En el último tramo de la campaña electoral, las dos principales coaliciones políticas en pugna condimentan su performance con ciertas peculiaridades inusuales.
El saludable ejercicio democrático y competitivo de las PASO en Juntos por el Cambio puede resultar nocivo, si es que no logran encauzar tras el domingo 12 las feroces intrigas de los contendientes en varios distritos claves.
Arranquemos por el más sencillo. En la Ciudad de Buenos Aires, el oficialismo porteño estima que María Eugenia Vidal se viene elevando y proyectan un piso del 65% dentro del espacio y, sumando a Ricardo López Murphy y Adolfo Rubinstein, JxC obtendría el 45% del total. Muy lejos de Leandro Santoro, del FdT.
Sin embargo, si eso se cumpliera, hay igualmente dudas de que acalle los runrunes en el PRO y la UCR sobre la candidata y el apoyo irrestricto que le ha dado Horacio Rodríguez Larreta, el gran elector.
Una parte del funcionariado capitalino sigue sin digerir el regreso de Vidal a su jurisdicción política de origen. Habrá que ver qué expresan quienes voten, pero en esa fisura es donde creen que se filtran las voluntades que recogen López Murphy y, más al extremo, Javier Milei.
Para intentar cerrar esas filtraciones es que se recurrió en CABA a la aparición en la campaña de Mauricio Macri y Patricia Bullrich, emblemas del voto duro.
Por separado, porque hay una distancia entre ellos, ambos se mostraron con Vidal pero no renunciaron a sus propios intereses, no siempre coincidentes con los de la candidata y, sobre todo, con los de Larreta.
JxC tendrá que ver cómo se recupera de las internas. El FdT, de los choques entre quienes gobiernan
Así fue como Macri recibió en sus oficinas a López Murphy, de quien estaba alejado desde que dejaron de ser socios partidarios post 2003. Y Bullrich sostuvo que era mejor candidata que Vidal. Y Macri acaba de asegurar que si el FdT no escucha lo que digan las urnas, “se van a tener que ir” en el futuro. Y Bullrich ratificó que “ya estamos en condiciones de volver al gobierno”.
Ni Vidal ni Larreta se suben a ese discurso y los incomoda. Creen, al revés que el ex presidente y su ex ministra, que el tiempo que viene antes y después de 2023 requiere negociaciones de acuerdos con el peronismo para encarar reformas básicas.
Con ese mismo espíritu encaran la campaña bonaerense, con Diego Santilli por delante de Facundo Manes, la mayor novedad de la campaña provincial.
Larreta consiguió encolumnar detrás del también mudado Santilli a todos los intendentes conurbanos de JxC, hasta a los renuentes Jorge Macri y Gustavo Posse, lo que lo hace favorito.
Manes corre de atrás y con la desventaja de no tener más aparato que el de algún cacique radical del interior bonaerense. Su gente dispara contra Larreta, a cuyo entorno acusan hasta de haber metido presión para que algunos apoyos financieros privados se bajaran. Habrá que ver cómo se liman esas asperezas desde el lunes 13, cuando ya estén los dos sectores en la misma boleta.
Choques similares y hasta más complejos se dan en JxC de otros distritos, como Córdoba (Luis Juez vs. Mario Negri), Tucumán (con tres postulaciones) y Santa Fe (con ¡cuatro listas!).
Justamente en Santa Fe estará la contienda más picante. No solo por Juntos, sino que allí dirimirán candidaturas el Frente Progresista (que gobernó hasta hace dos años) y el FdT, en uno de los pocos lugares donde no se respetó el llamado a la unidad en las PASO.
Allí, el ahora ex ministro Agustín Rossi se sublevó a la boleta acordada por Cristina Fernández de Kirchner, Alberto Fernández y Omar Perotti, que llevan como candidato al Senado a Marcelo Lewandowski, con el gobernador en la misma boleta como senador suplente. Ah, Rossi es acompañado por Alejandra Rodenas, la vicegobernadora de Perotti.
En Tucumán pasa algo similar. A la lista que impulsó el gobernador Juan Manzur (con Pablo Yedlin al Senado) se le opone otra que auspicia su vice, Osvaldo Jaldo, que se puso al frente de la boleta para Diputados.
No necesariamente estas disputas peronistas entre quienes gobiernan estas provincias y sus vices expresan los entuertos nacionales del mismo tipo. O sí, si recurriéramos a las proyecciones freudianas.
Acaso nos convenza, o no, la reciente promesa presidencial de que no traicionará a Cristina ni a nadie (total, quién le va a recordar el cumple clandestino en Olivos). O la súbita esfumación de CFK de la campaña tras su particular respaldo a Alberto F marcándole la cancha.
Ciertas voces se quejan de que la campaña es chata. Puede que viendo las internas y lo que ponen en juego desde diferentes lugares, mirando además hacia 2023, la vara sea distinta. Lástima que no midan que juegan con fuego, en medio del drama social que vive la Argentina. Tal vez se enteren el domingo 12.