que ocuparon el poder durante décadas sin acertar en la solución de los problemas de la población, sumieron a Grecia en una de las crisis más graves de toda Europa.
Estos movimientos populistas no ofrecen salidas viables a los problemas que denuncian; lo que se debe, en general, a sus políticas económicas cortoplacistas y a un distribucionismo demagógico insostenible en el tiempo. Si a esto se le suma la vaguedad y contradicciones de sus propuestas, su fracaso está asegurado. Pero esto no lo sabe el ciudadano común que sólo busca una salida a la situación que está padeciendo. Es responsabilidad de los diferentes actores de la sociedad política hacerse cargo del problema y cambiar sus discursos y las acciones concretas de gobierno.
En cuanto a los intelectuales, es necesario que sus análisis indaguen sobre las causas últimas de la aparición del populismo, abandonando la crítica fácil que parece circunscribir el problema a la aparición de aventureros políticos que meten ideas extrañas en la gente.
Por su parte, la dirigencia política republicana debe cambiar la óptica con la que hace uso del poder del Estado, que la ha llevado a convertirse en una suerte de “castas”, más preocupadas por mantenerse en el poder que por satisfacer las demandas de los ciudadanos. Debe renunciar a todo tipo de “entente” con los diferentes grupos de intereses para imponer una estrategia de desarrollo con fuertes inversiones productivas, empleo para todos y buenos salarios, como respuesta adecuada a la creciente desigualdad.
Estas son las únicas formas serias de luchar contra los populismos con posibilidades de éxito.
*Sociólogo.