¿Acaso el Presidente se cansó del empresariado argentino? Es probable que sí, sobre todo conociendo de primera mano a muchos de los protagonistas de este universo del cual formó parte hasta hace muy pocos años. “El Gobierno está intentando poner en el eje de toda la política pública a los individuos en situación de vulnerabilidad, con el objetivo firme de combatir el flagelo de la pobreza. Mauricio ha repetido en más de una oportunidad que no puede ser que uno de cada tres argentinos la esté pasando mal”, destacan fuentes de la Casa Rosada. Ante esta situación, la cantidad de peros y reparos puestos por las diferentes entidades empresariales lo sacó de quicio. Desde la Unión Industrial Argentina insistieron en que el pago de la compensación salarial dependerá de cada uno de los sectores y de cada una de las empresas, debido a que se firmaron 800 convenios colectivos y 400 acuerdos sindicales, situación que implica diferentes realidades dentro de los distintos rubros de la industria. No fue la única entidad empresarial que levantó la voz; lo mismo hicieron aquellas que nuclean a los comerciantes y a las pymes.
Conoce de primera mano a muchos protagonistas de ese universo que integró hasta hace poco
Consciente y sabedora de las dificultades de este tiempo, la Iglesia tomó la decisión de constituirse en una protagonista activa en la ardua tarea de abrir canales de diálogo en la búsqueda de consensos. De ahí que su rol haya sido fundamental en la concreción del encuentro. El Episcopado tiene aún muy a flor a piel el recuerdo de aquellos dramáticos días de finales de 2001 y de comienzos de 2002. En ese tiempo, la memoria nos trae el recuerdo de las conversaciones y las gestiones de los tres obispos designados por la Conferencia Episcopal Argentina para generar diálogo y consensos entre cada uno de los sectores de cuyo compromiso dependía mantener la paz social. Esos tres obispos fueron monseñor Jorge Casaretto y los hoy fallecidos monseñor Juan Carlos Maccarone y monseñor Ramón Artemio Staffolani. Estando ese recuerdo tan fresco, a nadie debe sorprender esta actitud activa de la Iglesia. Ninguno de los miembros de su jerarquía quiere que aquello se repita. Hasta el mismísimo papa Francisco ha sido un puntal clave en la trama de esta historia. “La Iglesia ha venido trabajando para lograr reunir en una mesa a las partes para que se escuchen entre sí y no como mero signo formal. El esfuerzo y el tiempo ganado estuvieron dados en que, por primera vez después de 12 años, los participantes se miraron a los ojos, se escucharon y se entendieron”, subraya una fuente que trabajó incansablemente en la concreción de las reuniones. La Iglesia ve con buenos ojos cómo está respondiendo el Gobierno. “Con el kirchnerismo no había ninguna chance. Hablaban ellos y punto. Por supuesto hasta que Jorge Bergoglio se convirtió en Francisco. Allí CFK tuvo la viveza política de dar un volantazo y alinear el Gobierno detrás del papa latinoamericano, luego de un primer momento de ofuscación y enojo.Otro gesto para destacar es el de la CGT en cabeza de los nuevos triunviros. En una de las últimas reuniones se les escuchó decir –especialmente a Héctor Daer y a Juan Carlos Schmidt– que “los muchachos de los movimientos sociales también son trabajadores”, un reconocimiento justo que tardó en llegar pero que facilitó el diálogo.
En plena época de vacío kirchnerista al por entonces cardenal Bergoglio, varios de los que hoy forman parte del gabinete nacional ya se encontraban trabajando con diferentes sectores de la Iglesia. Hay gestos que no son casualidad y que hablan de una comunión con el otro. A lo largo de las dos horas que duró la reunión que tuvo lugar el miércoles pasado en el Ministerio de Desarrollo Social con trabajadores sociales y cooperativas, fue la propia ministra Carolina Stanley quien llegó con el termo bajo el brazo y les cebó mate a sus interlocutores. Es un dato no menor, que habla del trato de inclusión a sectores vulnerables que habían sido carcomidos por La Cámpora y que hasta hoy se sentían huérfanos políticos. Hay que recordar que Stanley fue una de los figuras del Gobierno que merecieron el encomio del Santo Padre durante su reunión del sábado 16 con el Presidente; la otra fue la gobernadora de la provincia de Buenos Aires, María Eugenia Vidal. “Quizás Macri esperaba un poco más de cooperación de los empresarios en momentos en que todos hicieron un esfuerzo. De todas las partes reunidas en la mesa de discusión, fueron los hombres de negocios los más desconfiados y reticentes”, sentenció una fuente que participó en el detrás de escena. En consonancia con la preocupación presidencial estuvieron las palabras de Adrián Werthein, presidente del Consejo Interamericano de Comercio y Producción, que sesionó en Buenos Aires. “Hay que creer e invertir porque el riesgo de venezuelizarse es inminente”, sentenció en una distendida conversación con periodistas. Su reflexión es una verdad indiscutible. La economía no termina de arrancar. Los así llamados “brotes verdes” con los que se ilusiona el Gobierno son de un verde mustio. En el fin de semana pasado, las ventas por el Día de la Madre experimentaron una caída del 4,8% en relación con el año último. Si no hay más inversiones que generen más trabajo genuino y de buena calidad, las chances de revertir la fenomenal pobreza que hoy castiga a un tercio de la población de nuestro país serán nulas. En lo que va de la actual gestión, la pobreza –que ya era alta al final de la gestión de Cristina Fernández de Kirchner– ha aumentado significativamente. La pobreza es la condición sobre la que pivotan los populismos. Y los populismos llevan a la venezuelización, es decir, al chavismo.
Producción periodística: Santiago Serra.