La firma Dattatec.com anunció hace pocos días la edición de un videojuego dedicado a la guerra de Malvinas. Es uno de los tantos juegos de guerra que existen, pero transcurre precisamente ahí, tras un manto de neblina. La intención explícita de los creadores del video es rendir homenaje a la gloria de los combatientes de la contienda, aunque parece igualmente posible deducir la implícita intención de dar a los argentinos la oportunidad, así sea virtual, de pelear y recuperar por fin aquellas islas tan esquivas. Derrotados hasta en el referéndum (aunque, viendo el tema con optimismo, hay que decir que la cosecha de tres votos es mucho más de lo que cabía esperar de esa consulta), queda el recurso a la ficción: la revancha del “como si”.
Doy por descontado que los integrantes de Dattatec.com han leído Las islas, la novela que Carlos Gamerro escribió sobre Malvinas. En principio porque la considero una referencia ineludible para todos los interesados en el tema, pero ante todo, en lo particular, porque en sus páginas aparece por primera vez la idea de un videojuego sobre la guerra de Malvinas. Uno que va a permitir, en pantalla y con botones, alcanzar esa victoria que en la realidad de los hechos faltó. Gamerro traduce la epopeya a farsa, y así da con una inquietante verdad de esa guerra (la misma que sondearon, por su parte, Fogwill, Juan Forn, Rodrigo Fresán, Daniel Guebel, Patricio Pron, etc.). Hay que agregar que en Las islas aparece un hacker y que el hacker introduce un virus y que el virus desemboca en una derrota, derrota incluso en el mundo virtual. La frase hecha, “perder como en la guerra”, se vuelve tristemente literal. No se gana ni en el “como si”.
Vale decir que esta historia ya sucedió dos veces: “una vez como tragedia y la segunda vez como farsa”. Pero entonces, ¿en carácter de qué viene a repetirse ahora? ¿De tragicomedia? ¿De autoparodia? ¿De mero negocio? Al videojuego en cuestión le han puesto el siguiente nombre: “Counter Strike”, lo que vendría a significar “contragolpe”. ¿No notaron, los patriotas, que quien libra el combate hablando la lengua del adversario ya ha empezado a perder en cierto modo? La versión virtual que ahora se ofrece no es, con todo, rigurosamente exacta; se permite algunas licencias. Por ejemplo, ésta: las fuerzas argentinas asumen un carácter policial. Y las fuerzas enemigas, por su parte, figuran como terroristas.
Esta alteración libre, sin embargo, ¿no sería la parte más fidedigna del juego? En un ensayo de 1982, León Rozitchner argumentaba sobre la necesidad de poner en relación la guerra “limpia” (la guerra de Malvinas) con la guerra “sucia” (la guerra contra la subversión), para entender de veras el sentido de los hechos. Para mi sorpresa, y acaso para la suya, los hacedores de “Counter Strike” parecen seguir ese criterio. Un ejército empleado en funciones policiales, es decir para la acción interna, se lanza a una lucha “contra el terrorismo”. ¿Gana o pierde? No lo sé. Yo no pienso jugar a este juego.